Por: Bernardo Socha Acosta
Para cualquier desprevenido colombiano, las cosas no andan bien en nuestro país. Cuando los sectores más importantes de la producción nacional y quienes construyen la riqueza de una sociedad, deciden realizar una protesta por motivos que son suficientemente claros, los representantes del gobierno no pueden responder con amenazas y represión, porque ahí es donde germina la rebeldía popular y la violencia. Por eso han surgido movimientos de extrema.
Bien lo dijo un prelado de la Iglesia
católica al respecto, que a los productores del agro, no se les puede calificar
de subversivos porque reclaman sus derechos. Será que estamos cayendo en ese
extremo, que solo fue visible de algún pasado presidente de la república; que
todo lo arreglaba con los fusiles y nada de diálogo.
La forma como los voceros del gobierno han
manejado la situación, inicialmente con los cafeteros y cacaoteros, es lo que
ha generado nuevas adhesiones al movimiento de trabajadores. Ya se han
unido otros sectores, entre ellos los transportadores,
llamados camioneros y así parece
continuar.
Esta inconformidad de la población no es un buen signo y los Ministros y otros
funcionarios que han estado atendiendo la situación, entre ellos el titular
de defensa, deben actuar con más
diplomacia, porque las amenazas ya no atemorizan, sino que despiertan reacciones agresivas a los demás.
A nadie le gusta que se le amenace como los
tiempos de antes; nadie obedece con órdenes agresivas. La agresividad como la
violencia, genera más violencia y un estado no puede ser violento con sus
gobernados. Cuando el pueblo reclama, habrá alguna razón; porque nadie protesta
porque sí. Y responder con amenazas y
represión, multiplica los resultados
negativos, sin lograr nada positivo en favor de la normalidad de los
colombianos.
Hay que entender que los productores del
campo han sido los más abandonados por la mano del estado. Los campesinos no
pueden seguir produciendo a pérdida
debido a los altos costos de los insumos y a los ruinosos precios que se
le fijan a los productos que ellos generan. La triste situación de los
campesinos colombianos no se puede
tratar con represión y violencia. Ellos
merecen consideración. Qué pasaría si la emigración campesina hacia las
ciudades sigue como se viene desarrollando, a raíz de la indolencia del estado.
El hambre y nuevos factores de violencia e inseguridad seguirán
siendo el común denominador de los colombianos en las grandes ciudades,
si las cosas no cambian. Y de paso sea la oportunidad de recordar a un congresista que sugirió al gobierno no permitir esas protestas. Es que es tan fácil hablar cuando se gana un sueldo de 25 MILLONES DE PESOS MENUALES a costa del pueblo colombianos, mientras un trabajador común y corriente devenga algo más de 500 mil pesos mensuales. dónde está la cacareada equidad.
Todos creemos que es hora de actuar; pero no
actuar tratando de persuadir a los inconformes con represión y violencia de la
cual ya estamos cansados y tal vez se intenta hacer algo con los diálogos en
Cuba, pero mientras eso ocurre, se hace lo contrario en Colombia.
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