martes, 4 de noviembre de 2008

¿Calumnias de la oposición?

Tomado de El nuevosiglo

Colombia, miércoles 5 de noviembre de 2008

POR: HORACIO SERPA
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El primer mandamiento en materia de derechos humanos es no decirnos mentiras.

Ha ocurrido siempre. En primer término, no reconocemos la gravedad de lo que en esta materia está ocurriendo, y cuando lo aceptamos lo hacemos a medias, por fuerza de las circunstancias, porque es público e inocultable, porque nos cogieron "con las manos en la masa". En segundo lugar, porque no le ponemos remedio a fondo a esta situación tan deplorable que lesiona el sistema democrático, la dignidad del país, el sentido de la equidad y a muchísimas comunidades, familias y personas que son las víctimas de tamaña depredación.

Vivimos rasgándonos las vestiduras porque internacionalmente nos clasifican como un país violador de los derechos humanos. Pero es absolutamente cierto.

Nos la pasamos quejándonos de los señalamientos y descalificaciones que nos hacen las organizaciones no gubernamentales internacionales y locales, por violaciones a los derechos humanos. Pero tienen toda la razón.

Para que engañar y engañarnos, si el mundo entero lo sabe. Aquí se mata sin fórmula de juicio, por montones, perversamente. Toda la vida ha sido así, por desgracia. Desde la independencia, pasando por las guerras civiles, hasta la época de la violencia del siglo pasado. En los anteriores 60 años se mató sin tasa, ni medida.

Las dos últimas décadas fueron terribles. La guerrilla cometiendo abusos y delitos. Igual los narcotraficantes. El paramilitarismo ocasionando desmanes y crímenes sin par. ¡Que horror! ¡Que vergüenza!

No solo ellos ejecutan desafueros y bellaquerías. También personas que representan al Estado: arbitrariedades, torturas, desapariciones forzadas, asesinatos. No son las Instituciones, a las que respetamos y apoyamos. Son una minoría, es cierto, pero hacen grave daño a la sociedad y al País. Por ellos aparecemos como una sociedad descompuesta, sin escrúpulos, antidemocrática.

Entonces, si nos señalan con el dedo acusador, es porque somos culpables.

Para que no nos sigan cuestionando, debemos respetar los derechos humanos. No hay de otra. Hay que acabar con esta violencia atroz, poner fin al conflicto armado, eliminar el narcotráfico, conseguir que opere la justicia, rechazar la impunidad y terminar con los atropellos que se cometen desde la Fuerza Pública.

A este respecto fue apropiada la posición del gobierno nacional sobre los recientes falsos positivos, atinado destape de una olla podrida que apenas comienza a hervir. Hay que continuar por ese camino, con una política coherente y sostenida. Es urgente asumir en serio las consecuencias de tanto afectar los atributos ciudadanos y decidirnos a ser una comunidad democrática y respetable. Haciéndolo a conciencia, claro. No podemos seguir contentándonos con el argumento de que está disminuyendo la tasa de las violaciones. Sobre derechos humanos no puede aceptarse una sola violación.

Nuestro problema no es el señor Vivanco, a quien el señor Ministro del Interior graduó de opositor, cuando lo que hace es cumplir con su deber. No son "calumnias de la oposición", ni infamias de Amnistía Internacional o de la sociedad civil. Es la sangre de tanto inocente que mancha nuestra democracia.
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