martes, 5 de mayo de 2015

Negación de la Pedagogía

                   Por Gerardo Delgado Silva 
Sin adjetivos patéticos y sin tono declamatorio, la pedagogía aspira a cumplir la misión de formar hombres y ciudadanos auténticos, para  la libertad y la justicia, bajo cuyos signos cumple la humanidad su destino por el camino de la democracia política y social. 
El comportamiento de los profesores en el País, suspendiendo sus labores, va en contra de los principios básicos de la civilización que aspira a que el “derecho de huelga, salvo en los servicios públicos esenciales, definidos por el Legislador”, se realice dentro del marco del dialogo y la persuasión racional. 
Evidentemente, “Son derechos fundamentales de los niños: La vida…. El cuidado y amor, La educación y la cultura….Los Derechos de los Niños prevalecen sobre los derechos de los demás”. 
Es una tragedia para los niños alumnos colombianos, que les marchita sus ilusiones a la primera luz. 
Al parecer no ha alcanzado el país a medir las proporciones de este paro de profesores – me abstengo de llamarlos maestros -.   Ninguna reacción verdadera que pueda considerarse como una reacción social colectiva.  Parece que en la Patria  no estuviera pasando nada.  Y sigue en cambio el curso tortuoso de los acontecimientos, que distorsionan la misión pedagógica con descarado cinismo, que se suma  a la insensibilidad de los señores del paro. 
Eso es mucho más de lo que un país puede soportar, y llegar a entender. 
Las posibilidades de realización de una sociedad, están ligadas a su autonomía cultural.  Salta, pues, a la vista, la importancia de la educación en una sociedad: ella puede servir, para impulsarla dentro de su autenticidad, sea para liberarla cuando la haya perdido, o para sumirla en la dependencia y la enajenación. 
En otras palabras, las posibilidades de realización de una sociedad están ligadas a su autonomía cultural y sin imposiciones ajenas. 
Es temprano para saber a ciencia cierta que políticos de la oposición a la paz y al gobierno, están detrás de esta conducta de los educadores, que contrarían el camino  recto y que parece que no entendieran de modo cabal cuál es su elevadísima misión y en qué consisten sus responsabilidades. 
Toda la patria, tiene sobrada y reconocida autoridad moral para fijar una posición de franco rechazo a cuanto se viene urdiendo de tiempo atrás en el sector político “Centro Democrático” del Señor Alvaro Uribe Vélez. 
Se hace indispensable la culminación de un gran movimiento patriótico que convoque a todos los colombianos en defensa de su dignidad  y su independencia como pueblo.  Los partidos políticos, Las fuerzas armadas, El Congreso de la República, El Poder Judicial, El Clero en su apostolado, Las Universidades con sus profesores y estudiantes, deben formar la gran vanguardia que llame a la unión sagrada del país, en busca del mantenimiento de la integridad nacional – sin niños confundidos tristes y olvidados por sus profesores – y los valores jurídicos y morales que le sirven de soporte. 
O sea una forma de reconocer la intangibilidad y dignidad de la persona humana como tal, y rechazar ese quebrantamiento de nuestras instituciones en punto tan decisivo como la educación.  El comportamiento de los señores educadores, es la muestra más aberrante del desarraigo, la pérdida de identidad, y la destrucción de los lazos sociales, formales e informales, que recubren y protegen a los menores como miembros más vulnerables, nada menos que el futuro de la Patria. 
Considero pertinente, en estos momentos, hacer alusión a mi queridísima madre Leonor Silva de Delgado, una eximia maestra, que llevo su devoción por la docencia a todos los campos de la vida, adornando también la vida de la sociedad santandereana, con calidades y excelencias ejemplares, con el ropaje y adorno de la hidalguía cristiana.  Grande espectáculo de una fe firme, tranquila, gigantesca, granítica, como las enormes montañas de nuestra tierra santandereana que se doran al cielo. 
Símbolo de una civilización humanista que enalteció con su inteligencia y erudición, y ennobleció con su virtud y dignidad, dedicada a hacer la luz a sus niños alumnos. 
Creo yo que con su estatura de verdadera maestra, egresada al principio del Siglo Pasado, de la Normal de Señoritas de San Gil.  El título más grande para el ser humano, es   indubitablemente el de Maestro. 
Al evocar a mamá, surgen más límpidos que nunca los vínculos con los que fueron sus alumnos, que han sido por muchos años verdaderas luminarias en diversas profesiones, porque ella lo que formó fue patriotas y caballeros con altos ideales, dándoles una dignidad trascendente a la vida. 
Así se lanzó por ejemplo a la conquista de la vida, Carlos Augusto Noriega, con el nombre de la patria en sus labios: como Ministro en el Gobierno de ese gran hombre que fue Carlos Lleras Restrepo,  Embajador en España, Portugal y la ONU, Parlamentario connotadísimo, con oraciones suntuosas, reflejo de las recitaciones aprendidas de Mamá Leonor, así me lo expresó en una ocasión, como un privilegio maravilloso. 
En una de sus obras intitulada: “Mis anti memorias”, deja escrita su gratitud con Mamá: “… en tercer año la fortuna me deparó una maestra, Leonor Silva de Delgado, a quien no puedo terminar de agradecerle cuanto me entregó y me sirvió para mi formación.  Vivió algo más de 102 años,  cuidada por el amor solícito de su hijo único, Gerardo Delgado Silva, profesional del Derecho que en Bucaramanga, exhibe una brillante carrera y el desempeño pulcro de altas posiciones, a quien me une estrecha amistad”. 
“Mi maestra de honor, además de los muchos conocimientos que nos impartió, perfeccionó conmigo lo que las anteriores maestras venían ensayando, convertirme en empecinado recitador.  Por las tardes, al terminar las clases, pasaba por su casa para aprender todo género de poemas, exaltación a los sentimientos religiosos, a la patria y a sus insignias,  a los próceres, a hechos históricos de resonancia para declamarlos en cuanta ceremonia, y eran frecuentes, convocaba en la escuela a Padres de Familia y ciudadanía  en general …” 
Carlos Augusto, fue un jurisconsulto trasladado al campo de la conciencia social. 
Quiera Dios, que en estos momentos aciagos de iniquidad para con los niños, se haga la luz en el desorden que rodea al Magisterio.

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