Por Horacio Serpa Uribe
Con
la muerte de José Name Terán desaparece uno de los protagonistas más
notables del mundo de la política, la que ejerció de manera permanente,
intensa, por lo menos durante medio siglo.
Es
lo que a mí me consta. Cuando comencé a estudiar Derecho en la
Universidad del Atlántico, José terminaba sus estudios en la misma
Facultad. Corría 1.961 y Name, como se le conocía popularmente, era
líder estudiantil. Pertenecía al Partido Liberal y siendo tan joven
incursionaba en política con los mayores. Pertenecía al grupo de Carlos
Martín-Leyes, uno de los grandes.
Name
era activo, diligente, fiestero, simpático, caía muy bien. Los
muchachos de la Facultad lo admirábamos y muchos lo seguíamos. Era el
político de la Universidad. Desde esa lejana época comenzó una carrera
en lo público que nunca se terminó, porque en los últimos años siguió opinando,
dirigiendo, resolviendo problemas, atendiendo cosas. Dando consejos,
tirando línea, porque nunca dejó de ser consultado.
En
la política desempeñó todas las responsabilidades y recibió todos los
honores. Fue Diputado, Representante a la Cámara, Senador. Se desempeñó
como Ministro del Presidente Barco. Participó en docenas de debates
electorales exitosos y fue eterno candidato victorioso. Siempre altivo, siempre al frente, firme en la contienda, duro muchas veces, conciliador en otras.
El
Congreso de la República fue su patio predilecto. Lo presidió con
dignidad y competencia. Allí fue aplaudido y controvertido, pero
respetado por todos. Fue un congresista propositivo. De sus iniciativas
hay constancia expresa en muchas leyes y en varias reformas
constitucionales. Fue su preocupación permanente legislar para favorecer
a los más necesitados. Recuerdo la lucha que dio en su momento por el
denominado IVA Social.
En
el Partido Liberal era una verdadera institución. Organizaba,
orientaba, mandaba. Todos acudíamos a Name buscando consejo y ayuda.
Nunca nos negó nada, pues fue generoso y buen camarada. Representó como
nadie el llamado Poder Costeño y su opinión era decisiva para aprobar
leyes, elegir dignatarios en el Parlamento, definir las Convenciones del
Partido y elegir Presidentes de la República. Por razones de coyuntura
política José se retiró del Partido, pero él lo añoro, como nosotros los
liberales a José. Me dijo José David, su heredero de sangre y de
política, que para su entierro había pedido corbata roja.
José,
como político de casta, vivió momentos de alegría y de tristeza. Fue
vitoreado, exaltado a lo máximo, aplaudido a rabiar, al igual que
criticado, perseguido, injuriado, calumniado. Siempre salió bien librado
en los intensos debates que afrontó y por más fuertes que fueran los
golpes nunca se rindió ni se dejó dominar por la amargura. A pesar de la
envidia y las contusiones, fue un nítido triunfador.
Habiendo
tenido tantos amigos, José Name tuvo especialmente familia. Bella
familia. Familia respetable y buena, Yolanda, sus hijos, David, a los
que con Rosita e hijos hago llegar mi afectuoso abrazo solidario.
Se nos fue el compañero Name. Que tristeza. Que orgullo haber sido su amigo.
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