¿Dónde
ocurrió la hecatombe?
Entre
nosotros ocurren cosas sorprendentes y hasta milagrosas. Hace quince días el
presidente Santos tenía enorme prestigio, gozaba de buena imagen y contaba con
gran apoyo político para plantear su reelección y ganar sin dificultades. Hoy
dicen que no existe tal prestigio, su imagen se vino al suelo, lo mas seguro es
que no se lance y si lo hace pierde las elecciones.
¿Qué
pasó? ¿Dónde ocurrió una hecatombe que pudiera generar tal cantidad de
situaciones políticas? Una encuesta de opinión, la carta de Timochenko, el paro
cafetero y el descontento de unos sectores parlamentarios porque se anunció que
no habrá reforma política, no da para tanto. Varios medios de comunicación,
algunos influyentes periodistas, la oposición que orquesta el expresidente
Uribe y los oportunistas que nunca faltan, presentaron una situación de
desastre como pocas veces se ha visto. Estremeció la carátula de Semana: “La
tormenta perfecta”.
Si
el Presidente Santos fuera un irresponsable, estuviera dilapidando los recursos
públicos o cometiendo graves actos de corrupción, si hubiera abandonado sus
funciones oficiales o cometido atropellos que ofendieran la dignidad nacional,
si estuviera fuera de juicio, hasta se explicaría que de un momento a otro las
cosas hubiesen cambiado tan radicalmente. Todo el mundo sabe que eso o cosas
parecidas no han ocurrido. El mandatario es una persona seria, responsable,
leal con el país, atenta en el cumplimiento de sus deberes, dedicada al
cumplimiento de sus obligaciones y sano de mente.
Problemas
hay y los habrá en este gobierno y en los siguientes. Algunos asuntos no han
salido adelante, pero no es la catástrofe. Han ocurrido hechos violentos,
como en el gobierno de su pugnaz
antecesor. No se ha logrado la paz, pero nadie pudo pensar que se terminaría en
cuatro meses. Cafeteros, cacaoteros, arroceros y otros respetables sectores del
campo viven una mala época, pero se encontrarán soluciones y alternativas. Son
situaciones que se sufren en una sociedad afectada por tantas carencias y
fragilidades, no propiamente causadas
por el Gobierno.
¿Qué
pasó? Es explicable que la desfavorable encuesta genere inquietudes y
reflexiones a analistas y comentaristas. Está mal que de ello se agarraran los
escandalosos, los tremendistas, los sin tema, los carboneros de oficio y los
opositores, para armar “la de Dios es padre”.
Ni
el mundo se está acabando, ni el gobierno se va a caer, ni las encuestas son
definitivas, ni los problemas van a continuar sin solución, ni se va a terminar
el proceso de paz de La Habana.
Hay
dificultades, es cierto. También se han presentado equivocaciones
gubernamentales. Es verdad que existen fallas en la comunicación. También es
cierto que tener de contradictor al expresidente Uribe es un verdadero
“camello”. Pero el gobierno tiene mucho espacio por donde poder volar.
Pilas
deben estar los socios de la coalición de gobierno. También su equipo de
trabajo. Gobernar no es fácil. Tampoco mantener a la gente contenta. La gestión
va bien, pero se puede mejorar. Y el Presidente es capaz de hacerlo.
Bogotá
D.C., 26 de febrero de 2013 Columna del NuevoSiglo
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