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jueves, 27 de mayo de 2010

TRAFUGARIO

------------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO

O ES LA VIDA O ES LA MUERTE

Esta mañana del jueves ha amanecido lloviendo. No torrencialmente, pero ha amanecido lloviendo. Yo caminaba a paso de enfermo del estómago no solamente porque estaba lloviendo sino porque tenía afán de leer el periódico que es un ritual para mí desde hace mucho tiempo. En RCN, Clara López, el dos del candidato Gustavo Petro, estaba comentando preocupada y a la vez disgustada que otra vez habían amenazado de muerte a su jefe. Por enésima vez, pensé yo, y sentí prurito en las costillas. La gente deambulaba, como hoy, por las calles en su cotidiana tarea de asistir al trabajo, los que lo tienen. Los que no, a mirar y a escuchar en los televisores públicos, de los cafés o de los billares viejos, qué prometen los cándidos candidatos a la presidencia de la República. Así se llama la novela que ahora estoy escribiendo: “El Cándido Candidato”. Pero en mi caminata por la acera se da un hecho que me deja perplejo. Un hombre de no mas de 25 años, un muchacho, mejor, está sentado, sin camisa en el borde del andén, degustando bajo la lluvia, tristemente alegre unos tragos de “aguardiente” de esas botellas que valen a mil pesos.
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Observo que a veces canta y a veces vocifera pero uno deduce de una que está triste. Una señora joven y bonita va feliz con su hija de unos cinco añitos, y la lleva a rastras, casi volando, para el jardín infantil. La niña también va feliz. Esa misma mañana, de igual manera han dicho en las noticias radiales de Gossaín, que las dos Coreas, la comunista y la capitalista, quieren acabar con la paz mundial porque en un arranque de patriótico chouvinismo se van a romper la cabeza a punta de bombazos nucleares. O por lo menos a misilazos y a tancazos. Y a balazos, porque esas son las normas internacionales para las guerras convencionales. Es decir, las aprobadas por las naciones unidas o sea “las más civilizadas”.

Al pasar por un sitio que sin lugar a dudas es un recinto de dos con cinco en conducta, unos borrachos amanecidos departen alegremente como en el viejo poema de El brindis del bohemio. Están felices a su manera. En las emisoras de radio y televisión de las principales cadenas del mundo, a cada instante que transcurre, los animadores, los locutores y los periodistas de ambos géneros, incluso de otros géneros como la Baily, comentan, dicen y desdicen del mundial de fútbol, la fiesta humana más grande del planeta así la mayoría de damas casadas del orbe digan que no. Las que sufren de PAI (Pelotafobia Aguda Intransigente) pero esta vez referida a las pelotas de darles patadas o sea las del fútbol. Claro que existen algunas mujeres que les dan patadas a otras pelotas. Como a las pequeñas pelotas de ping pong, por decir algo. En síntesis, yo a lo que quiero llegar es al interrogante de por qué la humanidad es contradictoria y autodestructiva. Y por qué las grandes contradicciones de la humanidad, las que afectan a todos los géneros y a todos los niveles, siempre están orquestadas por los más poderosos y revisen bien a ver si me equivoco. Mientras los surafricanos se descamandulan el bolsillo y botan la puerta por la ventana para organizar tamaña fiesta de la que estoy comentando, la del fútbol, que es la alegría de la mayoría de las gentes, otros países instigados y “embombados” por intereses geoestratégicos abanican las brazas para que se conviertan en una llamarada también mundial. ¿Acaso no es mejor un partido de fútbol, así sea en la pantalla chica, que las escenas de tanques destruyendo ciudades y aviones bombarderos tumbando edificios y matando gente? ¿No será más bacano ver la final del mundial, que asistir al “final de la humanidad” en medio de una temperatura de vario miles de grados centígrados, lluvias ácidas, nubes de polvo radiactivo cubriendo el globo terrestre e ionización de la atmósfera, entre tantas otras, por el conducto aleve de una explosión nuclear? Lo hace mejor el borrachito que vi ese día por la mañana que en medio de la lluvia y la soledad está acabando con la vida, pero con la diferencia enorme que se trata de la vida de “EL”, y no la del resto de la humanidad.

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