Las estadísticas de la ONU
con referencia a Colombia en la educación nos ubican en el puesto 78 entre 129 países. El
comparativo permite concluir que en materia de educación queda dentro del montón, sin que trascienda,
como no trascendió el título de Atenas Suramericana
para la capital del país.
Eso explica por qué
educadores de avanzada de la segunda mitad del siglo pasado, resolvieron
cambiar la educación por la tolerancia del desorden al retirar del esquema
educativo oficial algo que se llamó urbanidad; concepto desconocido para los
nuevos docentes, como se consagrara en norma especial que ordenara en ley especial no traumatizar al pequeño
que recibe clases en las aulas, y evitar
cualquier afección que le pueda devenir
a causa de la utilización inadecuada de vocablos para su tratamiento.
Seguramente que no se
alcanzó a prever que hay sobreprotección para los niños y las niñas que
concurren a las aulas ante tanta laxitud pueden recoger de su entorno
adminículos, como los que pueden utilizar en países en los cuales aún no se
refleja el desarrollo tecnológico, debido a que dependen de la minería
(oro, esmeraldas) y tienen condiciones
de vida muy inferiores a las muestras, pero que al sometérsenos a comparativos quedamos
homologados sin que sea dable hacer precisión.
Son muchas las referencias
que existen al tópico, entre las cuales quedan por establecer científicamente,
si para no traumatizar se debe permitir dentro de las aulas el porte de
utensilios que esgrimidos se tornan en armas letales, que se pueden portar en
los mega colegios en donde con las
reformas quitaron la identidad, siguiendo la actualización de equivalencia del
ser humano a un número para adecuarlo a la
tecnología que nos permite hacer estas disquisiciones.
Con fundamento en éstas
concepciones vale la pena que los estudios de la pedagogía analicen junto con
los sociólogos y los psicólogos si la corrección de comportamientos es la que
corresponde a nuestro tejido social y sí
llevando al castigo en lugares inapropiados a quienes incurren en
violencia intrafamiliar ha dado resultados con la aplicación de las leyes de
último cuño, porque sí la violencia en los establecimientos educativos no es la
que requiere un país como el nuestro, partiendo de su idiosincrasia, se precisa
hacer el giro, previo análisis y proyecciones no exclusivamente demarcados en un
tipo legal sino en un término medio de prohibiciones en un país en que las
protestas y la indisciplina son orientaciones psicológicas que se dan con
regulación asombrosa, pero no sometida a la crítica que uno u otro podamos
hacer, sino al análisis sopesado de sí los cambios que se han dado han sido
benéficos o por el contrario, es necesario dar un giro para comprender que la
Colombia de hoy es el reflejo de aquellas legislaciones de mediados del siglo
pasado que nos lleva a un término medio de la educación en estadísticas que
sobrepasan el centenar de países para quedar en un término medio donde hay
personal con el reconocimiento ya en las
letras o imposiciones de vanguardia para la tecnología del espacio.
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