domingo, 29 de enero de 2023

La soledad de la libertad

Mario González Vargas
En el año que empieza la tendencia del gobierno a acentuar su improvisación y el desconcierto que suscitan sus declaraciones y conductas en medio de un caos creciente en todo el territorio nacional, pareciera responder a una aparente inexperiencia de quienes accedieron al poder. Pero la dimensión de la anarquía que se extiende en el país sin encontrar respuesta apropiada por parte del gobierno, despierta no solamente suspicacia sobre sus reales intenciones, sino que también sugiere la puesta en marcha de una estrategia más eficaz para la consecución de objetivos que se quisieran mantener aún ocultos, con alcances que las reformas que se anuncian podrían revelar en toda su dimensión.

Los contenidos y objetivos de la paz total han provocado reacciones que denotan pronunciamientos diversos, no por ello desprovistas de relevancia. Así lo demuestra la controversia del Fiscal con el Presidente sobre la libertad de los investigados, enjuiciados y condenados miembros de la “primera línea”, que no solamente se ha caracterizado por la acritud presidencial y la firmeza del Fiscal, sino también por suscitar el pronunciamiento de la Comisión Interinstitucional de las Altas Cortes instando “a las autoridades de la República a ejercer sus competencias en el marco de los principios constitucionales de separación de poderes y colaboración armónica bajo criterios de ponderación y respeto”. A su vez el Eln sostiene que “al parecer la paz total está concebida como un proyecto de pacificación que busca el DDR para la guerrilla … y por otro lado le hace un lavado de cara a las bandas criminales”.

Pero quizás el giro más inquietante es el sorpresivo anuncio del presidente de discutir en las calles todas las reformas que pretende realizar, convocando marchas que coinciden con las anunciadas por la oposición, provocando un rechazo general, aún de simpatizantes del régimen, como Ramiro Bejarano que, en la mejor tradición liberal sostiene que se trata de “ una forma de gobierno en la que el gobernante de turno pretende avalar sus decisiones mediante una especie de plebiscitos en las calles. Eso me parece que es propio de dictaduras…”. Y le asiste la razón, porque del choque de fuerzas polarizadas solo prevalece la violencia y la sinrazón y se logra convertir al contradictor en enemigo. Sorprende que se deslegitime el debate en el Congreso, tan amaestrado con las prebendas concedidas, y se prefiera sustituirlo con la perniciosa tarea de “infuencers” hoy acuciosos contratistas del gobierno, que dejarán sin oficio a Roy Barreras y propagarán a su manera los contenidos aún reservados de las reformas que se pretenden. Para ello, contarán con los bots y los troles, complementados con las bodegas, desde la cuales estigmatizarán a los opositores. El presidente tiene claro que se está jugando su indefinida permanencia en el poder.

Todo ello encarna la antítesis de la democracia, copia fidedigna del chavismo, para sustituirla por la oclocracia que nos conduciría a la imposibilidad de lograr la paz, la reparación de las víctimas y la reconciliación que anhelamos. Por ello nadie extraña que después de la cumbre de la Celac todo indique que, por desgracia, la soledad solo parece rondar a la libertad.

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