ALVARO VECINO PICO
http://alvecip.blogspot.com/
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La democracia, como sistema político y como forma de vida, está soportada en valores como la dignidad, la libertad y la solidaridad, que no son teleológicos sino vivenciales; lo que indica que la construcción de una cultura de Paz y de Derechos Humanos, desde el ámbito escolar se inscribe tanto en las dinámicas de aprendizaje como de formación. Dicho con otras palabras, el tema de los Derechos Humanos y la necesidad de consolidar una cultura democrática desde los procesos educativos requiere, no solo la definición de un currículo que contenga las teorías y conceptos apropiados sobre el tema sino, un cambio de actitud por parte del docente en los procesos de enseñanza – aprendizaje, y la adecuación de las estructuras en la organización escolar que garanticen la participación real de todos los actores que conforman la comunidad educativa.
La solidaridad --por ejemplo-- fundada en el reconocimiento del otro como sujeto con quien se comparte la existencia y con quien es posible establecer acuerdos para desarrollar acciones de beneficio común, por encima de las propias diferencias, no es meramente un concepto abstracto que se aprende apelando a su definición; la solidaridad se construye haciendo parte de experiencias donde el reconocimiento de la propia perspectividad, y la de los otros, expresan modelos de vida que marcan una huella en la conciencia y posteriormente se externalizan como parte integral de la personalidad. En ese sentido, la democracia en la escuela debe entenderse como un atributo inmanente a la relación entre docentes y estudiantes, a los usos de lenguajes y a las formas de organización interna de la comunidad educativa.
La formación para una vida democrática, en la relación pedagógica, parte del reconocimiento mutuo entre Docente y Estudiantes, como interlocutores válidos en el proceso de enseñanza – aprendizaje. El estatus que mantiene el docente le otorga el poder para establecer las reglas de juego del proceso educativo; sin embargo, ese poder debe traducirse en Autoridad, frente a sus estudiantes, demostrando su capacidad en el saber y la superioridad de juicio, para adelantar planes de acción coordinados en relación con los requerimientos específicos de un grado escolar y las responsabilidades de grupo. De igual manera, la organización interna de las instituciones educativas debe permitir la toma de posturas y el desarrollo de acciones, que fomenten el debate en torno a los conflictos e intereses de la comunidad educativa y el desarrollo de liderazgos democráticos.
En ese sentido, los compromisos que se generen desde los procesos educativos deben ser acciones que respondan a la necesidad de transformar una situación conflictiva, o de violencia, y sobre las cuales se pueda ejercer un control directo y realizar un seguimiento continuo. La importancia de los compromisos radica en la necesidad de afectar, de forma positiva, las estructuras donde se definen los planes de acción de las comunidades educativas, que en el caso de la escuela son los Proyectos Educativos Institucionales (PEI).
Si no se desarrollan estos compromisos, asociados a deberes, el tema de los Derechos Humanos y la Cultura de Paz, sería solamente un discurso suspendido en el vacío sin un aporte real a la construcción de nuevos sentidos en la convivencia cotidiana. Volver a Inicio > Titulares >
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