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viernes, 31 de julio de 2015

NO COLAPSARAN LOS DIALOGOS NI LA PAZ

Por Gerardo Delgado Silva
Dentro de los innumerables comportamientos atroces de la historia humana, podemos recordar que en el mundo siríaco se cuenta del Califa Omar, que reconstruyó el Estado Universal Siríaco, después de que éste permaneció en inacción durante mil años de instrucción helénica, que había escrito en respuesta a la pregunta de un General que acababa de lograr la rendición de la ciudad de Alejandría, y pedía instrucciones sobre cómo disponer de la famosa biblioteca: “Si estos escritos de los griegos coinciden con el Libro de Dios, son inútiles y no hace falta conservarlos; si no coinciden, son perniciosos y deben destruirse”.
Según esta leyenda, el contenido de una biblioteca que se había acumulado durante más de novecientos años, fue condenado entonces a ser consumido, como combustible para calentar los baños públicos. 
Hittler hizo lo que pudo en cuanto a quemar libros, aunque por el advenimiento de la imprenta le fue mucho más difícil alcanzar resultados “totales”, a los tiranos que recurren a esta medida en nuestro mundo.
Aquí en nuestra patria, los enemigos de la paz, que aplauden y veneran a los paramilitares, tienen una coincidencia espiritual con el fascismo,  y esas afinidades pueden detectarse con graciosa facilidad en la trayectoria de sus vidas, de extrema derecha, con fanatismo vesánico.  Parecen más preocupados por ajustar cuentas que por contribuir al advenimiento de la paz, la justicia, y la dignidad humana en nuestra patria.  Ese es un punto de enorme relevancia, cuando se dice luchar por valores.
Existe en estos individuos con su alma nazista, un problema psicológico: un inmenso orgullo, el placer de ser crueles, una desintegración neurótica.
Pero los factores psicológicos mismos deben ser comprendidos como moldeados por causas socio-económicas, pero su aceptación por parte de algunos colombianos de extrema derecha, ha de ser entendida sobre una base psicológica.
En realidad, hay ciertos rasgos que pueden considerarse característicos de esta clase a lo largo de toda la historia: Su amor al fuerte, su odio al débil, su mezquindad, su hostilidad, su avaricia, no solo con respecto al dinero, sino también a los sentimientos y sobre todo, a su ascetismo.
La esencia del carácter autoritario de los enemigos de la paz, se describe como la presencia simultánea de tendencias impulsivas sádicas y masoquistas.  El sadismo fue entendido como un impulso dirigido al ejercicio de un poder ilimitado sobre otra persona, y teñido de destructividad en un grado más o menos intenso, el masoquismo en cambio, como un impulso dirigido a la disolución del propio yo, en un poder omnipotente, para participar así de su gloria.
Los enemigos de la paz, tan conocidos en nuestra patria, indiferentes a la iniquidad, tienen una solidaridad ideológica con el nazismo y los paramilitares, pues comparten ese rincón oscuro de la conciencia donde duermen las pesadillas de la razón.  Es una parábola sin tiempo de lo que el terror y la muerte pueden ser en cualquier época y en cualquier lugar.
Son explícitos, como ya afirmábamos, los lazos que unen a los enemigos de la paz y los paramilitares.  Lo que hubo en esos años del anterior gobierno, fue una campaña de exterminio de parte de los paramilitares, contra sectores sociales específicos, buscando el control de toda una sociedad.  A narcos  tradicionales se sumaron nuevos personajes, y todos tejieron alianzas con los paramilitares.
Y surgió una nueva clase empresarial, formada por la élite del paramilitarismo.  Estos son desalmados, y la muerte horrenda que han dado a tanta gente, produce escalofrío.
Están en casi la mitad de los municipios en territorios de donde desplazaron a las FARC y al ELN con la siniestra política de masacrar campesinos y sindicalistas, acusándolos de ser “auxiliadores de la guerrilla”.  Ni hablar del barrido que han hecho de la intelectualidad independiente.
Los difíciles caminos de la paz hay que transitarlos con denuedo y decisión imperturbables, para que la justicia pueda abrirse paso en su sagrada misión.
Los enemigos de la paz están demostrando que la ira y la desmesura nacen de su ambición de poder, como en Tántalo.  Quieren ignorar el don de la justicia que es el contenido de la paz y llevar a los colombianos a ignorar los límites de la ética, carentes de presencia de espíritu, la maldad misma, unos monstruos de insignificancia y de rencores.
Es el momento que la solidaridad colectiva para la defensa de los grandes principios que han enriquecido la historia espiritual de Colombia.
Los enemigos de la paz constituyen la morralla de la historia colombiana.
Empero, algunos monstruosamente se consideran enviados de Dios, como el caso del Senador Uribe Vélez.
La resolución con la cual el gobierno de Santos, está entregándose para lograr la paz como  también a esa labor de sanidad espiritual, alcanzará la finalidad redentora de devolverles a los colombianos la seguridad de poder vivir y avanzar protegidos en sus fuegos.
Los colombianos de bien, como el mundo entero, anhelamos la paz, de la cual dijo Jesús: “Mi paz os dejo, mi paz os doy…”. Como existe conciencia para apoyar evidentemente los diálogos de la Habana, recordamos agradecidos las palabras de David, en el Salmo 42: “Júzgame tú Oh Dios, y toma en tus manos mi causa, líbrame de la gente impía y del hombre inicuo y engañador”.
Colombia está persuadida del leviatán denominado “Centro Democrático”, del Senador Uribe, donde milita José Obdulio Gaviria, asesor de su primo Pablo Escobar Gaviria, el más grande narcotraficante y terrorista del país. Colombia está persuadida de quienes son esos hombres inicuos y engañadores.

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