Mario González Vargas
Con la expedición del decreto 601 de 2020 que faculta al
Comisionado para la Paz “verificar la voluntad real de paz y reinserción a la
vida civil, así como la voluntad real de sometimiento a la justicia de los
Grupos Armados Organizados-GAO- presentes en el territorio nacional”, el doctor
Ceballos se verá confrontado simultáneamente a persistente herencia del pasado
y a nuevas realidades del presente. El ELN, por treinta años, ha abusado de la
voluntad de paz de los colombianos, en tretas sucesivas que han desactivado a
su conveniencia y que hoy procuran desvergonzadamente reiniciar. El ELN ha
mutado en estos años, despojándose de su naturaleza subversiva para mudarla a
la condición delictual propia de las organizaciones que se lucran del
narcotráfico y se complacen en el ejercicio de la violencia como instrumento de
terror. Es un GAO más, como lo dispone este decreto, que permite aplicarle las
disposiciones del ministerio de defensa que autorizan las acciones militares,
comprendido el bombardeo a sus campamentos. El ELN, como las disidencias de las
FARC y todas las Bandas Criminales que compiten entre sí por las áreas de
cultivo de la coca y la preeminencia en el tráfico de la droga, en una guerra
sin regla distinta al aniquilamiento de la competencia y al control de las
poblaciones mediante el terror, constituyen la más clara amenaza humanitaria,
de seguridad y de salubridad que jamás haya confrontado el país. No profesan
ideología alguna, ni se caracterizan por estructuras jerárquicas rígidas; son
ejércitos de mandos pasajeros, cuyos reemplazos no presentan dificultades, porque
lo que importa son los réditos de sus actividades de narcotráfico, minería
ilegal y contrabando. El sometimiento de algunos de sus mandos no afecta la
continuidad de la empresa criminal.
El ELN y las disidencias farianas son engranajes del
escenario geopolítico que mantiene a Maduro en el poder, indispensables para la
insaciable sed de riqueza y de poder del tirano y su séquito. Tarea descomunal
la que le confían al diligente Comisionado que podría diluirse en el inmenso
desgaste político que le espera en medio del fortalecimiento del dominio
territorial que ya ostentan las GAO en algunas regiones del país, adormecido
por los cantos de sirena de una paz diseñada para ser siempre esquiva e
inconclusa. Así se lograría aplazar una
vez más el reto fundamental del Estado colombiano: consolidar el dominio del
territorio.
Llegar y permanecer en el territorio es el paso
fundamental que le permitirá a Colombia consolidarse como Estado Social de
Derecho y desarrollar una estrategia en un orden mundial en revisión, que
requiere en América Latina liderazgo orientador. Un país que une a su
estratégica ubicación geográfica, la riqueza de albergar idiosincrasias andina,
caribe, pacífica, llanera y amazónica, está llamado a promover los intereses y
coordinar esfuerzos e iniciativas para el ascenso de la América mestiza en el
nuevo orden mundial. Ese debe ser
nuestro destino y a ese objetivo debemos orientar todas nuestras capacidades.
Ajuste de contenido y diagramación: bersoahoy.co
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