Como en un círculo interminable la descomposición se extiende implacablemente a todos los estamentos del país. Es innegable que se ha llegado a extremos indecorosos de tal magnitud, que afrentan la tradición otrora respetable de nuestra nacionalidad. Estamos presenciando que el delito, como denuncié en otra oportunidad, se está erigiendo en fuente del derecho, con cuanto esta situación de anormalidad jurídica y moral significa, como degradación de la conciencia colectiva. De modo que por eso, y por tantos otros despropósitos, vivimos sencillamente en un ambiente de caos que día tras día se magnifica y se enrarece más.
Y en estos tiempos en que muchos políticos comparten el rincón oscuro de los narcoparamilitares, huérfanos de ideas, sin hogar moral alguno, no obstante sus procederes vergonzosos del crimen, yerguen su espanto contra la administración de justicia, con sórdidas y airadas expresiones, como es el caso del procesado parapolítico Vicente Blel, ante la decisión de la Corte Suprema, que merece pleno respeto por ostentar la más sublime de todas las dignidades; dar a cada quien lo que le corresponde.
El país tiene la obligación moral de rodearla en su valerosa batalla, como apoyo activo y efectivo de la ciudadanía contra el crimen organizado apocalípticamente.
El vil ataque a la integridad de la Corte, realizado por el Senador, define no sólo sus inclinaciones delictivas, sino la decadencia de una clase dirigente y la degradación en que ha caído.
Y ante el lamentable quebranto de salud del señor Presidente de la Sala Penal de la Corte Suprema, Dr. Alfredo Gómez Quintero, el Senador Blel, exhibió una mezcla de actitud y complacencia, revelando su inhumanidad.
Tenemos el ánimo ferviente de que pronto continuará su aporte al máximo tribunal de la jurisdicción ordinaria, conformado por juristas eximios que demostrando su probidad difunden la luz de la justicia en el desorden que nos rodea, y simultáneamente se yerguen como faro de dignidad, con una “pedagogía de la esperanza”, cono dice Freire, estableciendo un valladar infranqueable contra las fuerzas oscuras y codiciosas del delito, que pretenden arrollar el Estado de Derecho.
Por otra parte, el ardid del paramilitar José Orlando Moncada, alias “Tasmania”, y sus partícipes, imputándole al Magistrado Auxiliar Iván Velásquez, una acción instigadora para que denunciase al Presidente Uribe del propósito tendiente a darle muerte a otro delincuente paramilitar, alias René. Esto nos permite inferir, una “magna y evidente impostura”, contra el funcionario que seguramente tiene una clara concepción de la ley. Es una grosera y burda maquinación, que no resiste el más mínimo análisis a la luz de la sana crítica del testimonio. Se le quiere conducir por los laberintos de un vituperable proceso Kafkiano.
En efecto, ¿Si la orden absurda de su muerte, inventada por René para no desmovilizarse, fue un episodio en el 2005, conocido por el Comisionado de Paz, a qué de debe ahora la truculencia contra el Magistrado auxiliar y la Corte Suprema?
¿Quién redactó la carta atribuida a “Tasmania”? ¿Dónde está René y qué ha expresado?
Y bien. Como la ira y la desmesura nacen de la ambición del poder, el Presidente Uribe se apoya sobre la explanada de esta trapisonda absurda contra el magistrado, y con el mito de la futura reelección, trata de amedrentar a la Corte, que por fortuna para la patria, resiste los embates e improperios, con estoicismo y coraje.
Pero hay algo más. Las revelaciones de Virginia Vallejo, concordes con lo dicho por Joseph Contreras; y la denuncia del ex-presidente Pastrana, ¿son simples ambigüedades, satánicas calumnias? ¿Fue víctima doña Virginia de un malentendido con Pablo, por deformación psico-ética? ¿No coinciden plenamente sus afirmaciones en el caso Santofimio, con el relato fiel de testigos en que se basó la sentencia?
Estamos frente a la antiquísima presunción según la cual el poder es un asunto exclusivo entre los reyes y Dios. Regresar a Inicio de Blogs http://www.bersoa.blogspot.com/
Y en estos tiempos en que muchos políticos comparten el rincón oscuro de los narcoparamilitares, huérfanos de ideas, sin hogar moral alguno, no obstante sus procederes vergonzosos del crimen, yerguen su espanto contra la administración de justicia, con sórdidas y airadas expresiones, como es el caso del procesado parapolítico Vicente Blel, ante la decisión de la Corte Suprema, que merece pleno respeto por ostentar la más sublime de todas las dignidades; dar a cada quien lo que le corresponde.
El país tiene la obligación moral de rodearla en su valerosa batalla, como apoyo activo y efectivo de la ciudadanía contra el crimen organizado apocalípticamente.
El vil ataque a la integridad de la Corte, realizado por el Senador, define no sólo sus inclinaciones delictivas, sino la decadencia de una clase dirigente y la degradación en que ha caído.
Y ante el lamentable quebranto de salud del señor Presidente de la Sala Penal de la Corte Suprema, Dr. Alfredo Gómez Quintero, el Senador Blel, exhibió una mezcla de actitud y complacencia, revelando su inhumanidad.
Tenemos el ánimo ferviente de que pronto continuará su aporte al máximo tribunal de la jurisdicción ordinaria, conformado por juristas eximios que demostrando su probidad difunden la luz de la justicia en el desorden que nos rodea, y simultáneamente se yerguen como faro de dignidad, con una “pedagogía de la esperanza”, cono dice Freire, estableciendo un valladar infranqueable contra las fuerzas oscuras y codiciosas del delito, que pretenden arrollar el Estado de Derecho.
Por otra parte, el ardid del paramilitar José Orlando Moncada, alias “Tasmania”, y sus partícipes, imputándole al Magistrado Auxiliar Iván Velásquez, una acción instigadora para que denunciase al Presidente Uribe del propósito tendiente a darle muerte a otro delincuente paramilitar, alias René. Esto nos permite inferir, una “magna y evidente impostura”, contra el funcionario que seguramente tiene una clara concepción de la ley. Es una grosera y burda maquinación, que no resiste el más mínimo análisis a la luz de la sana crítica del testimonio. Se le quiere conducir por los laberintos de un vituperable proceso Kafkiano.
En efecto, ¿Si la orden absurda de su muerte, inventada por René para no desmovilizarse, fue un episodio en el 2005, conocido por el Comisionado de Paz, a qué de debe ahora la truculencia contra el Magistrado auxiliar y la Corte Suprema?
¿Quién redactó la carta atribuida a “Tasmania”? ¿Dónde está René y qué ha expresado?
Y bien. Como la ira y la desmesura nacen de la ambición del poder, el Presidente Uribe se apoya sobre la explanada de esta trapisonda absurda contra el magistrado, y con el mito de la futura reelección, trata de amedrentar a la Corte, que por fortuna para la patria, resiste los embates e improperios, con estoicismo y coraje.
Pero hay algo más. Las revelaciones de Virginia Vallejo, concordes con lo dicho por Joseph Contreras; y la denuncia del ex-presidente Pastrana, ¿son simples ambigüedades, satánicas calumnias? ¿Fue víctima doña Virginia de un malentendido con Pablo, por deformación psico-ética? ¿No coinciden plenamente sus afirmaciones en el caso Santofimio, con el relato fiel de testigos en que se basó la sentencia?
Estamos frente a la antiquísima presunción según la cual el poder es un asunto exclusivo entre los reyes y Dios. Regresar a Inicio de Blogs http://www.bersoa.blogspot.com/
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