----------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO
LOS NIÑOS ASESINOS
“Sobre una cerca de alambre de púas, desnuda, con el cuerpo ensangrentado, la cara magullada por los golpes y temblando de frío, encontraron sus familiares a Kareen Manuela, de dos de edad, quien había desaparecido la noche anterior. En medio del llanto, la niña sólo tuvo alientos para pedirle un tetero a su mamá. Un adolescente de 15 años, capturado dos días después, la había raptado la noche anterior. La pequeña no resistió las heridas causadas por la violación, los golpes y varios cortes de navaja y murió”.
La preciosa porcelana de muchacho, el próximo 14 de septiembre, cuando se cumplen dos años del crimen, quedará a tiro de as de recobrar la libertad, ya que sólo fue condenado a tres años de retención en un “centro de protección especial para su resocialización”. De allí saldrá muerto de la risa a hacer un posgrado en “sicariato de alto nivel” en cualquiera de los muchos Institutos Tecnológicos que para tales efectos se han creado en las principales ciudades del país. Pero léanse esta cifra tan rimbonbante: 20.104 adolescentes, entre los 14 y los 17, años entregó la Policía a la Justicia entre marzo del 2007 y junio del 2010. Todos ellos por delitos que van desde el asesinato con sofisticadas armas automáticas, a las violaciones de niñas de brazos, hurto calificado, atraco, uso y expendio de drogas, y así hasta el infinito. Y quién me lo va a creer, yo veo más peligroso a un jibaro menor de edad, que a un sicario mayor de edad con una docena de metralletas. ¿Pueden ustedes amigos lectores, calcular la capacidad de penetración, o más bien el radio de acción, de un “sardino” de esta estirpe, bien churro, por ejemplo en los colegios de secundaria de una ciudad como Bucaramanga?
Entonces mirando la cosa así, acá es donde yo me pongo totalmente de acuerdo con la senadora Gilma Jiménez, del Partido Verde, de crear mecanismos de ley para contrarrestar los efectos de este tipo de comportamientos de los menores de edad. Es que yo me intoxico de la risa cuando dicen o hablan de un niño de 16 ó de 17 años. Alguna vez leía yo en un periódico de Medellín, “la menor de 11 años portaba en su morral de colegiala, una ametralladora MP5, dos proveedores de carga para la misma, y dos granadas de fragmentación”. Y luego pensaba entre risas: Esa inocente sardinita cuando tenga 14 ó 15 años se da plomo con una docena de elefantes. Rosario Tijeras es una encantadora porcelana china al pie de esta doncellita. Y pensar que no es un capítulo más del seriado de Gustavo Bolívar, Pandillas, Guerra y Paz, a la cual tienen acceso todos los niños de Colombia, sino un triste capítulo más de la sociedad.
Por eso le capté el mensaje a la senadora Gilma Jiménez, de bajar la edad, cosa que todavía no tengo suficientemente clara, a los menores a 14 años de edad para su juzgamiento legal, por lo menos por los delitos más atroces. ¿Qué dice la sicología, el psicoanálisis o la psiquiatría modernas? Sencillo. Que un individuo de cualquier sexo, con desarrollo mental normal, ha atravesado todas las etapas de la formación de su personalidad (Oral, Anal, Fálica, De Latencia y Genital, en Psicoanálisis) y que por lo tanto distingue perfectamente el bien y el mal. Es decir, que el Estado tiene que adecuar las leyes para proceder, pero también responsabilizarse, como política de Estado, de crear mecanismos de educación y culturización desde la niñez para evitar futuros delincuentes. Eso se hace combatiendo la pobreza económica que es la que genera la miseria ética y moral. Pues cuando un niño viola una niña y luego la asesina, o un tipo mata a otro porque le dijo un apodo, a una mamá envenena a sus tres hijas y luego se suicida, entre tantas otras escenas increíbles y no de ficción, no se trata de Sófocles o de Esquilo en el antiguo teatro griego, sino de una sociedad cuyo cultura tiene cáncer terminal.
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