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martes, 15 de noviembre de 2011

TRAFUGARIO

-------------------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO

TIENEN METIDO EL DIABLO
Yo tenía un amigo en los tiempos del bachillerato que tenía metido el diablo. Por lo menos eso afirmaba su mamá con toda la certeza científica que se pueda dar, porque era que en realidad a ese muchacho le sucedían las cosas más singulares del mundo. Ese hombre tiene a Lucifer ensartado en todo el centro del alma, repetía su progenitora con frecuencia, y no era porque no lo amara de verdad como a un hijo de sus entrañas, sino porque en realidad a este verraco le  ocurrían vainas que a él solo le ocurrían. Claro que también era que la señora gozaba de muy buen humor y le encantaba mamarle gallo al muchacho que tenía una personalidad algo escurridiza. Mi hijo es atembado de nacimiento y burro de profesión, solía decirle en la cara y ponía cara de malicia. En Bogotá en un solo día se estrelló tres veces. Una sacando el carro de la casa. La segunda, se estrelló contra una zorra de mula a dos cuadras de la casa. Y la tercera, en la noche, tumbo el portón del garaje entrando a la casa. Esa misma noche fue declarado campeón mundial de bestialidades. Conduciendo en Bogotá su Land Rover hizo el pare que le correspondía en un semáforo. Cuando arrancó con la luz roja, se quedó con la palanca de los cambios en la mano porque esta se le partió de raíz. En más de una ocasión llenó el tanque de la gasolina con Cocinol porque siempre se cuadraba exactamente en el surtidor de Cocinol de lo puro burro. Una vez afeitándose con una máquina de esas corrientes, inexplicablemente se cortó un brazo.  Ni él mismo pudo explicar, cómo carajos se cortó el brazo. Una noche en una cantina de Barbosa pidió un trago doble de aguardiente mientras esperaba la novia. Después de que se lo mandó de un solo jalón como se toma el primer trago, se dio cuenta que era de varsol. No le pasó nada pero la boca le quedó oliendo como dos meses a vestido de paño. Una tarde compró un cigarrillo en una tienda y lo encendió ahí mismo con un fósforo que le dio la tendera. Unos minutos después se dieron cuenta que le había metido candela a la falda de una señora campesina que estaba acurrucada escogiendo unas papas.
Y todo el mundo se moría de la risa, los hermanos también y los papás, de las cosas increíbles que le pasaban a Danilo Gerardo. Y para completar con ese nombrecito revuelto de caballo y bobo. Doña Ercilia, su mamá, siempre le decía: mijito, usted tiene que tener mucho cuidado al pasar las calles no vaya y sea que lo mate un carro con la llanta de repuesto. Y la vieja soltaba es carcajadas y el pingo también. El, mi amigo, recuerdo tanto, se reía de todo y eso era lo que lo salvaba. Porque aunque atembado, el idiota era hasta de buen humor. Y lo verraco es que así está la selección Colombia. No hay otra explicación para que a estos hijuetripas les vaya tan mal, y con semejante equipazo. Están como los argentinos. Yo quisiera que alguien que tenga el poder, puede ser el doctor Horacio Serpa o el doctor Carlos Alberto Morales, o ambos a la vez, me ayuden a convencer a Leonel Alvarez para que se afeite y se peluquee como todo un DT de fútbol, y para que vaya él y a la vez lleve los muchachos a Barbosa con el fin de que un parasicólogo-mentalista les haga un exorcismo. Porque yo estoy seguro que ellos tienen metido, como mi amigo, el demonio o un espíritu mamón, y eso es lo que no los deja ganar los partidos o de vez en cuando les deja ganar uno solito. En Barbosa está por estos días el espiritista Malezza, de origen italiano, y tiene un permiso especial del Santo Padre para ejercer la profesión. Y que lleven a los argentinos también. Porque si no, cómo será ese duelo de satanaces el martes. Y además, hay que ir al estadio con cruz y escapulario porque, ¿qué más podemos hacer los hinchas?  

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