Colombia, miércoles 30 de septiembre de 2009
elnuevosiglo.com
HORACIO SERPA
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El pasado domingo Colombia vivió otra jornada democrática, esta vez para que los partidos de oposición eligieran a sus candidatos a la Presidencia. Aunque no se dio una masiva votación, sí se logró que casi dos millones de personas decidieran y el país iniciara una nueva etapa en la construcción de su propio destino.
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HORACIO SERPA
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El pasado domingo Colombia vivió otra jornada democrática, esta vez para que los partidos de oposición eligieran a sus candidatos a la Presidencia. Aunque no se dio una masiva votación, sí se logró que casi dos millones de personas decidieran y el país iniciara una nueva etapa en la construcción de su propio destino.
Son muchos los analistas que han mostrado la baja participación ciudadana como una hecatombe. No hay tal. Las consultas internas de las colectividades, desligadas de las elecciones parlamentarias, convocan esencialmente a la militancia.
A quienes tienen carné y se sienten más identificados con el ejercicio partidista. A quienes no necesitan incentivos diferentes a las ideas para actuar, viven pendientes en todo momento del acontecer de las colectividades, están más ideologizados, participan en los debates internos y sudan la camiseta. A los hombres y mujeres que asumen un comportamiento más vivencial con el futuro de su partido y de la Patria.
Así ha sido siempre en todas partes del mundo. Por cada militante activo hay diez simpatizantes a la espera de una buena propuesta programática para votar. Y cada elección es un proceso irrepetible. Por eso nadie puede romperse las vestiduras por la baja votación, ni puede celebrar por anticipado la muerte de los partidos de oposición.
Aquí a nadie se le puede decretar la desaparición forzada. Por el contrario, dada la polarización del país y la concentración mediática alrededor del establecimiento y el Gobierno, es mucha gracia haber logrado esos guarismos. Aquí todavía es posible disentir y decirlo en voz alta.
Lo insólito hubiera sido que los partidos de oposición, por temor a una baja votación o a las críticas de sus adversarios, hubieran preferido los viejos vicios del bolígrafo, o la escogencia de sus candidatos a la Primera Magistratura mediante conciábulos o prácticas amañadas o retrógradas.
Lo que pasó el domingo hay que celebrarlo como un triunfo del optimismo sobre el pesimismo. Y verlo con ojos de esperanza. Nuestra democracia se resiste a desaparecer y hay liderazgo suficiente para generar alternativas de poder desde las orillas de la oposición.
Por supuesto que son muchos los retos que esperan a los vencedores en las consultas internas. Mantener la unidad de sus partidos, sanar las heridas y vencer los radicalismos, generar un programa de gobierno de consenso, pero sobre todo, mirar más allá de sus linderos y despertar a quienes aún permanecen bajo el embrujo mediático y decirles claramente que la democracia sobrevivirá más allá del 2010.
Solo los pesimistas y los agoreros pueden ver desastres en donde hay ilusión. Hay mucho material humano y mucho liderazgo moral para construir un país más democrático, respetuoso de la Constitución, seguro, libre de autoritarismos, sin paramilitares ni guerrillas, en derechos humanos y convivencia.
Los ganadores deben sentirse orgullosos. La suya no es una victoria pírrica. Para ganar deben convocar a los colombianos honestos y demócratas que quieren seguridad, con dignidad y respeto a la Constitución. Esto apenas comienza y la batalla será larga. Volver a Inicio >
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