Mario Gonzalez Vargas
Las recientes opiniones de la
alcaldesa de Bogotá relativas a la inseguridad creciente que afecta a la
capital es una muestra más de su ignorancia sobre los aspectos fundamentales de
gobernanza y de su irrefrenable tendencia de culpar a otros de sus propias
carencias. En medio de los desafíos que supone la pandemia para la vida y la
subsistencia de los bogotanos, las desacertadas actuaciones de la alcaldesa, no
solo desconciertan, sino que también acrecientan la percepción de su
incapacidad para mantener el control de la ciudad en tiempos excepcionales.
El uso amenazante del twitter
para eludir las responsabilidades inherentes a su condición de máxima autoridad
de policía, demuestra su dificultad para aplicar políticas y asegurar la
coordinación de su ejecución. Atribuir responsabilidades al gobierno nacional y
a la Policía de Bogotá por omisiones propias de la Alcaldía, es indicio claro y
preocupante de su extravío en el cumplimiento de sus competencias y en el
entendimiento de sus responsabilidades. El Distrito tiene la capacidad técnica
para formular y ejecutar políticas de seguridad apropiadas a la situación que
se vive y cuenta con una policía profesional y capacitada en el ejercicio de
sus competencias. El gabinete tiene al
secretario de seguridad, que ha sido factor importante en la construcción de
políticas de seguridad desde las administraciones de Antanas Mockus, y al
secretario del interior que demuestra formación y buen juicio en el desempeño
de su trabajo. Asimismo, el comandante de la Policía Distrital es un general
formado en la reforma de ese Cuerpo, adelantada con éxito desde 1993, y hoy
reconocido en el hemisferio por su profesionalismo y sus resultados. Hace falta
entonces claridad en la dirección y asertividad en el mando, que permitan la
ejecución de políticas que ya existen, la coordinación con la Policía y la
participación de redes ciudadanas y de la Cámara de Comercio, hasta ahora
olvidadas por la alcaldesa.
Asumimos que el Distrito
cuenta con el diagnóstico de la situación de la seguridad y seguramente con la
formulación y planeación de lo que debe ejecutarse. El presidente del Concejo
ha señalado que desde el mes de febrero de este año se había advertido del
crecimiento de la inseguridad en Bogotá, y es de esperar que esa preocupación
haya sido recogida en el Plan de Desarrollo, aprobado sin mayor debate en el
Cabildo. Si ello es así, la responsabilidad de su ejecución es de la alcaldesa,
que debe controlar su temperamento agresivo y priorizar sus responsabilidades
sobre sus mal disimuladas ambiciones. Tranquilidad y ecuanimidad son virtudes
cardinales en los gobernantes.
Para superar los retos que
confronta, Claudia López debe superar las ficciones que han acompañado a la
izquierda en la comprensión del concepto de seguridad que en esos lares suele
confundirse con represión. Es de esperar que desde el ejercicio del gobierno
distrital la alcaldesa comprenda la importancia del orden público en materia de
convivencia y derechos humanos. Sería valiosa contribución a la modernización
de esa anacrónica bandería política.
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