Por Gerardo Delgado Silva
Dentro de los innumerables
comportamientos atroces de la historia humana, podemos recordar que en el mundo
siríaco se cuenta del Califa Omar, que reconstruyó el Estado Universal Siríaco,
después de que éste permaneció en inacción durante mil años de instrucción
helénica, que había escrito en respuesta a la pregunta de un General que
acababa de lograr la rendición de la ciudad de Alejandría, y pedía
instrucciones sobre cómo disponer de la famosa biblioteca: “Si estos escritos
de los griegos coinciden con el Libro de Dios, son inútiles y no hace falta
conservarlos; si no coinciden, son perniciosos y deben destruirse”.
Según esta leyenda, el
contenido de una biblioteca que se había acumulado durante más de novecientos
años, fue condenado entonces a ser consumido, como combustible para calentar los
baños públicos.
Hittler hizo lo que pudo en
cuanto a quemar libros, aunque por el advenimiento de la imprenta le fue mucho
más difícil alcanzar resultados “totales”, a los tiranos que recurren a esta
medida en nuestro mundo.
Aquí en nuestra patria, los
enemigos de la paz, que aplauden y veneran a los paramilitares, tienen una
coincidencia espiritual con el fascismo,
y esas afinidades pueden detectarse con graciosa facilidad en la
trayectoria de sus vidas, de extrema derecha, con fanatismo vesánico. Parecen más preocupados por ajustar cuentas
que por contribuir al advenimiento de la paz, la justicia, y la dignidad humana
en nuestra patria. Ese es un punto de
enorme relevancia, cuando se dice luchar por valores.
Existe en estos individuos con
su alma nazista, un problema psicológico: un inmenso orgullo, el placer de ser
crueles, una desintegración neurótica.
Pero los factores psicológicos
mismos deben ser comprendidos como moldeados por causas socio-económicas, pero
su aceptación por parte de algunos colombianos de extrema derecha, ha de ser
entendida sobre una base psicológica.
En realidad, hay ciertos
rasgos que pueden considerarse característicos de esta clase a lo largo de toda
la historia: Su amor al fuerte, su odio al débil, su mezquindad, su hostilidad,
su avaricia, no solo con respecto al dinero, sino también a los sentimientos y
sobre todo, a su ascetismo.
La esencia del carácter
autoritario de los enemigos de la paz, se describe como la presencia simultánea
de tendencias impulsivas sádicas y masoquistas.
El sadismo fue entendido como un impulso dirigido al ejercicio de un
poder ilimitado sobre otra persona, y teñido de destructividad en un grado más
o menos intenso, el masoquismo en cambio, como un impulso dirigido a la
disolución del propio yo, en un poder omnipotente, para participar así de su
gloria.
Los enemigos de la paz, tan
conocidos en nuestra patria, indiferentes a la iniquidad, tienen una
solidaridad ideológica con el nazismo y los paramilitares, pues comparten ese
rincón oscuro de la conciencia donde duermen las pesadillas de la razón. Es una parábola sin tiempo de lo que el
terror y la muerte pueden ser en cualquier época y en cualquier lugar.
Son explícitos, como ya
afirmábamos, los lazos que unen a los enemigos de la paz y los
paramilitares. Lo que hubo en esos años
del anterior gobierno, fue una campaña de exterminio de parte de los
paramilitares, contra sectores sociales específicos, buscando el control de
toda una sociedad. A narcos tradicionales se sumaron nuevos personajes, y
todos tejieron alianzas con los paramilitares.
Y surgió una nueva clase
empresarial, formada por la élite del paramilitarismo. Estos son desalmados, y la muerte horrenda
que han dado a tanta gente, produce escalofrío.
Están en casi la mitad de los
municipios en territorios de donde desplazaron a las FARC y al ELN con la
siniestra política de masacrar campesinos y sindicalistas, acusándolos de ser
“auxiliadores de la guerrilla”. Ni
hablar del barrido que han hecho de la intelectualidad independiente.
Los difíciles caminos de la
paz hay que transitarlos con denuedo y decisión imperturbables, para que la
justicia pueda abrirse paso en su sagrada misión.
Los enemigos de la paz están
demostrando que la ira y la desmesura nacen de su ambición de poder, como en
Tántalo. Quieren ignorar el don de la justicia que es el contenido
de la paz y llevar a los colombianos a ignorar los límites de la ética,
carentes de presencia de espíritu, la maldad misma, unos monstruos de insignificancia
y de rencores.
Es el momento que la
solidaridad colectiva para la defensa de los grandes principios que han
enriquecido la historia espiritual de Colombia.
Los enemigos de la paz
constituyen la morralla de la historia colombiana.
Empero, algunos
monstruosamente se consideran enviados de Dios, como el caso del Senador Uribe
Vélez.
La resolución con la cual el
gobierno de Santos, está entregándose para lograr la paz como también a esa labor de sanidad espiritual,
alcanzará la finalidad redentora de devolverles a los colombianos la seguridad
de poder vivir y avanzar protegidos en sus fuegos.
Los colombianos de bien, como
el mundo entero, anhelamos la paz, de la cual dijo Jesús: “Mi paz os dejo, mi
paz os doy…”. Como existe conciencia para apoyar evidentemente los diálogos de
la Habana, recordamos agradecidos las palabras de David, en el Salmo 42:
“Júzgame tú Oh Dios, y toma en tus manos mi causa, líbrame de la gente impía y
del hombre inicuo y engañador”.
Colombia está persuadida del
leviatán denominado “Centro Democrático”, del Senador Uribe, donde milita José
Obdulio Gaviria, asesor de su primo Pablo Escobar Gaviria, el más grande
narcotraficante y terrorista del país. Colombia está persuadida de quienes son
esos hombres inicuos y engañadores.