La revocatoria del Alcalde
Petro
Ya se presentaron firmas para
solicitar a la autoridad electoral el procedimiento para la revocatoria del
mandato al Alcalde de la Capital, doctor Gustavo Petro. No se conocen las
razones. Importa poco, porque se trata
de una acción politiquera y
sectaria para impedir que continúe gobernando un funcionario que no es del
gusto de los proponentes. Tal vez les hubiera gustado uno bien conservador, del
establecimiento, de esos que se someten a la voluntad de los ortodoxos, de los
clásicos, de los que en los últimos lustros han pretendido regresar al gobierno
distrital.
La revocatoria del mandato,
como mecanismo de participación, tiene explicaciones constitucionales. No es un
procedimiento para satisfacer inquinas ni para hacer revanchismo partidista.
Puede plantearse y tramitarse cuando existe una flagrante contradicción entre
la propuesta política de campaña y las ejecutorias del gobierno, lo que tiene relación con el voto programático. También puede ocurrir
cuando el funcionario pierde el juicio, incurre en gravísimas faltas éticas o
en ostensibles actos afrentosos a la sociedad. Igualmente cuando la corrupción
se apodera de los actos gubernamentales o el funcionario desatiende sus deberes
e incurra en deliberado abandono de funciones.
No es el caso del Alcalde
Petro. Sus más controvertidas acciones ocurren porque ha pretendido gobernar de
acuerdo con sus ideas, propuestas y talante. Petro no representa a los partidos
tradicionales ni tiene un concepto del Estado y la sociedad igual al que
plantean la mayoría de las colectividades políticas. Petro no representa ni el
status quo ni a los convencionalismos tradicionales. Ha sido y es un político
contestatario que pretende resultados económicos, sociales, políticos y
culturales para la ciudad que gobierna, por caminos diferentes.
Por eso no se le puede
revocar. Fue elegido legítimamente para gobernar cuatro años y es una
insensatez pedirle resultados cuando apenas lleva el primer año, precisamente
el de la organización del gobierno, el de la concepción del Plan, el de la
elaboración de los proyectos, el de sanear la economía.
Petro es honrado. Me gusta su defensa de lo público. Que tenga
del Estado la idea de que debe responder a los asociados por los servicios
públicos esenciales. Me agrada que un Alcalde como él reclame la autonomía que
la Constitución consagra para las Entidades Territoriales. Que le duela la
suerte de los pobres y tenga el concepto de que ellos y la clase media deben
ser considerados con equidad en los compromisos del desarrollo.
No entiendo que se pretenda
hacer daño a la ciudad y a sus habitantes generando una crisis institucional, cuando apenas se
empieza a superar la presentada en la anterior administración.
Tampoco comprendo el argumento
de que un funcionario contra quien se intente una acción de revocatoria del
mandato, no se pueda defender de las acusaciones ni tenga la oportunidad de
oponerse a las pretensiones de sus contradictores.
Hay mucha ojeriza en el
ambiente capitalino. El odio y las represalias no aconsejan bien en estas
delicadas materias. Petro debe continuar. Déjenlo trabajar.
Bogotá D.C., 22 de Mayo del
2013 - Columna semanal de Elnuevosiglo