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miércoles, 29 de septiembre de 2010

Salida negociada o la paz de los sepulcros

 Miércoles, 28 de Septiembre de 2010

Golpe a golpe se van desmoronando las Farc. Las últimas acciones de la Fuerza Pública han sido tan contundentes y limpias que no queda duda de que a esa organización armada le llegó la hora de decidir si prefiere una tumba en las montañas o una paz digna con las Instituciones. La muerte del Mono Jojoy es la prueba reina de que también perdieron la guerra en el campo militar. Y no parece que puedan recuperarse de tan demoledora acción.
Los golpes contra esa guerrilla han demostrado tal superioridad militar y estratégica del Estado que nadie puede suponer que se trata de buena suerte. Detrás del abatimiento del Mono Jojoy se aprecia un trabajo de filigrana de una fuerza pública decidida a destruir una estructura militar que se creía imbatible.

El conflicto colombiano avanza hacia un desenlace esquivo durante los últimos 50 años, que debiera ser el de la salida política. Las guerras internas de El Salvador y Guatemala terminaron cuando la insurgencia comprendió que no tenían capacidad para derrotar al Estado y que les era más rentable la paz que la guerra. Igual sucedió en Colombia con los grupos desmovilizados del M-19, EPL, Quintín Lame, CRS y PRT.

La diferencia en este caso es que después de burlar la confianza nacional e internacional en El Caguán, las Farc se han desvertebrado en medio de la esquizofrenia, situación agravada por la ausencia de liderazgos ciertos y de espacios políticos.
Las Farc han perdido más de la mitad de su tropa, el apoyo popular y la credibilidad. Están aisladas internacionalmente y sus aliados les han volteado la espalda. Y como los malos de las películas, cuando caen en desgracia ya no asustan a nadie.

A pesar de los significativos avances de las tropas, que bajo la dirección del Presidente Santos avanzan hacia la victoria, no es humano desear que todo se resuelva en un mar de sangre, en un espectáculo de exhibición de cabezas humanas aplastadas. Ojalá se pueda alcanzar un fin civilizado, un novedoso proceso de terminación del conflicto armado que nos ahorre el mayor número de muertos y de terror.
¿Cómo lograrlo? ¿Tendrán poder los jefes de las Farc para dar el paso y enviar señales contundentes de que son capaces de privilegiar la razón a la fuerza?

El Presidente ha sido generoso en la victoria. Esta golpeando al enemigo y al mismo tiempo le esta abriendo la puerta del diálogo, que a estas alturas no puede ser incondicional. La palabra la tienen las Farc. Todos esperamos que sean valientes para entender que están aislados y que solo les queda buscar entendimientos. Para demostrarlo, pueden comenzar con acciones concretas, como liberar a los secuestrados y acogerse al DIH.

No es mucho pedir. Si las Farc no dan el primer paso, quizás la única paz que puedan alcanzar sea la de los sepulcros. Es una desgracia, pero es la ley de la guerra.

miércoles, 16 de junio de 2010

Bienvenidos a la libertad

Colombia, miércoles16 de junio de 2010

--------------------------------------HORACIO SERPA
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En plena efervescencia del mundial de fútbol las Fuerzas Armadas le metieron un golazo a las Farc: rescataron en plena selva, sanos y salvos, a tres de los policías de más alto rango y a un suboficial del Ejército en poder de esa organización guerrillera. Algunos secuestrados desde hace más de doce años. Colombia no sale de la alegría.

El general Luis Mendieta, los Coroneles Enrique Murillo y William Donato, y el Sargento Primero Arbey Delgado, regresaron del infierno en el que las Farc los mantuvieron, con una declaración para esa organización guerrillera: abandonen la guerra, liberen a los secuestrados y dedíquense a la política.

Tienen razón: las Farc son una organización en crisis. Derrotadas políticamente, acorraladas militarmente, aisladas internacionalmente, sin respaldo popular y la moral por el suelo, son una especie de dinosaurios que no caben en ningún zoológico, ni nadie los quiere en su casa.

Los secuestros se han convertido en el peor error de la guerrilla en su larga historia de desaciertos. Son su suicidio político. Pasados doce años de esa prácticas violatorias del derecho internacional humanitario, han perdido cualquier credibilidad. Según los recién liberados, las bases de la guerrilla presionan todos los días por la liberación de los plagiados. Solo la terquedad del Secretariado de las Farc les hace creer que pueden tener algún tipo de retribución por semejante barbaridad.

El secuestro les ha servido para congregar en contra suya al país entero. Las marchas exigiendo la libertad de los secuestrados, la exitosa operación Jaque, que trajo a casa a los tres contratistas norteamericanos, a Ingrid Betancur y a 14 personas más, han dejado a las Farc como una caterva de infames.

Hoy se está cerrando el espacio político para reclamar el acuerdo humanitario. El rescate militar empieza a ofrecerse como la única salida para quienes permanecen pudriéndose en la selva.

La cúpula de esa organización debería escuchar a los liberados. Y al país entero. La liberación unilateral de las personas en su poder, el fin del secuestro como arma política y la fijación de condiciones viables para negociar el fin del conflicto armado, sin zonas de despeje que el país no toleraría en medio de la euforia triunfalista de la estrategia de la seguridad democrática, le permitirían a esa agrupación una salida digna. Los países amigos y la comunidad internacional apoyarían una estrategia en ese sentido.

Cuando el país se alista a elegir un nuevo mandatario, sería oportuno que antes de que los colombianos voten, los candidatos revelen lo qué piensan frente a la posibilidad de una novedosa y diferente salida negociada al conflicto armado. Porque la única manera de medir efectivamente el éxito de la seguridad democrática es que el Estado obligue a las Farc a llegar a una mesa de negociaciones. Y que el mandatario elegido abra la puerta a la posibilidad de reinventar la paz y sentar las bases de un país reconciliado consigo mismo y con los vecinos. ¡Bienvenidos, queridos rescatados!

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