Por: ALVARO VECINO PICO http://alvecip.blogspot.com
¿Quién es el otro?... Aquel que no soy yo, o no es de mi círculo íntimo, o de amigos, o siquiera conocidos. El otro es aquel ajeno, anónimo, sin rostro, que se mueven entre sombras.
La relación con el otro no existe, es indiferente. El otro es donde no llega mi mirada, por eso no importa lo que sucede con él, es un ser lejano, sin contexto, sin historia, sin alma.
Como en la película de Alejandro Amenábar, "los otros", transitan en realidades o dimensiones paralelas, en un mundo difícilmente definible, en un tiempo y espacio que han perdido su carácter referencial, en algún lugar fuera del mundo.
Con la supremacía de la razón en el mundo moderno y la economía como árbitro de las relaciones humanas; el otro no es un sujeto, es simplemente un consumidor o una simple mercancía; es solo el medio para alcanzar el fin utilitarista que la sociedad de consumo ha definido como Bien-Estar.
Sin embargo la buena nueva evangelizadora del cristianismo, el desarrollo de la filosofía moderna y el giro racional posmoderno, nos recuerda que el otro también es un ser biográfico, con sentimientos, afectos, recuerdos, emociones y razones; nos movemos en esa lucha constante entre lo que dicta la razón y lo que aflora del instinto.
¿A qué viene todo esto? A la simple razón de que con la liberación de Ingrid Betancourt, los tres norteamericanos y los policías y soldados, que tuvieron la fortuna de estar en ese grupo, se corre el riesgo que a los colombianos se nos olviden aquellos que no son importantes en el escenario de la política nacional o internacional; los que son solo ellos y el dolor de sus familias: lo otros.
Y no me refiero tan solo a quienes son considerados canjeables, sino a los más de setecientos que dicen tener las FARC, y otro tanto el ELN, y otro tanto la delincuencia común.
En el principio del amor, es decir en esa condición óntica que nos hace lo que somos, el otro es nuestro complemento, es nuestra razón de Ser, pues no hay un Yo sin un Tú y un Nosotros sin Ellos. Regresara Inicio > Titrulares >
La relación con el otro no existe, es indiferente. El otro es donde no llega mi mirada, por eso no importa lo que sucede con él, es un ser lejano, sin contexto, sin historia, sin alma.
Como en la película de Alejandro Amenábar, "los otros", transitan en realidades o dimensiones paralelas, en un mundo difícilmente definible, en un tiempo y espacio que han perdido su carácter referencial, en algún lugar fuera del mundo.
Con la supremacía de la razón en el mundo moderno y la economía como árbitro de las relaciones humanas; el otro no es un sujeto, es simplemente un consumidor o una simple mercancía; es solo el medio para alcanzar el fin utilitarista que la sociedad de consumo ha definido como Bien-Estar.
Sin embargo la buena nueva evangelizadora del cristianismo, el desarrollo de la filosofía moderna y el giro racional posmoderno, nos recuerda que el otro también es un ser biográfico, con sentimientos, afectos, recuerdos, emociones y razones; nos movemos en esa lucha constante entre lo que dicta la razón y lo que aflora del instinto.
¿A qué viene todo esto? A la simple razón de que con la liberación de Ingrid Betancourt, los tres norteamericanos y los policías y soldados, que tuvieron la fortuna de estar en ese grupo, se corre el riesgo que a los colombianos se nos olviden aquellos que no son importantes en el escenario de la política nacional o internacional; los que son solo ellos y el dolor de sus familias: lo otros.
Y no me refiero tan solo a quienes son considerados canjeables, sino a los más de setecientos que dicen tener las FARC, y otro tanto el ELN, y otro tanto la delincuencia común.
En el principio del amor, es decir en esa condición óntica que nos hace lo que somos, el otro es nuestro complemento, es nuestra razón de Ser, pues no hay un Yo sin un Tú y un Nosotros sin Ellos. Regresara Inicio > Titrulares >
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