Fuente: Elespectador.com/
EL VELOZ ASCENSO DE LAS SIMPAtías por Antanas Mockus parece tener dos caras diferenciables: de una parte, el repudio a las prácticas tradicionales de la política, en particular la electoral.
De otra, las expectativas de que Mockus pueda hacer un gobierno en el que la corrupción, las componendas, el clientelismo y el saqueo al tesoro público sean desterrados del panorama político colombiano.
Respecto de lo primero, parece ser más fuerte el repudio a lo que han significado los últimos ocho años de la vida política nacional. Daría la impresión de que el discurso continuista es mucho menos fuerte que el alternativo representado en la imagen de Mockus. En efecto, parece que este discurso continuista se agota en la retórica de la seguridad democrática. Los electores no han oído que los candidatos afines al uribismo elogien otras políticas del Presidente. Por el contrario, algunos de ellos, como Germán Vargas Lleras, han elaborado programas que rompen con la administración actual y, si bien exhiben buenas dosis de habilidad taumatúrgica, no representan una continuidad. Por el contrario, esos programas alternativos desnudan una crítica a lo que no se hizo en ocho años. El caso de Juan Manuel Santos es ilustrativo: al definirse como el alumno predilecto de Uribe, promete hacer un gobierno muy diferente, y sólo muestra su afición bélica como herencia.
Respecto de lo segundo: si bien Mockus ha construido una imagen del candidato honrado, pulcro y moralista, no ocurre lo mismo con sus respuestas a preguntas venenosas y provocadoras que sus rivales, incluida la llamada gran prensa, le han formulado. En más de una ocasión el candidato ha mostrado su falta de preparación, y de allí se han asido los enemigos para denigrarlo.
Sin embargo, olvidan dos cosas: la primera, que cuando Mockus llegó a la Alcaldía de Bogotá, también lo hizo sin un programa explícito, y sin embargo es difícil desconocer lo que hizo por la ciudad, especialmente respecto del cambio en las prioridades de gobierno, el manejo de los recursos públicos y, sobre todo, la idea de que para vivir en la ciudad es preciso adoptar una cultura particular, que sólo se logra con una acción ejemplar y continuada por parte del mandatario. Lo demás, las experiencias ocasionales, discontinuas y dotadas de alguna espectacularidad, son hechos menores que no pueden ocultar el proceso de fondo.
Y esos críticos también olvidan otra experiencia: la que nos legó Alfonso López Michelsen cuando afirmó que a los gobernantes se les debe respetar el derecho a chambonear. Esto quiere decir que con Mockus como presidente debemos estar preparados para sorpresas; debemos esperar que éstas no sean tan caprichosas y efímeras como las de su primera administración; y debemos confiar en que contará con un equipo de colaboradores de primera línea.
Pero, al final, debemos esperar también que si es exitoso en desterrar las malas mañas en las formas de gobernar, esto redundará en nuevas y más realistas posibilidades de que se vaya consolidando una izquierda democrática, civilista y honrada que se convierta en una alternativa para 2014.
Esperemos que los colombianos, y en especial las Farc, entiendan que la perspectiva es mucho más benéfica que un gobierno que perpetúe las malas mañas actuales.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario