Por Sergio Isnardo Muñoz
Vengo de una experiencia en lo
público que enseña a caminar barrios y veredas en busca de contacto con la
gente, con el propósito de identificar sus problemas para buscarles soluciones
efectivas. Y lo que se siente en las caminatas es ni más ni menos el gran
clamor de cambio y renovación que pide la ciudad.
He palpado, por ejemplo, el
descontento de los ciudadanos con la forma como ha sido manejado el gobierno.
Hombres y mujeres, por igual, están fatigados de los administradores públicos a
quienes anima, en primer lugar—y casi exclusivamente—el deseo de resolver sus
problemas económicos personales. ¿Cómo puede ser posible—me dijo una señora en
un barrio—que en nuestro país hayamos asumido como cosa normal que procuren,
como propósito principal de su ‘gestión’, hacer ‘negocios’ que les garanticen
su paso directo de un modesto apartamento alquilado, al exclusivo conjunto
residencial Ruitoque Golf Country Club? ¿Por qué razón se admite, como la cosa
más lógica del mundo, que los administradores públicos hagan negociados como si
al lograr la elección para un determinado cargo se hubiesen convertido en
dueños del Estado? Se les olvida que ¡el Estado somos todos y cada uno de
nosotros!
Inquietudes como estas son
legítimas y a los ciudadanos no sólo hay que escucharlos sino interpretarlos,
ese sentir me compromete en el propósito de superar este estado de cosas, no
debemos permitir como sociedad que a algunos servidores se les mejore sus
condiciones de vida de manera escandalosa, mientras que las miles de personas
que los llevaron a las posiciones de poder siguen en la marginalidad.
Ese sentimiento generalizado
de la gente en la ciudad ha dado fuerza a este movimiento ciudadano que he
liderado y nos sigue generando esperanza para dar paso a una renovación político-administrativa
que nos permita construir auténtico desarrollo económico y el bienestar al que
todos tenemos derecho. Pareciera que la sociedad, hastiada de esta fiesta de la
ilegalidad, hubiese decidido impulsar ideas de cambio para remediar tantos males
que confabulan contra nuestras posibilidades de sana convivencia. La conciencia
del peligro que significaría repetir, en las próximas elecciones, este modelo
egoísta de los negociantes de lo público, convertidos en administradores
públicos, parece crecer todos los días. Encarnamos la esperanza de un cambio
positivo para el proyecto colectivo de ciudad.
La más reciente encuesta de
intención de voto nos ubica entre los punteros, con una tendencia creciente,
ratificando la encuesta lo que hemos sentido en las calles. Hemos interpretado
el sentir de miles de bumangueses. Seguiré escuchando mientras recorremos los
barrios o realizamos conversatorios sobre temas diversos de ciudad. Bucaramanga
está preparada para hacer el cambio y yo estoy listo para liderarlo.
A propósito: No puede
Bucaramanga aceptar el burdo despropósito que está a punto de realizar el
Municipio con las Fotomultas. ¡Debemos unirnos! ¡Sí al control y prevención
vial, no al negocio de las Fotomultas!
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