sábado, 22 de julio de 2023

Petro en su laberinto

Mario González Vargas
El país no ha tomado en serio los elementos estructurales de la personalidad del presidente Petro, a pesar de que nunca han permanecido ocultos en sus intervenciones en los debates nacionales y en los foros internacionales. Ello, le ha reportado ventajas para distraer a partidos, gremios y opinión pública en Colombia, y granjeado cierta curiosa atención en las instituciones y audiencias internacionales poco acostumbradas a ejercicios de igual naturaleza. Petro se aprovecha de ello para adormecer a sus respectivos auditorios y gozar de la incredulidad de sus compatriotas y de la educada despreocupación de sus auditores de otros países.

En Colombia nunca ocultó sus metas, sin que sus contradictores tomarán conciencia que procuraría convertirlas en realidades, quizás porque le prestaban la naturaleza ilusoria que predomina hoy en la política nacional. Navega así con comodidad a sabiendas de que sus críticos no lograrían entender que sus palabras son promesas que se esfuman en la vorágine de impunes incumplimientos que hemos sufrido y tolerado por muchos años. Perfecta ilusión de que todo cambie para que todo permanezca igual.

Igual ejercicio ejecutó en la reunión de la Celac y la Unión Europea, en la que desdeñó abordar los temas de fondo de unas relaciones consideradas desiguales e improductivas para las Américas latina y del Caribe, para dar curso a una lección de lo que significa el progresismo en la versión Petro, que él identifica como compartida por las izquierdas americanas. Acusó al capitalismo de haberse convertido en un Frankenstein para nuestros pueblos, que tiene por ejes fundamentales sistemas “caracterizados por la acumulación de capitales alineados con la ganancia de codicia que define el capital y el modo de producir capitalista que ha generado la crisis climática”. Y todo ello, delante de gobernantes de países que al amparo de la democracia en lo político y del capitalismo en lo económico, lograron los mayores índices de progreso social y económico que hace de sus democracias ejemplos de estabilidad, prosperidad y libertades que no se habían logrado en épocas anteriores.

En sus declaraciones en su gira por países europeos insistió retóricamente en los peligros ambientales que amenazan al mundo, en discursos apocalípticos y, por ello, libres de soluciones apropiadas para un mundo con renovadas capacidades científicas para conjurarlos. Replica, así, el relato que usa para consumo interno de redención de políticas, costumbres y creencias que condena, pero que consiente en su propio gobierno, pletórico de impericia, improvisaciones e incapacidades ejecutivas, quizás también animado por la obsecuente actitud de los partidos, más preocupados por las gabelas de sus congresistas que por las legítimas necesidades y aspiraciones de los ciudadanos. Nada lo conmueve ni lo inquieta. Ni los escándalos de corrupción que salpican familiares y políticos próximos al poder, ni la inseguridad que hoy se extiende por todo el país, ni las catástrofes naturales que sesgan vidas, destruyen infraestructuras y condenan a las gentes a desplazamientos inevitables, ni el creciente repudio ciudadano que se está convirtiendo en tsunami que, a falta de oposición de organizaciones partidistas, será talanquera eficaz para impedir su ambición inaudita de supuestamente perfeccionar a su antojo nuestra democracia.

sábado, 15 de julio de 2023

Once meses de gobierno

Mario González Vargas

Transcurridos once meses desde la posesión del presidente Petro, el país vive incertidumbres y angustias que superan las dramáticas vivencias sufridas en el pasado reciente. Nos encontramos frente un desgobierno éticamente cuestionado, que apunta al caos, sumidos en escenarios que el propio gobierno suscita con su pertinaz apego a un credo ideológico que privilegia la realización del dogma de la “destrucción creativa”. Todo ello, bajo la férula de un presidente animado por un espíritu delirante, que supone redentor, y acompañado por una cohorte de ejecutores, inexpertos unos, mediocres otros, que ofician de espalda a los colombianos, a sus pesares y esperanzas.

Ninguna promesa de cambio se ha logrado cumplir. Improvisaciones, reyertas sin causa, despilfarros continuos y usufructo burocrático para familiares y allegados de los altos funcionarios, jalonan sus actividades y desdicen de su talante de gobernante. Sus periplos por el mundo con mensajes apocalípticos y discursos enrevesados, cuando no incomprensibles, despiertan inquietudes sobre su estabilidad emocional y rigurosidad intelectual.

El nuevo Ministerio de la Igualdad se erige como el mayor monumento al despilfarro y a la duplicidad de funciones entre ministerios y agencias del gobierno, que enervarán la debida ejecución de múltiples políticas públicas. Subsidiar a los infantes de las primeras líneas y a los jóvenes perpetradores de la violencia para que depongan las armas, constituye idílica fantasía que resulta devastadora éticamente, inocua políticamente e insostenible financieramente.

La seguridad, valor fundante de toda sociedad, se ha visto destrozada por la aplicación de la política de paz total, la que, con su axioma de ceses al fuego con cada organización criminal, comprendidas las hoy disfrazadas de delincuencia política, pretende hacer olvidar su naturaleza terrorista. Los ceses del fuego con cada una de ellas convierten a la Fuerza Pública en testigo impotente de las guerras entre los beneficiarios del narcotráfico y del control territorial, y auspician los paros armados que castigan a las poblaciones con su obligado confinamiento. Así se multiplican masacres, secuestros, extorsiones, asesinatos y reclutamientos forzados a la población civil, con garantías de total impunidad. Negociar sobre la vida es inaceptable, e innoble resulta la sindicación de responsabilidad del atolondrado ministro de la defensa a la Fuerza Pública, menguada en su pie de fuerza, y constreñida a obedecer al derrotismo asustadizo de quien se encuentra a cargo de la seguridad de los colombianos.

La política exterior tampoco escapa al desenfreno propio de la improvisación y de solidaridades ideológicas, además maltratada por la impericia de quienes la ejecutan. El distanciamiento del canciller con sus funcionarios de carrera, no solo cobró su precio con el penoso fracaso de la reunión convocada sobre la situación de Venezuela, sino que se ha visto acrecentada por las actuaciones y despropósitos de nuestros embajadores en Méjico, Venezuela y Nicaragua que desdicen del profesionalismo de nuestros agentes diplomáticos, construido por años con tino y perseverancia. El país espera que se rectifique el rumbo y se permita diseñar los arquetipos del cambio, lo que exige mejorar lo hasta ahora construido, aunque la creciente retórica agresiva y la incansable pugnacidad del presidente no lo predice. El 20 de julio lo sabremos.

sábado, 8 de julio de 2023

Sin guardianes en la heredad

Mario González Vargas
Los audios de las conversaciones entre Oscar Iván Zuluaga y Daniel García publicados por la revista Semana, no solo develan reconocimiento de responsabilidad del ilícito usufructo de los dineros de Odebrecht en el debate presidencial de 2014, sino también evidencian las falencias en el diseño y trabajos de las dos entidades responsables de los procesos electorales, y se suman a las amenazas de violencia que hoy se ciernen sobre las elecciones regionales de octubre de este año.

La Registraduría Nacional del Estado Civil y el Consejo Nacional Electoral no han dejado de sembrar inquietudes e incertidumbres sobre la necesaria transparencia de las elecciones, indispensable para la legitimidad de las autoridades del Ejecutivo y el Legislativo. No se ha logrado disipar, sino acrecentar, las sombras que cobijan sus acciones y decisiones.

Las grabaciones de marras confirman la opacidad que cubre las contiendas electorales, seguramente auspiciada por el errático diseño de las instituciones concernidas y aprovechada por los distintos actores de los procesos eleccionarios. Por ello, no dejó de inquietar que el Congreso resignara la posibilidad de mejorar el sistema, con la aprobación de una reforma electoral de la mano del registrador y expresidente del CNE que más dudas ha despertado en el ejercicio de sus altas responsabilidades.

La reforma se inspira en el clientelismo burocrático, tan caro a las mayorías congresionales. En efecto, consagra el libre nombramiento y remoción de toda la nómina de la Registraduría, en detrimento de los concursos de méritos; establece una contratación libre de requisitos y escrutinio, cuando atañe a su carácter misional -entre ellos el software de conteo de votos-, bajo el manto del concepto de seguridad nacional; introduce el voto electrónico, desestimado por vulnerable por muchos países europeos; adopta la financiación a través de plataformas electrónicas, con lo que exonera de responsabilidad a los candidatos en casos de dineros provenientes de actividades ilícitas; instituye el control previo del CNE a las encuestas de opinión; y levanta el veto a la participación de los candidatos sancionados por los órganos de control.

Toda una panoplia de instrumentos para evadir controles y convertir al registrador y a sus funcionarios en los sospechosos árbitros de todo proceso electoral, y al CNE en su validador, sin herramientas ni voluntad para enmendar y corregir, como ha sido siempre su papel por razón de su diseño en su integración y competencias. No escandalizan los audios en los que Alexander Vega habla de la necesidad de tablas entre los candidatos presidenciales del 2014 en relación con la financiación oculta de Odebrecht. Resulta apenas natural la incredulidad que acompaña la investigación del CNE sobre la campaña de Petro. Nos aprestamos a vivir las elecciones más violentas de este siglo, con los árbitros menos confiables y un gobierno impávido ante las angustias ciudadanas y sus previsibles consecuencias. Las organizaciones criminales dictarán impunemente su ley en vastos territorios, corolario obligado del delirio mesiánico del gobernante y de una oposición huérfana de autocrítica. Síntomas de la degradación de la política que parece condenarnos al desastre. Carecemos de guardianes en la heredad.

domingo, 2 de julio de 2023

El arrepentimiento del juego de cartas seria tarde

Por Bernardo Socha Acosta

Un peligroso juego de cartas, que comenzó a agitar un excandidato presidencial que ha ocupado todos los cargos del estado colombiano, no parece una decisión apropiada y cuerda, hoy que los viejos partidos políticos están en camino de demolición por sus propias acciones, por su caduca inoperancia y la implacable corrupción, que ha generado todos los males que hoy tiene este país.

Y lo que se propone ese llamado jefe de una fracción política, (apéndice liberal), es nada menos que incendiar al país, porque las condiciones no están dadas para que los viejos caciques intenten aplicar la dictadura que se hizo por tantos años con un pueblo arrodillado pidiéndole migajas a unos cuantos llamados jefes de los partidos. Pero aun más si ese señor intenta desesperadamente rencaucharse con estas maniobras, hay el temor de que este padeciendo un desequilibrio mental. 

Si los movimientos políticos acceden a la convocatoria desesperada que ha hecho ese aparente dirigente para enfrentar al gobierno, estarían demostrando su debilidad y se convertirían como mansas ovejas de camino al matadero, fáciles de manejar.

Pero aún más, esa obediencia de políticos, sería un peligroso desafío contra más de 11 millones de colombianos, que no estarían dispuestos a dejarse irrespetar por un solo político que ha tenido todas las oportunidades en años atrás para demostrar su libre albedrio por el progreso del país. Pero parece que ese deseo de gobernar, ha sido solo para fortalecer intereses personales porque, Colombia no recuerda haber recibido acciones filantrópicas, de las que quizás sus antepasados si cumplieron. Ahora se aprovecha de los apellidos de quienes, si representaron con decoro a los colombianos.

Y si el país comienza un camino nefasto, no es por acciones del gobierno, sino por la mezquindad de ese político y sus seguidores. Si Colombia comienza a transitar senderos PEORES que los que han dejado los gobiernos pasados, la continuidad de la peor violencia, no está lejos.

Es que lamentablemente los gobiernos pasados han tenido todas las oportunidades para ganarse a los conglomerados sociales y tener a Colombia como uno de los países latinoamericanos modelo ante el mundo aprovechando tanta riqueza material y humana, pero esos mandatarios han gobernado para unos pocos y quienes han sido marginados, hoy están reclamando y dispuestos a defender sus derechos.

La destrucción de los partidos conservador y liberal, y de los nuevos grupitos como, Centro Democrático, Cambio Radical y la U, ha generado nuevas alternativas que hoy comienzan a mostrarse como bases para lograr los cambios que la sociedad ha reclamado desde hace más de 60 años cuando nacieron los grupos armados para enfrentar al país de los abusadores del poder.

No es que el pueblo rechace los poderes políticos y económicos. Lo que el pueblo rechaza es el abuso que han tratado de imponer, con el esfuerzo tributario de todos.

Hoy el pueblo no aguanta más abusos y lo que está tratando de organizar ese excandidato presidencial (un frente contra el gobierno) es otro de los abusos a los que está acostumbrado a manipular, pero esta vez el pueblo también responderá como debe ser.

Esta vez el pueblo le dirá: NO SE EQUIVOQUE, que Colombia hoy tiene un nuevo pensamiento; no el pensamiento del conformismo y la mansedumbre de esclavitud que había instaurado el poder impositivo. Ese juego de cartas del señor… excandidato, terminará en un incendio del que todos los políticos se arrepentirían si se cumpliera.

sábado, 1 de julio de 2023

'Un pequeño cambio en la cabeza'

ENTRE LA OPOSICIÓN Y EL ESTORBO


Arturo Guerrero
(columnista)

Tomado de El Espectador

No se hace oposición, se hace sabotaje para conseguir o recuperar el poder. No se busca aportar al bien común, se falsea, se dan palos de ciego con tal de desprestigiar al contendor. Se hacen montajes de protesta, no para arreglar algo, sino para acusar dónde duelen los golpes.

No esperan ni un par de meses luego de la posesión del adversario, para lanzar a las calles en su contra pequeñas pancartas, consignas copiadas de lo que oían cuando ellos eran todo, noticias falsas sobre médicos cubanos. Dejan ver una angustia de viudez. Son los deudos de la autoridad y se comportan sin la dignidad con que los poetas elogian a los vencidos.

Si su afán fuera el bienestar de las mayorías, habrían hallado instancias desde donde plantear su aporte patriótico. Pero no, más bien profieren lloros ante su leche derramada. Y dejan notar un deseo libidinoso por recuperar al menos dentro de cuatro años, ojalá antes, las prebendas heredadas desde cuando nacieron los bisabuelos.

No son oposición, son estorbo. Nunca entendieron aquel cartel puesto hace rato en una reja y llevado luego a Twitter: “Lo que le pasa al país es que la solución está en manos del problema”. Hoy dejaron de ser el problema, al menos en lo referente al poder ejecutivo, pero se siguen negando a contribuir a la solución.

Y podrían hacerlo. ¿Cómo? Aprendiendo de la historia. Admitiendo que después de dos siglos de dormitar sobre la herencia y los dividendos, hoy quienes nunca tuvieron herencia ni dividendos sueñan por fin con un sitio donde sea vivible la vida y despejado el porvenir para sus vástagos.

Muy pocos quieren arrasar con la minoría hoy en desbandada. La mayoría de los hambrientos es gente que sabe rendir la sopa y la aguapanela para que todos se acuesten sin un vacío en el considere. Si pusieran su ardor en esta vasta pobrería, los opositores de hoy sumarían sus destrezas seculares para empujar el carro común hacia un destino tolerable.

Les convendría dar oídos al escritor gringo John Buroughs quien a fines del XIX sentenció: “El enorme error que cometemos es suponer que, como un poco de dinero es algo bueno, una cantidad ilimitada es la suma de todo lo bueno”. Ojo, ya ustedes tuvieron un poco y una cantidad ilimitada de dinero, es hora entonces de que se pregunten dónde está la suma de todo lo bueno. Más les vale pasarse del problema a la solución.

No es para que dejen de ser oposición. Es para que dejen de ser estorbo y comiencen a pensar en función de la pequeña humanidad que les correspondió como compatriotas. Cesar de lamentar la pérdida del poder y empezar a preguntarse, como Echandía, el poder para qué.

No poner palos en la rueda del carruaje, hoy conducido por otro, sino instigar hacia la coronación del viaje a un estado en que cada cual por fin experimente para qué fueron puestos estos montes, estos ríos, estas flores, estas canciones, al alcance de todos. Sería un pequeño cambio en la cabeza, pero una enorme ganancia en todo el cuerpo.

martes, 27 de junio de 2023

A dónde llegarán los gorriones con sus astucias

Por Bernardo Socha Acosta
Una conferencia acerca de la misión que cada uno de los seres humanos hemos adquirido cuando nacemos, me llamó poderosamente la atención cuando el expositor se refirió a la malvada astucia de los gorriones.

Las misiones no son solo asuntos de religión, sino de las responsabilidades que a diario cada persona adquiere cuando viene al mundo. Y entre las responsabilidades está la de cooperar para que tanto la vida como lo bienes de la naturaleza cada día sean más enriquecedores de manera individual y colectiva, es decir para bien de todos, para que haya un país o un mundo mejor. Haciendo un comparativo a nuestra vida práctica, encontramos las teorías de los filósofos antinatalistas que seguramente se van a los extremos y opinan que, de no nacer para vivir mejor, la vida no se merece. Es decir que, si el ser humano no cumple con la misión encomendada, más vale no haber nacido

Y asimilando lo anterior, todo parece copiado, de lo que le está ocurriendo a Colombia con los gorriones que ni trabajan ni dejan trabajar. Para los gorriones, está tan malo lo que se hace, como es tan malo lo que no se hace, porque creen y quieren hacerle creer al país que ellos son los buenos. Efectivamente parece que son los buenos, pero para acabar con los niveles de bienestar de muchos colombianos.

Y refiriéndonos a los niveles de vida de los colombianos tenemos que recordar algunos episodios de los que no quisiéramos acordarnos, porque han afectado a los más necesitados. Para citar solo algunos, de tantos horrores del pasado que son los que han llevado a la violencia, los odios y el hambre que hoy laceran a una gran parte de colombianos que ha preferido irse del país y otros seguir mendigando.

Léase bien, y miren a los que posan ser mejor que los demás. Cuando el entonces muy respetable presidente Pastrana en l998 creó el 1x1.000 fue un latigazo para los pobres que querían también tener una cuenta de ahorros como cualquier ciudadano legal, pero, el triunfo fue para los banqueros y politiqueros; en el año 2.000 el mismo presidente Pastrana para congraciarse más con los banqueros y sus llamadas bancadas políticas en el congresos, reajustó ese impuesto al 2x1.000. Y qué sorpresa para los colombianos más deprimidos, que llegó el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez y lo reajustó al 4x1.000 arguyendo que era temporal por 4 años, pero finalmente lo IMPUSO como impuesto permanente y así hasta nuestros días; hasta que llegó una partecita del cambio para los menos pudientes, económicamente. Pues a partir de este año quienes hagan transacciones bancarias por menos de 13 millones mensuales, no tendrán que pagar ese lastre de impuesto que habían establecido los que hoy dicen haber sido mejores gobernantes. Con qué cara un dirigente (si se le puede decir así) le pone la cara a los colombianos para burlarse seguramente de la amnesia que muchos padecen.

Pero eso no es todo. El señor Uribe ya para finalizar su gobierno le arrebató a los trabajadores las horas extras y buena parte de los derechos dominicales y festivos. Y así muchos de esos afectados tienen el valor de endiosarlo. Cómo será el poder para lavarle el cerebro a esos bienaventurados.

Si en Colombia fracasan los proyectos que para el bien nacional ha expuesto el gobierno, fracasará todo y entonces habrá que aplicar la filosofía ANTINATALISTA. ¡Mejor no haber nacido!

Nadie puede ser tan iluso y tan retrasado mental, pensar que proyectos como los de mejorar la salud para los colombianos sea malo; o pensar en una paz para todos sea un carma y una violación legal como ya algunos “sabios” lo han calificado; pero si la paz fracasa por esos padres de la patria, pues que entre el diablo y escoja, porque no habrá más que hacer. O, también será maldad que los campesinos reciban tierra para producir alimentos y darle de comer a esos “sabios” que al parecer creen ignorantemente que con billetes y monedas podrán alimentarse. O, será acaso que si los trabajadores pueden tener mejores niveles de vida con más capacidad adquisitiva para consumir bienes y fortalecer la industria, es ilegal. Proponer cambios en estos campos u otros, no es malo. Lo malo e inaudito es que esos políticos amañados no quieran hacerlo; solo sueñan seguir devengando sus 34 millones de pesos mensuales de sueldo que les pagamos los colombianos.

Ni el más ignorante puede creer que hacer cambios para el bien del país sea malo. Lo que los opositores desean es tener más gente mendigándoles para obligarlos a darles el voto cada vez que haya elecciones. Los politiqueros que mantienen embrujados a sus seguidores no les interesa que, éstos miren más allá de sus vetustas figuras, porque se les acaba, dónde chupar la sangre que le han sacado a los colombianos por tantos años. Parece que no se dan cuenta, o se hacen los miopes, para ver que la rebeldía de muchos, no es porque les guste irse a la aventurar de la selva en busca de mejores oportunidades, sino porque los han obligado a lanzarse a la ilegalidad, porque es la única alternativa que han dejado los politiqueros con su actitud malsana. Finalicemos diciendo que, esos politiqueros que parece que anhelaran la guerra en todo momento, a diario le auguran a Colombia un futuro incierto, con sarta de mentiras, asaltando la buena fe de algunos periodistas y medios de comunicación, que es para lo que tienen argucias, para el mal, no para el bien.

Escenarios de las elecciones de octubre

Mario González Vargas
El proceso para las elecciones regionales y municipales de octubre se anticipa como el de mayores amenazas de violencia en la historia reciente del país, sin que el gobierno se haya preocupado por adoptar medidas de prevención y protección que fortalezcan las condiciones de seguridad de autoridades, candidatos y electores, y permitan su desarrollo con todas las garantías que exigen el respeto de los derechos fundamentales.

Son muchas y reiteradas las preocupaciones que se han expresado con innegable sustento en la realidad cuotidiana. Alcaldes, Concejales, Personeros, presidentes de Juntas de Acción Comunal, se han visto constreñidos a abandonar muchos de sus municipios en los departamentos de Amazonas, Arauca, Bolívar Boyacá, Caquetá, Casanare, Cauca, César, Chocó, Guanía, Norte de Santander, Santander y Tólima. La MOE, los gobernadores, la Defensoría del Pueblo y hasta el CNE han solicitado al gobierno intervenir para que los actores armados no manipulen las elecciones, sin lograr que se inmute el Ministro de Defensa, ni se alarme el del Interior.

Impávidos y ciegos, pretenden ignorar las modalidades con las que las organizaciones criminales beneficiarias de ceses al fuego, y el Eln, someten a la población civil: caracterizan y empadronan a los habitantes; obligan a los ciudadanos a inscribir sus cedulas; señalan partidos y candidatos vedados en sus territorios, indicando así por quienes votar. Con ello, se alienta a los forajidos a convertirse en árbitros que determinen los resultados electorales, y se les facilita la instrumentalización de los diferentes sectores de la ciudadanía. No sorprenden entonces los repetidos secuestros de destacamentos de la Fuerza Pública en cumplimiento de legítimas tareas de mantenimiento del orden público, ni las extorsiones a los candidatos, a las autoridades, comerciantes, contratistas, empresarios, ganaderos y a la población en general.

No resulta entonces descabellada la sospecha de que tanta desatención del gobierno pueda relacionarse con la política de paz total y los alcances de las modalidades de participación ciudadana que en ella se privilegian, con carácter vinculante, para acuerdos parciales de inmediata ejecución en los procesos de paz con todos los alzados en armas, puesto que coinciden con la permisividad concedida a las organizaciones criminales en el proceso electoral. La estrategia del gobierno, abstenerse de poner orden y seguridad en los territorios, exige prometer la satisfacción de todas las fallidas esperanzas para evitar que eventuales resultados electorales adversos se conviertan en plebiscitos ciudadanos sobre la ineficacia e ineptitud del gobierno del cambio. Lo que empezó en la Guajira se extenderá a todo el país a modo de bazar de ilusiones. Los partidos políticos no pueden engañarse sobre las consecuencias del resultado electoral de octubre. Debatir sobre las urgencias y anhelos de las regiones no desvanece los imperativos del inmediato futuro de la nación. Las coaliciones no pueden prestarse para lecturas equivocas, sino reflejar las esperanzas para superar el incierto porvenir que el Pacto histórico pretende imponernos. Así se logró poner fin a las guerras civiles del siglo 19, así se tejió la reconciliación en el Frente Nacional, así se elaboró la Constitución vigente para perfeccionar los derechos y libertades cuya vigencia hoy reclamamos.

miércoles, 21 de junio de 2023

Orfandad legislativa de la clase trabajadora colombiana

Por Bernardo Socha Acosta
En Colombia hay unos 22 millones de trabajadores, entre 12.9 millones que laboran en la informalidad o sea en el rebusque, y 9.26 millones que son formales; es decir que son trabajadores con contrato, así sean temporales.

A esta fuerza laboral, el estado los tiene en cuenta para muchas cosas, entre ellas para pagar impuestos y para que en las elecciones elijan a congresistas y al presidente de la república.

Hace unas horas en la comisión séptima de la Cámara de representantes nos dimos cuenta que la clase trabajadora está huérfana y más que tener unos llamados congresistas para que los represente ante el estado, tiene unos reyezuelos que los ignora, subestima y desprecia.

Lo que cometieron las mayorías de esa comisión, porque no son todos, y ya sabemos de qué movimientos políticos son, (Centro democrático, liberales, conservadores, de la U y cambio radical) no tiene excusa y los trabajadores deben aprender a dar lecciones contundentes cada vez que los traten de utilizar para elegirlos en una corporación como la Cámara o el Senado. Hay que también darles con el látigo del desprecio para que ni el rastro regrese a una entidad que debe ser el fiel reflejo de la mano de un ciudadano que quiere tener verdaderos voceros y no verdaderos verdugos.

Pareciera que esos representantes inoperantes en comisiones, como la séptima de la Cámara, le tuvieran odio a los 22 millones de trabajadores y quisieran verlos esclavizados. Hay otras comisiones también que no funcionan por inasistencia de algunos miembros, que no demuestran sino desprecio por el pueblo que los eligió.

Estos 22 millones de trabajadores y sus familias necesitan mejores condiciones de vida, unos más y otros menos, pero todo necesitamos que el estado brinde mejores oportunidades para frenar esa carrera de empobrecimiento que lleva Colombia. La teoría de la línea de pobreza es cada vez más preocupante, pero, eso si no miran esos congresistas que torpedean proyectos de apoyo laboral.

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Y este preámbulo es para decir que los congresistas que hicieron posible el hundimiento de la Reforma Laboral, destaparon su desprecio contra los trabajadores.

Si bien fueron unos pocos los de la comisión séptima de la Cámara, los que hicieron esa demostración de desprecio a la fuerza laboral colombiana, los sindicatos deben apersonarse desde ya para iniciar una cruzada nacional contra quienes subestiman e irrespetan al trabajador.

Sería imposible que más de 22 millones de colombianos, que es la fuerza laboral colombiana, sin contar con los familiares, no seamos capaces de generar cambios en nuestras vidas y en nuestra sociedad, removiendo todo lo que no sirve en un ente como el Congreso de la república. Hay que barrer todo lo indeseable, para borrar igualmente esa mala imagen que tiene esa alta Corporación donde en otras épocas civilizadas no había llamadas mayorías y dejaban hacer las leyes que beneficiaban al pueblo. Hoy hay unas mal llamadas mayorías que lamentablemente el pueblo eligió, que pretenden esclavizarnos con su retrasada filosofía de poder, que lo único que hacen es frenar el progreso nacional.
bersoa@hoymail.com

Las lecciones y prospectivas del 20 de junio

Mario González Vargas
En la historia de los pueblos muchos supuestos redentores han resultado víctimas de sus propias narrativas. Pero quizás ninguno lo haya logrado en tan corto tiempo como nuestro presidente. Las marchas del 20 de junio, no sólo desmontaron la ilusa tesis de que el resultado electoral, por mínimo que haya sido el margen de la victoria, se transmuta en mandato intangible e ineludible para el pueblo y la institucionalidad, sino que también vaciaron de sentido sus arrogantes invectivas de “ir tan lejos como el pueblo lo quiera”, y reafirmaron su respaldo a la institucionalidad y su adhesión a los principios que hacen de la democracia el régimen de libertades deseado por los colombianos. Mensaje inequívoco que debería obligar al gobierno a la revisión de sus propósitos y a un nuevo direccionamiento de su gestión.

Así lo han entendido hasta algunos miembros de su bancada en el Congreso: “escuchen con humildad; entiendan que no tienen la única verdad; la soberbia no les permite gobernar”, fueron algunas de otras muchas expresiones de desconcierto de quienes entre sus filas no han perdido la razón. Crece en el país el rechazo a esa narrativa que pretende caracterizar a los opositores de oligarcas desalmados y de esclavistas supervivientes, maltrato que ahora se extiende a todo aquel que disienta, y con el que se pretende conculcar toda libertad de expresión de los ciudadanos y de información de los medios. Demagogia engañosa y sin sustento en una realidad que aprieta la vida cuotidiana del ciudadano y termina vaciando de legitimidad al propio gobierno.

Resulta evidente que en un escenario de dificultades económicas y de descomposición del orden público, de ineptitud en la gestión de gobierno, de sombras sobre la financiación de la campaña a la presidencia, de desencanto por incurrir Petro en las mismas conductas que había logrado satanizar, de desafecto ciudadano y de la incertidumbre del sector productivo, y sin mayorías claras en el Congreso que el presidente se encargó de dinamitar, su horizonte se halla hoy reducido y su credibilidad en vilo por un cambio que no logra construir ni precisar. La gobernabilidad se encuentra comprometida y su mandato se percibe desfalleciente.

Sus opciones se reducen a enardecerse más o a concertar. La primera pareciera encontrar apoyo en el círculo más cercano y radical del Pacto histórico, que aún responde a una ideología paleontológica que expresó en su conferencia en Berlín sobre el significado del derrumbe del oprobioso muro de contención de las libertades, y cuyas herramientas se pretenden esconder en los términos de las negociaciones por la paz total, que lo llevarían a bordear el abismo. La segunda, improbable, exige grandeza, y entender que cada amenaza a la unidad y concordia nacional que hemos confrontado en el pasado se ha superado con acuerdos, no alimentando el sectarismo, sino en concertaciones para salvaguardar los mayores intereses nacionales.

Vivimos en época de cambios y a esa realidad no debemos sustraernos. Al gobierno le correspondería comprenderlo y facilitarla, y a las fuerzas políticas construir las opciones para su realización. Anhelamos, pero no confiamos, que todos estén a la altura de sus obligaciones.

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