Por Gerardo Delgado Silva
Tiene la
patria, el privilegio de contar en su seno con el Presidente Juan Manuel
Santos, justísimamente galardonado por la Academia Sueca con el Premio Nobel de
Paz. Se trata de un hombre recto y heroico,
el individuo que cumple con su deber por encima de toda tentación y de todo
alago, por encima de las veleidades materiales, que convierte su apostolado en
un caso moral. Un funcionario
integérrimo, indomeñable.
No está
descubriendo las cosas que le fueron familiares. La vida de su pariente Eduardo
Santos, premiado en Europa por su vida bella y generosa, presidida por la
comprensión universal de los fenómenos humanos, iluminados por la caridad y la benevolencia,
ha constituido en la historia presidencial de nuestra patria, un ejemplo
tonificante de virtudes privadas y civiles y un guardián vigilante,
desinteresado y eficaz de la nacionalidad, cuyos hondos motivos de asociación
interpretó, hasta confundirse su figura personal con el perfil histórico de
Colombia.
Con otra
sonora impostura, el Senador Uribe, ha venido de tiempo atrás satanizando el
proceso de Paz. Y así, envileciendo el
lenguaje de la gran causa de esa Paz; en su campaña por el “NO”, siniestro del
plebiscito, con un sentimiento profundo de indignidad y pequeñez, sugirió en
diversas formas aviesas, que el Presidente Juan Manuel Santos, le estaba
entregando el país a las FARC.
A muchos
colombianos infortunadamente les faltó buen juicio para elegirlo presidente,
como también al optar por el “NO”.
Es
comprensible la postura del “Senador Uribe y su Centro Democrático”, en la
medida que la retórica en la época de su mandato, envileció todo el lenguaje de
las grandes causas, hasta convertirlo en símbolo de la traición y la
impostura. Empero sigue con sus ínfulas
cortesanas con el desprecio señorial por el Estado de Derecho y por supuesto de
los derechos humanos, haciendo resurgir su agazapado fascismo, nutriéndose del
odio y de la exclusión, con la pedagogía de la intolerancia y del resentimiento.
Durante el
mandato del Senador Uribe, LA magnitud de la influencia de los grupos
paramilitares sobre extensas regiones del país, se convirtió en un fenómeno
dramático.
Los
paramilitares exhibieron esa influencia, no solo militar, sino política con
parlamentarios conocidos como “parapolíticos”, como es el caso del señor Mario
Uribe Escobar, primo del Senador Uribe, quien fue sentenciado por la Corte
Suprema de Justicia, pues su comportamiento estuvo inmerso con los
paramilitares como Salvatore Mancuso y Eleonora Pineda, sin cumplir en ningún
momento con la función sagrada de parlamentario. Esa influencia paramilitar, fue social y
económica. Durante ese gobierno de
Uribe, los dineros destinados a proteger a más de doce millones de colombianos,
que son los más pobres, fueron a parar a las arcas de esos violentos
paramilitares, y terminaron utilizados para comprar armas, alimentar el
narcotráfico y encender aún más la guerra.
Las ARS, como lo supo todo el mundo, resultaron una conexión
paramilitar. ¿No fue una inaudita
expoliación de los dineros de la salud?
En su libro:
“Mi Confesión”, Carlos Castaño, afirma refiriéndose al Senador Uribe:“ La base
social de la autodefensa lo considera su candidato presidencial”. Esto nos
permite comprender las irracionalidades del expresidente Uribe, mostrando
tamaña propensión al mal, un apetito de poder, inconmensurable desprecio por
los derechos humanos, y su famoso absurdo “de vivir a la enemiga”. Pragmatismo que despoja a la política de toda
consideración ética. ¿Dónde está su hermano Santiago, jefe de los Doce
Apóstoles, un censurable grupo paramilitar? Pues en la cárcel por sus crímenes.
En forma
proterva, ominosa, siempre ha tratado con su denominado peyorativamente “Centro
Democrático”, horadar el proceso bienaventurado de paz, con su apetito de poder
que no se dirige a las fuerzas racionales del auto interés, sino que despierta
y moviliza aquellas fuerzas diabólicas del hombre, que creíamos inexistentes o,
por lo menos, desaparecidas hace tiempo.
De acuerdo
con la Psiquiatría Forense, la guerra revela a las personalidades psicopáticas,
como el Senador Uribe, un mundo a su medida; de ahí que sea un imposible que
vuelvan con agrado al mundo de la paz.
Son evidentes
las enseñanzas y lecciones que enseña la experiencia Salvadoreña. Las de un país antes desgarrado, que supo
enterrar a sus muertos, restañar las heridas y echar para adelante. Todo es posible cuando hay voluntad, realismo
y decisión. Cuando se entiende el
agotamiento de la guerra y existe el coraje – como el del Presidente Juan
Manuel Santos – para ensayar otro camino, ese sí bienhechor. Los colombianos deberíamos mirarnos más en el
espejo de el Salvador.
El Senador
Uribe con motivo del plebiscito nos demostró una vez más que se niega a
abandonar la violencia, y aun cree que las armas son un instrumento para lograr
cambios políticos. Y así quiere
conquistar a la patria para su respectiva fe.
Resulta un tanto anacrónico apenas como un dato del pasado, sino se
recuerdan la vileza y la crueldad a la que llegó la mente humana enceguecida
por el fanatismo y la locura.
Estamos ante
la necesidad ineludible que tiene el hombre no abrumado por la animalidad, de
restablecer el desquiciado reino del espíritu.
Nunca el
Senador Uribe ligó su actividad de Presidente de Colombia a los principios
fundamentales y eternos. En cambio el
Presidente Juan Manuel Santos ha tenido conciencia de la responsabilidad
personal ante Dios y ante la sociedad, todos los hondos motivos que ennoblecen
la vida. Inflexiblemente recto,
naturalmente austero, apasionadamente estudioso, substancialmente incapaz de
doblez o hipocresía.
Esto de
oponerse a la Paz, presenta al ojo del extranjero un aspecto de enfermedad de
vida primitiva.
Resulta un
engendro protervo, que el expresidente Uribe y su Centro Democrático hubiesen
afirmado, palabras más, palabras menos, que si ganaba el “SI” en el plebiscito,
Colombia se convertiría en otra Venezuela; y que se disminuiría la cuantía de
las pensiones, para entregar esas sumas de dinero a las FARC, que estas no
indemnizarían jamás a las víctimas.
Acerca de
estos comportamientos procaces, el Senador Uribe con el desprecio señorial por
el Estado de Derecho, resurgiendo su agazapado fascismo, nutrido de odio y de
la exclusión, el gerente administrativo de la campaña por el “NO”, Dr. Juan
Carlos Vélez, reveló al país, que lo fundamental no era analizar el contenido
de los acuerdos, sino provocar un panorama de “indignación para que la gente
saliera a votar berraca”.
El
esplendente Premio Nobel de Paz, como todos sabemos galardón otorgado a nuestro
dignísimo Presidente Santos por el Comité Noruego como ya dijimos y que revela
el sentimiento del mundo entero, es tan nítido como la evidencia misma de los
hechos. Es un evento que resalta la
dignidad, honradez y coraje del Señor Presidente Juan Manuel Santos,
deslumbrante para todos los colombianos.
Perdónenme
que repita, a contrario sensu, el Senador Uribe y su llamado Centro
Democrático, sumergido en el averno, quiere llevar a Colombia con los ojos
abiertos hacia el precipicio. De ahí,
que THE NEW YORK TIMES, afirmara el 14 de este mes: “Álvaro Uribe es el hombre
que está bloqueando la paz”.
Ahora quiere con
un acomodamiento torticero y desafiante ir o enviar delegados a Cuba. ¿A qué puede ir allá un epígono de Hitler?,¿A
caso cuando fue infortunadamente primer mandatario, no pretendió sacar avante
una ley que so pretexto de reinsertar a paramilitares, quería la amnistía e
indulto?
El contenido
sagrado de la Paz, nos lo expresó nada menos que Jesucristo, cuando dijo: “Mi
Paz os dejo, Mi Paz os doy”.
Escrito
para bersoahoy.co