EL TINO ASPRILLA EN EL MANÍ COMIÓ
En el manicomio más grande del mundo, mejor dicho. Esto es un juego de palabras que en la mecánica del lenguaje creo que se llama cacofonía, o algo así. Algo de caco y algo de fonía. Claro que a la hora de la verdad eso debe importarnos un carajo. Lo importante es que el Tino Asprilla estuvo en Barbosa invitado por el gitano Melquiades, léase Jorge Ardila Velandia, alias el señor alcalde de Barbosa.
Eso fue hace ocho días y la cosa ocurrió así: El gitano Melquiades conformó un equipo de fútbol en el que jugaron un puñado de “Jóvenes Muchachos”, entre los que se contaban chuchito Sicuita, secretario de cultura o el coco de oro, Luchito Forerito, secretario de Agricultura o sea mariscal de campo, además, Gonzalo Jiménez de Quesada, Nicolás de Federmán, Vasco Núñez de Balboa, el senador Onésimo Sánchez, el coronel Aureliano Buendía, y… lógicamente el gitano Melquiades y si no quién se lo aguanta si no lo dejan jugar. Es bien sabido que Melquìades es jodido cuando está con la piedra afuera y a más no poder, dicta un decreto y él mismo se manda meter al güeco. A los veinte minutos del primer tiempo ocurre una falta a unos treinta metros del arco a favor del Tino Asprilla. Este, el Tino, en un espectacular disparo como los que él sabía hacer en sus años de gloria, o como en los años de gloria de Rivelino o Valdomiro, puso la bola en la esquina donde sólo hay telarañas. Tremendo gol. Ya que digo tremendo, “IL Tremebundo Preñatore” no jugó porque estaba ocupado dándole teta al chino que acaba de importar. Ustedes mismos pregúntenle al gitano Melquiades quién es Il Tremebundo Braguetaloca. La gente se divertía de lo rico y hasta ahí Iban, literalmente, como quinientos reventados de la risa.
Veinticinco minutos después, en el segundo tiempo, el central pita un penalti a favor del combo del gitano Melquíades o sea en contra del Tino Asprilla. El gitano Melquíades ipso facto gritó, cobro yo. Y quién carajos le dice que no si tiene temperamento de amansador de alacranes a sombrerazos y además, es el alcalde. El tino a su vez dijo, yo tapo. E inmediatamente se puso los guantes y se apoltronó en el arco. Ambos de cuadran como en un duelo del siglo XVIII, con cara de chibchas de la policía secreta, y en que no se sabe quién va a morir. Hay suspenso general en el estadio. Son las 3:20 de la tarde y no se va la luz en el estadio porque ya se fue desde ayer pero no se necesita luz artificial porque son las 3:20 de la tarde y hace un sol de canícula. El juez pita, el gitano Melquíades toma impulso como un huracán, patea con su pata derecha, y aunque arranca como diez kilos de tierra y se le tuerce la pata, mete gol. El Tino no vio por dónde pasó semejante aerolito que le disparó el gitano Melquiades ni tampoco supo cuánta tierra se tragó. El murmullo del estadio se escuchaba a varios kilómetros a la redonda. Luego de terminado el evento, se pusieron a beber trago como buenos barboseños, como sendos caballos envenenados, hasta el amanecer. El Tino se fue para su tierra llorando, más rascado que el nalgatorio de una loca callejera sentada en un hormiguero. Cosa rara, la bala no echó.
Pero es que el gitano Melquíades es un berraco en eso de meter gol. Pues también a los de la oposición les metió gol por segunda vez porque la escaramuza esa de bajarlo del poder otra vez resultó un acto fallido, como dice Freud, es decir, se les “visquió”. Yo aconsejaría que en un acto de soberana racionalidad y en usufructo de la inteligencia lógica y de la sensatez, dejen gobernar al gitano Melquíades que hace ya dos años ganó las elecciones. Que cuando le toque el turno a uno de ustedes, yo de pronto ya seré un periodista grande, y al que le toque, sin importar quién, se los juro por Dios, le escribiré unas columnas grandes. Que el gitano Melquíades es romelio para jugar al fútbol, salta a la cara. Eso no lo discuto. Pero de administrar los destinos del manicomio, tengo la certeza, no lo hace mal.
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