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miércoles, 30 de julio de 2008

GOLES A LA INTOLERANCIA

Tomado del Nuevo Siglo

Por Horacio Serpa

El fútbol en Colombia se ha convertido en un deporte de bárbaros. Y los estadios en catedrales de culto a pasiones desbordadas. Por lo menos esa es la imagen que se esta imponiendo en la conciencia colectiva ante los exabruptos de unos pocos desadaptados que logran atraer los titulares de los medios con sus actos demenciales.
Las noticias son dramáticas después de cada jornada futbolera. Jóvenes apuñaleados, tiroteados, muertos. Padres adoloridos, hijos enterrados o en las cárceles. La muchachada está yendo a desahogar sus pasiones a los estadios, pero unos pocos destilan odio por los colores de los oncenos contrarios. Intolerancia que lleva a la locura de acuchillar a los seguidores de los equipos oponentes.

Tales actos están manchando de sangre la práctica deportiva. Y de miedo a una sociedad que asiste estupefacta a ese delirio esquizoide de unos fanáticos que volvieron al fútbol un deporte extremo.

El país esta asistiendo a una cultura de gamberros disfrazados de barras bravas, que han importado de los hoolligan europeos el deseo de atacar, destruir y arrasar a quienes visten camisetas diferentes. A quienes tienen otro credo deportivo y apoyan otras estrellas. Al estadio van a vivir la orgia de la fascinación y el delirio. A acariciar la fantasía de la sangre en el asfalto.

Las barras bravas son un fenómeno que toma diariamente mas fuerza y parece un virus incurable. En las grandes ciudades y en las pequeñas ocurre lo mismo. Los jóvenes están siendo despojados de su inocencia a las patadas. Vestir una camiseta es una amenaza o una locura que se puede pagar hasta con la muerte.

Nadie parece hallar la cura a este mal. Ni los equipos, ni los gobiernos locales, ni las organizaciones sociales. Los esfuerzos colectivos se diluyen con el siguiente muerto. Los dementes no aprenden. Y el drama colectivo crece.

Que hacer? El tema es de autoridad, cierto, pero también de mucha pedagogía.

Los legisladores están tratando de apagar el incendio con leyes sicodélicas, como prohibir que los muchachos vistan las camisetas de sus equipos fuera de los estadios. Una medida que demostraría la incapacidad de las autoridades por imponer la ley y hacer respetar los derechos de los hinchas a vestir como se les antoje.

No se trata de vender el sofá, sino de sembrar tolerancia y construir una cultura de respeto a la vida y a la diferencia. Tenemos que impedir que unos pocos sigan convirtiendo los estadios en circos romanos, donde solo hay diversión si hay sangre.

Los gobiernos locales y departamentales tenemos que jugarnos la imaginación para detener ese fenómeno e impedir que los adolescentes sigan siendo victimizados y el fútbol estigmatizado. Hay que generar procesos culturales con campañas impactantes que inviten a la reflexión sobre el respeto a la vida y el derecho a la diferencia. El fútbol no puede seguir siendo una excusa para que los adolescentes se sigan atacando. Metámosle goles a la intolerancia.

Bucaramanga, 30 de Julio de 2008 > Volver
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