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sábado, 9 de abril de 2022

Los peligros de la incompetencia

Mario González Vargas
El silencio del registrador Vega acrecienta las incógnitas, preocupaciones y señalamientos que han acompañado su gestión en el proceso electoral en curso. Ha preferido aislarse cuando el país entero reclama transparencia en un certamen electoral que se vislumbra apretado y cuyo resultado no puede ni debe ser teñido por sombras, dudas y descalificaciones que lo deslegitimen. No compareció al Senado, ni ha dado respuesta a las solicitudes que se le han formulado para saber de las correcciones a las irregularidades que se presentaron el 13 de marzo, y procurar así despejar las sospechas de incompetencia que lo acompañan y las amenazas que se ciernen sobre los resultados del proceso electoral. Vano sería pretender que las irregularidades observadas en las mesas de votación y en los formatos de las actas electorales se vean superadas con el solo traslado de las mismas a los entes de control, porque a ellos solo les corresponden las diligencias penales y disciplinarias.

No debe escudarse en que toda acción disciplinaria o judicial que apunte a su remoción no culminaría a la brevedad requerida y en la imposibilidad legal de reemplazarlo por un funcionario ad-hoc, para evadir la enorme responsabilidad que le atañe con la democracia en Colombia. Así lo entendió el CNE al solicitarle contratar a la mayor brevedad una auditoría internacional a los softwares de las elecciones, sobre cuyas especificaciones prevalece el misterio de saber si el contratado con Indra, y cuestionado, ha sido entregado, o seguimos con el que permitió las irregularidades que en pasada elección afectaron al partido Mira, aclaración requerida reiteradamente por el expresidente Pastrana, sin merecer respuesta alguna.

La incompetencia del registrador no puede llegar hasta menospreciar el interés que suscita la elección del futuro presidente de Colombia en un contexto de polarización interna y de factores externos que intervienen abiertamente y son susceptibles de afectar la seguridad nacional y la preservación de la democracia en Colombia. En el mundo globalizado ningún país puede sentirse ajeno a los conflictos que estremecen al mundo, porque las contiendas por las supremacías nos involucran a todos, independientemente del confín en el que nos encontremos. Las afinidades ideológicas concitan solidaridades, como se observa en las acciones de los regímenes de Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia, y en las de la Internacional Socialista, el Foro de Sao Paulo o el Grupo de Puebla, que encuentran fuerzas políticas afines en el escenario colombiano. Ello explica la protección de Maduro al ELN y a las disidencias de las FARC, la presencia rusa en Venezuela, con sus capacidades cibernéticas para atacar comunicaciones, medios de información, infraestructura energética, bancaria, militar, tecnológica y electoral, detectada por la inteligencia colombiana y estadunidense, y develada con el arresto del agente ruso y su lavado de activos en Colombia para adelantar su tarea disruptiva en las elecciones nuestras.

Si no tenemos la capacidad de prevenir, nos veremos posiblemente abocados a un repudio del resultado electoral y a un intento violento de un golpe de estado concertado a la democracia colombiana. Es el peligro que entraña la incompetencia.

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