Por: José Oscar Fajardo
El
miércoles de esta semana que acaba de fenecer, estoy hablando como los
tinterillos sustanciadores de otrora, volvieron los premios de periodismo en el
Departamento de Santander. Pues esta justa profesional-intelectual que se
instituyó hace unos diecisiete años, el año anterior no funcionó pero ahora
regresa con doblete y todo. Allá dijeron que podían participar todos los
periodistas, comunicadores sociales, y además todos los que tengan qué ver con
el ramo, siempre y cuando lo acrediten y siempre y cuando sean capaces de
participar. Es bueno aclarar que este evento se hace anualmente en memoria del
periodista Luis Enrique Figueroa Rey, quien siendo abogado y hombre de leyes,
también lo era de la imaginación y de la lengua. Pues “El Tuerto” Figueroa, la
onomatología con que socialmente se conoció, siempre vio las cosas y las
situaciones, por más terribles que fueran, con una bacanísima mamadera de
gallo. Ojalá dios lo tenga a su diestra porque en la siniestra es demasiado
peligroso, digo yo también mamando gallo.
¿Pero para qué sirve este
evento? Pues el gobernador Richard Aguilar lo dijo con mucho detalle y
elocuencia, lo mismo dijo Manolito Navarro el jefe de prensa de la gobernación
y además lo digo yo. Y no sólo me copio de ellos muy respetuosamente, y lo sostengo,
sino que también lo reafirmo, este sirve para exaltar la labor de los hombres
encargados de hacer saber lo que todo el mundo hace, y reproducir la cultura,
la sociedad y el Estado a través de los medios masivos de comunicación. Aunque
ustedes no lo crean. El periodista es el encargado de volver visible a toda
costa, lo que de pronto está, sin querer o no, en el ostracismo. Manuel Navarro, el jefe de prensa, para
ilustrar este concepto dijo una expresión de su imaginario literario que por su
belleza y contenido yo colegí que debía reproducirla. “Para ser un buen periodista se debe ser buena persona”.
Pues claro que el señor Navarro tiene toda la razón porque es que ser buena
persona implica ser honesto en lo que dice o escribe y además respetar los
derechos y la intimidad de la gente. Pues el periodismo no se inventó para
evacuar de su alma rencillas personales. Mucho menos para juzgar a los que uno
se arroga el derecho de juzgar. Otra cosa bien diferente es informar. Cuando
alguien ha cometido un delito, lo investiga la Fiscalía General de la Nación y
lo juzga y lo sentencia, si existe mérito, un juez de la República. Y si es un
fiel creyente, se sentirá juzgado por dios.
Este evento cultural, estoy
seguro, lleva dentro de sí, de una manera inmanente, la filosofía de hacer que
el comunicador se prepare profesional, ética e intelectualmente. De antemano
les presento mis excusas por también arrogarme el derecho de decir para qué
sirve este evento. Pero es que siento por dentro que al periodista, como a todo
profesional, no lo hace “el cartón” y sendas especializaciones rimbombantes, en
cambio sí la contundencia, la claridad y la belleza estética con que dice o
escribe sus conceptos o explica sus razones. También tengo que decir que el doctor Richard
Aguilar, gobernador, y Plinio Ordoñez, jefe de protocolo de la gobernación,
hablaron de los comunicadores conceptos muy bacanos. Pero con mayor razón tengo
que felicitar a Manuel Navarro porque su artilugio literario de la liebre y la tortuga,
en su discurso como uno de los instaladores del concurso, resultó una fábula
mucho más contetiva y hermosa que la del acrisolado escritor que la concibió a
la luz de la literatura infantil. En horabuena Manuel. En horabuena respetados
colegas y el concurso es para ganar.
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