Los colombianos no esperaban encontrar tanto resentimiento, arrogancia y odio político, en el nuevo presidente del Congreso de la república, senador, Iván Leonidas Name.
A partir de un sondeo hecho por este medio tras los actos del 20 de julio, muchos coincidieron en mostrarse extrañados por la posición ofensiva, rencorosa y hostil que expresó apenas asumió el cargo, con un cambio de actitud a la que demostraba antes de su elección.
Sin embargo, no se extrañaron los entrevistados al indicar que ese es el viejo estilo de los políticos que por décadas han pretendido enseñorearse de un organismo como el congreso de la república que debiera ser una fuente de orgullo patrio donde los ciudadanos encontraran admiración, confianza y respeto por la calidad de sus integrantes.
Si bien es cierto que el Congreso de la república es una combinación de voceros de las distintas regiones de Colombia, nadie ignora que esa combinación debiera ser una vocería de lo más selecto y homogéneo en comportamientos, en acciones y pensamientos creativos enriquecedores en favor de un país, carente de todo progreso, pero bien calificado en actos de corrupción, podredumbre que es lo que ha brillado desde muchos años atrás.
Las actitudes nada positivas del nuevo presidente del Senado de la república, organismo legislativo del que los colombianos esperan mucho, dejó la primera imagen de rastra lamentable apenas se inició la legislatura.
A partir de esta demostración de la cabeza del Congreso que va a dirigir una de las ramas del poder público en Colombia, que debiera ser motivo de orgullo patrio, el concepto generalizado es que el país no va recibir lo que los colombianos esperaban ansiosos de un nuevo periodo de trabajo de los legisladores. La presidencia de una célula legislativa como el Senado de la república, uniendo fuerzas con las demás ramas del poder, podría salvar a un país cuyas bases institucionales se encuentran carcomidas por el comején de la ambición politiquera y la voracidad de poder y riqueza de su clase dirigente. Pero esas ilusiones del pueblo colombiano, no dejarán de ser eso, puras ilusiones, si es que los electores no reaccionan para que se aparte del congreso, a todo lo que ha demostrado que no sirve. En manos de los colombianos está el futuro del país, pero para ello hay que limpiar de la polilla a esa rama del poder, llevando dirigentes apasionados por la vida colectiva y el bienestar de todos.
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