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sábado, 11 de junio de 2011

TRAFUGARIO


---------------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO

SIGA ASI PROFESOR MOCKUS

Esa sacada de rabo que le hizo el profesor Antanas Mockus a Enrique Peñaloza es el acto final de una escena que de no haber sido así, no sé que hubiera sido de la “deposición”, perdón, de la“oposición” colombiana. No digo que de la izquierda porque ahí sí que la acabo de embadurnar.

Para refrescarles el disco duro o memoria que llaman, hace exactamente quince días en esta misma tribuna periodística yo les conté por qué me gustaba el profesor Antanas Mockus, y a la vez por qué me disgustaba. Digo de gustos políticos porque de sexo, gracias a dios, no he cogido malas mañas. “Es un sapo grande que logré echármelo a la boca pero era tan grande que no me lo pude comer”. Ahí a esa altura del partido me acordé de mi difunta madre cuando correa en mano, como a Mafalda, nos hacía “tragar” la sopa a su santa voluntad. Esa frase de Mockus es lapidaria porque, como en una tabla de verdad, o tautología como dicen los matemáticos y Antanas sí que lo es, este tuvo que haber analizado todos los negativos y los positivos que aquella jugada política contenía. En este caso me refiero a los factores positivos y negativos, mas no a los falsos positivos ya que en eso sí no me meto porque me da miedo de que me hagan en serio tragar la sopa a la brava. Sostengo que la frase de Mockus es lapidaria porque creo que tanto Antanitas como Enriquito, poco más o menos, tuvieron el siguiente diálogo. Antanas Mockus: Enriquito, dígame una cosa. Usted tiene ideología o no. Enrique Peñaloza: Cuál ideología inocencio; la ideología de los partidos modernos es el capital. AM: O sea que usted lo que quiere es el poder a cualquier precio. EP: Pues claro Antanitas. No me imagino los dos en el poder. Usted matemático y yo especialista en ciudades modernas híjole manito. AM: ¿Y qué vamos a hacer con el político? EP: Cuál político hermanito. AM: Pues Alvarito; Alvarito Uribe y no se haga el pingo ¿O es que cree que la “empujadita” es porque verdad lo quiere mucho? No sea iluso hermanito, que en cuestiones de dinero, política y mujeres, amigo es Satanás de la cruz o el azúcar de la diabetes. ¿No se da cuenta que Alvarito lo que añora es ser césar de césares y en eso usted le está haciendo el cajón? EP: No Antanitas, usted es muy “joche” en política. Lo que pasa es que cuando estemos en el poder y tengamos la chequera en la mano, pues como hizo Juan Manuelito, le pegamos un chute en el jopo. AM: ¿Y usted cree que el tal Alvarito, así como usted le dice, le va a poner una pierna en el norte y la otra en el sur como una verdulera borracha para que usted le dé luz verde a sus instintos? ¿Usted verdad cree que porque hay pájaros carpinteros, también hay pájaros mecánicos, albañiles o talabarteros? No Enriquito; el que no sabe de política es usted. O no; borro. Usted sí sabe demasiado y lo que quiere es el poder a toda costa así le llegue el agua hasta las tetas y así tenga que empeñarle el alma a Lucifer. ¿O usted es de los que creen ciegamente en lo que dicen en los supermercados eso de que Ardila Lulle regala gaseosas y Sarmiento Angulo dona cuentas de ahorros con un plantecito para que el vaciado arranque? No hermanito. Usted lo que pasa es que se está haciendo el pelotas porque no creo que sea así de ingenuo ya con lo grande que está. Yo sí es que no trago sapos de ningún tamaño hermanito. Pero lo que más me duele es que yo le creí que de verdad usted sí quería la gente. Que usted sí quería a Bogotá. Que usted sí amaba a Colombia, pero no. Me toca ponerme a cantar esa ranchera que dice: “Yo creí que eras sinceroooo”.

Y decir como dicen los choferes de Vélez: “Me fui en volqueta y me di en la jeta por pendejeta”. Vaya y que dios lo perdone Enriquito, que yo me voy para donde Petrico.

viernes, 18 de junio de 2010

AÚN ES TIEMPO

------------------Por: GERARDO DELGADO SILVA

Es innegable la enorme diferencia de los resultados electorales entre Santos y Mockus, del pasado 30 de mayo. Esa es la realidad. Empero, puede firmarse que ese volumen es sorprendente, insospechado, y por tal motivo, la incertidumbre acosa a la conciencia pública.

La civilización aspira a que la actividad política se realice dentro del marco de la persuasión nacional. De ahí, que la democracia, desde los griegos con el efecto benéfico en la sociedad, la aceptamos por razonamiento, como aceptamos por lo general, el sentido positivo de la bondad y de la veracidad.

La mayoría de las personas veraces y bondadosas que hoy se declaran partidarias de la democracia bien entendida, creen estar defendiendo de hecho una sociedad más justa, más igualitaria, que establece para el Estado el imperativo de ampara la vida y bienes de los asociados y que, además – y esto es importante – puede ser realmente realizable.

Ningún colombiano ignora que, existe en el pueblo una desesperada aspiración por la justicia y la seguridad, pero al mismo tiempo tan normal anhelo se ve contradicho, por las transgresiones y prácticas vitandas que se impulsan desde el Congreso, los parapolíticos y el Gobierno Nacional. Constituyen cambalaches en un negocio venal de trastienda, ahora, para lograr un propósito gubernamental: la presidencia de Santos. Se mezclan en este clima podrido, empleados públicos y gerifaltes del sector privado.

Esto, desajusta todos los resortes del Estado de Derecho, cirniendose la destrucción institucional de la patria. El abismo insondable, en que está sumida, no nos dará tregua en tanto no desmontemos ese comercio político y las afinidades con el fascismo que puede detectarse con graciosa facilidad, en la trayectoria de los ocho años del gobierno de Uribe, ética y jurídicamente indecorosos, que pueden extenderse oprobiosamente con Santos, para seguir afrentando la tradición otrora respetable de nuestra nacionalidad, con sus valores políticos y morales.

Dentro del fracaso de los undívagos planes sociales del Gobierno, en materia de reformas agraria y urbana se violaron por ejemplo, derechos fundamentales de incontables comunidades afrocolombianas en Cuvaradó y Jiguamiando, entregando sus tierras a paramilitares convertidos en grandes “empresarios” de plantaciones de palma africana y consagrando con las aguas bautismales la “contrareforma agraria”, montada por ellos, años atrás, con la siniestra política de desplazar violentamente a millones de compatriotas, para apropiarse, en este caso de más de cuatro millones de hectáreas, a sangre y fuego.

Quienes somos esencialmente pacifistas y demócratas por honda convicción moral, rechazamos la violencia de los terroristas guerrilleros o paramilitares, y condenamos sus crímenes. También rechazamos la violencia oficial, sin desconocer la difícil labor de las Fuerzas Armadas contra estos criminales.

Entonces, nada debe impedir que se formulen críticas a las numerosas violaciones que el Gobierno ha infligido a la Constitución a las leyes. Desconciertan, verbi gratia, que precisamente incitados por el pago de recompensas establecidas en el acto administrativo 29 de 2005, dictado por el Gobierno Nacional, y puestas en ejecución por los Ministros de entonces: Camilo Ospina y Juan Manuel Santos sucesivamente, miembros del Ejercito, cometieron miles de crímenes de lesa humanidad, en jóvenes inocentes de los que integran el infierno de la miseria en nuestra Patria. Todo, bajo el escudo de la “seguridad democrática”, denominándolos estúpidamente con el epíteto de “falsos positivos”. Una prolongada violación de los Derechos Humanos.

Superfluo parecería agregar, que entre tanto, el Gobierno se olvida de los millones de víctimas, contando a los desplazados, al negarles el derecho a la reparación, una forma de complicidad con los verdugos.

De un plumazo borró la dignidad humana y el supremo valor que la Constitución le otorga.

El desmantelamiento del Estado de Derecho, comenzó casi de un modo insensible hace ocho años. Hoy se reafirma y es piedra de escándalo en la ONU. Es pertinente expresar, que no hay una letra en la Carta Fundamental, autorizando al Presidente a instaurar irrespetuosamente vituperios contra la Justicia, por sus decisiones plasmadas en nombre de la República y por autoridad de la Ley, en los hechos punibles, de los altos bribones, en valerosa batalla de la Corte Suprema, los Jueces y la Fiscalía, contra toda clase de ampones.

La Justicia, que para Platón es la razón de ser del Estado su piedra angular, alrededor de la cual giran, con carácter accesorio, la Fuerza Pública, la Rama Legislativa, la Fiscalía, la Procuraduría y el propio Poder Ejecutivo, que la requiere para hacer posibles la convivencia y la paz. Cuando se desconoce o irrespetan los pronunciamientos de la Rama Judicial, se incurre en otra forma de impunidad.

Ahora bien. Nadie puede negar de buena fe, que los paramilitares están en la mitad de los municipios del país, ejerciendo control político por medios ilegales. Y desde la creación infausta de los “distritos electorales” por “Jorge 40” en el 2002, han ejercido su papel activo en todas las elecciones. Así se desprende de la investigación llevada a cabo por la prestigiosa politóloga Claudia López, con impecable lucidez. Y a ese atroz imperio, se agrega la actitud permisiva del Gobierno, que confundió la tarea de apaciguamiento al través de la “Ley de Justicia y Paz”, con la entrega del orden jurídico y moral. Todos los políticos procesados, forman parte del uribismo.

Contamos con otras abominaciones, como los crímenes del DAS; las triquiñuelas rastreras del exministro Andrés Felipe Arias, en Agro Ingreso Seguro y Carimagua; el enriquecimiento indebido de unos pocos, que compromete el orden social con sus contratos leoninos; el creciente pauperismo de la clase media y baja, sin políticas eficientes que combatan la más alta tasa de desempleo e informalidad de América Latina. Y basta con abrir los periódicos, para saber del luto todos los días, por las brutales agresiones contra la dignidad de millones de hombres, mujeres y niños desplazados, sin mejoramiento de su calidad de vida, atención en salud, vivienda y educación. Una tragedia humanitaria de grandes proporciones.

Y bien. Logró Uribe, sembrar el sentimiento generalizado del miedo con el fin de atar al pueblo para que vea en una sola dirección, y solamente lo programado tal como los hombres del mito platónico. Es la supresión del yo, de gran parte de compatriotas, la automatización en la sociedad. “La pérdida del yo – nos dice Erich Fromm – y su sustitución por un seudoyó arroja al individuo a un intenso estado de inseguridad”.

El programa de Santos, es el continuismo, el clientelismo, es acometer la misma estrategia de Uribe, el desmedro de la Carta Fundamental y las leyes civiles de la Nación. Quiere Santos un nuevo “Frente Nacional” hegemónico que elimina el control del cogobierno, llevando a los partidos al precipicio de su ideología. Se eliminan los sensores, los opositores y se persiste en el clima propicio a la corrupción.

Queremos ver a la inteligencia colombiana de los demócratas, contribuyendo al rescate del país que está perdido entre la mediocridad y la corrupción moral. Empuridad de verdad, no fueron las armas las que impusieron la resistencia en Francia y en los países ocupados sino el vigor patriótico de sus intelectuales.

Señor doctor Mockus, lo que hace falta hoy a Colombia es una política de la inteligencia. Porque ella no está contaminada ni por el dolo ni por la corrupción. Queremos que alumbre al país. Ha llegado el momento en que el pueblo debe combatir el mal, mostrar su valor o cobardía, su dignidad o su vileza, su grandeza o su miseria.

domingo, 2 de mayo de 2010

Un significado deseable de Mockus

Fuente: Elespectador.com/

Por: Álvaro Camacho Guizado

EL VELOZ ASCENSO DE LAS SIMPAtías por Antanas Mockus parece tener dos caras diferenciables: de una parte, el repudio a las prácticas tradicionales de la política, en particular la electoral.

De otra, las expectativas de que Mockus pueda hacer un gobierno en el que la corrupción, las componendas, el clientelismo y el saqueo al tesoro público sean desterrados del panorama político colombiano.

Respecto de lo primero, parece ser más fuerte el repudio a lo que han significado los últimos ocho años de la vida política nacional. Daría la impresión de que el discurso continuista es mucho menos fuerte que el alternativo representado en la imagen de Mockus. En efecto, parece que este discurso continuista se agota en la retórica de la seguridad democrática. Los electores no han oído que los candidatos afines al uribismo elogien otras políticas del Presidente. Por el contrario, algunos de ellos, como Germán Vargas Lleras, han elaborado programas que rompen con la administración actual y, si bien exhiben buenas dosis de habilidad taumatúrgica, no representan una continuidad. Por el contrario, esos programas alternativos desnudan una crítica a lo que no se hizo en ocho años. El caso de Juan Manuel Santos es ilustrativo: al definirse como el alumno predilecto de Uribe, promete hacer un gobierno muy diferente, y sólo muestra su afición bélica como herencia.

Respecto de lo segundo: si bien Mockus ha construido una imagen del candidato honrado, pulcro y moralista, no ocurre lo mismo con sus respuestas a preguntas venenosas y provocadoras que sus rivales, incluida la llamada gran prensa, le han formulado. En más de una ocasión el candidato ha mostrado su falta de preparación, y de allí se han asido los enemigos para denigrarlo.

Sin embargo, olvidan dos cosas: la primera, que cuando Mockus llegó a la Alcaldía de Bogotá, también lo hizo sin un programa explícito, y sin embargo es difícil desconocer lo que hizo por la ciudad, especialmente respecto del cambio en las prioridades de gobierno, el manejo de los recursos públicos y, sobre todo, la idea de que para vivir en la ciudad es preciso adoptar una cultura particular, que sólo se logra con una acción ejemplar y continuada por parte del mandatario. Lo demás, las experiencias ocasionales, discontinuas y dotadas de alguna espectacularidad, son hechos menores que no pueden ocultar el proceso de fondo.

Y esos críticos también olvidan otra experiencia: la que nos legó Alfonso López Michelsen cuando afirmó que a los gobernantes se les debe respetar el derecho a chambonear. Esto quiere decir que con Mockus como presidente debemos estar preparados para sorpresas; debemos esperar que éstas no sean tan caprichosas y efímeras como las de su primera administración; y debemos confiar en que contará con un equipo de colaboradores de primera línea.

Pero, al final, debemos esperar también que si es exitoso en desterrar las malas mañas en las formas de gobernar, esto redundará en nuevas y más realistas posibilidades de que se vaya consolidando una izquierda democrática, civilista y honrada que se convierta en una alternativa para 2014.

Esperemos que los colombianos, y en especial las Farc, entiendan que la perspectiva es mucho más benéfica que un gobierno que perpetúe las malas mañas actuales.

jueves, 22 de abril de 2010

Mockus, el imbécil

Tomado de SEMANA.COM
Colaboración reenviada por Willian Villarreal
Por: María Jiména Duzán 

Cada vez que un uribista me trata de explicar por qué en un país como Colombia no se puede elegir a un presidente como Antanas Mockus, mi admiración por la ola verde aumenta de manera considerable: "Antanas Mockus no me gusta porque es un idealista", me dijo el otro día un agradecido empresario uribista para quien la política eficaz es la pragmática, aquella que da resultados sin importar los métodos que se utilicen. "A mí no me gusta Antanas porque no es un tipo confiable", me confesó hace poco un senador de la coalición uribista, campeón como muchos de sus copartidarios en el arte del voltearepismo, en la compra de votos y en formalizar relaciones non sanctas con la mafia paramilitar. Plumas uribistas tan veteranas y contundentes como la de Plinio Mendoza consideran que Mockus no puede llegar a ser presidente porque es un loquito que pone todos sus huevos en el campo de la educación, de la cultura ciudadana y en el del cumplimiento de la ley -¡háganme el favor, semejante atrevimiento!-, en lugar de ponerlos en la cesta de la guerra contra el terrorismo de las Farc que es lo que toca.

Solo falta que Juan Manuel Santos salga a decir que Mockus es un imbécil porque este no encaja en su definición de lo que debe ser un político en Colombia -"es de imbéciles no cambiar cuando las circunstancias, cambian" fue la frase que sacó del birrete para justificar su laxitud en materia de convicciones políticas-, y lo acuse de ser un coherente irredento o de ser demasiado honesto consigo mismo para cerrar la cuadratura del círculo y convertir la ola verde en todo un tsunami político que podría arrasar con todo el uribismo. Pero no solo el fenómeno Mockus se le ha vuelto inmanejable a la coalición uribista. Tiene a los encuestadores locos al punto de que una firma mandó a repetir la encuesta al ver que Mockus salía punteando y al Polo sudando peto. El otro día oí decir a la vicepresidenta de ese partido, la doctora Clara López Obregón, miembro de una de las familias más representantivas del establecimiento político bogotano, que Antanas Mockus pertenecía a las élites y que no tenía ninguna base popular. Evidentemente Mockus no es un fenómeno en los estratos 1 y 2, pero me atrevería a decir que en esas esferas la doctora López Obregón es aún más desconocida que Antanas.

¿Qué es lo que en realidad encarna Mockus que tiene a todos los políticos de derecha y de izquierda de este país pariendo borugos?

Yo he terminado por creer que Mockus encarna unos valores éticos y democráticos que se han ido desarticulando en nuestra sociedad, en medio de tanta violencia y de tanto
desajuste social. De repente valores como la honestidad, la transparencia, la lealtad, el apego a la legalidad, se convierten en temas de campaña y vuelven a tener un significado importante en la agenda pública del país. Mockus, con su autoridad moral, consigue desplazar por primera vez en ocho años la diatriba uribista tan corta en imaginación como en vocablos. Por momentos uno podría pensar que el país está volviendo a sus cabales y que, a pesar de tantas cosas que le han ocurrido, no ha perdido la cordura, ni la fuerza, ni la esperanza.

Mockus, con su mensaje simple y concreto, no solo encarna un decálogo de virtudes éticas que son una rareza en estos tiempos. También encarna a una sociedad hastiada de muchas cosas: de las Farc y de su desdén por la vida humana, pero también de los insaciables políticos corruptos, sean de izquierda, de centro o de derecha; de las alianzas que la clase política ha ido fraguando con la mafia paramilitar concebidas en mala hora con el propósito de capturar los dineros del erario en sus regiones y de los excesos cometidos en estos ocho años de gobierno de Uribe en nombre de la seguridad democrática, de las equivocaciones del Polo y del desgaste del Partido Liberal.

El ascenso de Mockus en las encuestas, así no lo crean los uribistas, demuestra que esta sociedad repudia hasta los tuétanos los 'falsos positivos', que no se olvida de la Yidispolítica, y que repudia la forma como el gobierno Uribe utilizó el DAS para perseguir y amenazar a los opositores, a los periodistas críticos y a los magistrados de la Corte que investigan la parapolítica. Con Mockus arriba en las encuestas, se le está diciendo a la clase política que se aferra siempre al poder que para ser político en Colombia no solo se necesita ser un avión sino ser decente, honesto y leal con sus convicciones.

Yo no sé si Mockus va a ser el próximo Presidente de este país. Tampoco si es de izquierda, como dicen los uribistas, o si es de derecha, como lo afirma el Polo. De lo que sí estoy segura es de que es la mejor carta para enfrentar a la clase política tradicional y corrupta que ha gobernado este país. Y a mí eso me basta, así a los uribistas les parezca un imbécil.
Fuente: Semana.com

sábado, 26 de septiembre de 2009

Renovar la política colombiana

Fuente: eltiempo.com > Colaboración reenviada por Alvaro Vecino Pico
La Constitución del 91 abrió las puertas a quienes en ese momento renunciaron a las armas como vía para cambiar la sociedad. Las abrió también a quienes, como yo, nunca habíamos militado en ningún grupo político. Paradójicamente, esta apertura generó gran fragmentación, llegando a existir más de 70 partidos o movimientos. Casi dos décadas después, la Reforma Política buscó revertir esa fragmentación, con el principio de que la democracia se expresa como competencia entre partidos.
Así, la puerta que la Constitución abrió a los independientes se está cerrando con la Reforma Política y si queremos contribuir a la transformación del país debemos entender que se requiere jugar de conformidad con las nuevas reglas.

La nueva legislación electoral usa la financiación estatal de los partidos para forzar su agrupación y crecimiento. Ahora se necesitan organizaciones "zanahorias" que no usen ni la violencia ni la corrupción, que no mezclen reglas nuevas con mañas viejas, y que no aparezcan nuevas mañas que desvirtúen los objetivos de la nueva legislación. Las circunstancias exigen que gente que normalmente caminaría aparte reconozca el deber de unirse. Sumar esfuerzos multiplica nuestra capacidad de influir, de ganar elecciones y de gobernar.

Tras meses de trabajo, el 20 de agosto los ex alcaldes de Bogotá Luis Eduardo Garzón, Enrique Peñalosa y el suscrito nos unimos para construir un nuevo partido, con estos principios: respeto a la vida, rechazo a cualquier tipo de violencia, rechazo a alianzas con grupos al margen de la ley y funcionarios corruptos, manejo sagrado de los recursos públicos, coherencia entre fines y métodos (no al "todo vale") y defensa de la Constitución.

Como prioridades, definimos: la búsqueda de la igualdad, la equidad y el ejercicio de los derechos, seguridad ciudadana basada en el derecho a vivir sin miedo, cultura ciudadana y educación como pilares del desarrollo, focalización en políticas de niñez y juventud, una economía que genere y redistribuya riqueza, fortalecimiento de la autonomía y productividad de las regiones, y defensa y cuidado del medio ambiente y desarrollo sustentable, para señalar algunas. En Bogotá, del 95 para acá los ciudadanos cambiaron comportamientos, participaron en el gobierno y pidieron cuentas. Semejante autotransformación de la ciudadanía es hoy en día una necesidad del país.

El 8 de septiembre formalizamos nuestra unión de fuerzas con el Partido Verde Opción Centro. Integrarse a un partido existente permite entrar a jugar rápida y contundentemente. El Partido Verde es uno de los resultados de un proceso de paz exitoso, con la AD-M19. Por otra parte, hasta donde hemos verificado, ha sido muy cuidadoso y selectivo en el otorgamiento de avales, y la cercanía de algunos de sus miembros y Convergencia Ciudadana cesó desde el momento en que se conocieron las acusaciones de vínculos entre esa organización y paramilitares. De hecho, en las últimas elecciones se enfrentó a candidatos apoyados por organizaciones cercanas a los paramilitares.

El 2 de octubre, el Partido Verde celebrará un congreso extraordinario donde se discutirán las modificaciones de los Estatutos, siendo las más relevantes la creación de una presidencia colegiada integrada por los tres ex alcaldes y Jorge Londoño, ex gobernador de Boyacá, actual Presidente del Partido, la adopción de los principios éticos y de los pilares programáticos.
Es preciso contar con cada uno de nosotros. Renuevo mi invitación a participar en la construcción de este nuevo partido.

Propondremos un candidato único a la Presidencia y presentaremos listas al Senado y la Cámara de Representantes en las elecciones del 2010. Está en juego lograr un mejor país.
Como lo canta Serrat: "Todo está listo, el agua, el sol y el barro, pero si falta usted no habrá milagro".

Un paso es vincularse a la Red de Confianza Electoral, ingresando a www.confianzaelectoral.com. Si logramos recuperar confianza en las personas, en las instituciones del país y en la política, habremos dado un gran paso.
antanasmockus@confianzaelectoral.com
Antanas Mockus

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