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miércoles, 17 de julio de 2024

El incierto porvenir de Colombia

Mario González Vargas
Nadie esperaba que después del nombramiento de Cristo y su promesa de milagros, la gobernanza del nuevo gabinete se viera comprometida con la disputa por la presidencia de la Cámara entre los miembros del Pacto Histórico y las otras fuerzas afines al gobierno. Al caos que reina en el país y que afecta todas las actividades productivas y la vida y seguridad de los ciudadanos en extensas regiones de la patria, se suma el fuego amigo entre los partidos amigos del gobierno, unos, los más radicales petristas y otros, los que quisieran atemperar la rabiosa conducta del presidente que solo acentúa las debilidades y fracasos de un gobierno a la deriva.

La disputa por la presidencia de la Cámara entre Jaime Raúl Salamanca, apoyado por los sectores radicales, y Katherine Miranda, por los que empiezan a ser sus víctimas, dejará heridas profundas en ambos bandos, susceptibles de alterar y modificar las mayorías que hasta ahora ha gozado el gobierno en esa corporación El presidente se ha encargado de avivar los desencuentros con su reiterada actitud de culpar a los demás de sus propios errores, que confirmó con la explicación de cada uno de los cambios en el gabinete. Ofender a quienes se vieron obligados a cumplir con sus instrucciones y desvaríos siembra legitima inquietud en sus actuales y nuevos colaboradores y fortalece la sensación de desgobierno que hoy prevalece en la opinión pública. Atentos estarán los partidos bisagras, conservador, liberal y la U, a las desavenencias entre el Pacto Histórico y las fuerzas que colaboraron en la elección de Petro para asumir posiciones que pueden variar sustancialmente las mayorías requeridas por un gobierno en peligro de naufragio.

Las primeras consecuencias ya se produjeron, como se deduce de los iniciales encuentros del ministro Cristo con sectores y organizaciones regionales y sectoriales del país. Los gobernadores mostraron un ánimo tibio ante las propuestas formuladas por Cristo y reiteraron sus quejas ante la desidia gubernamental en la solución de los problemas que los aquejan y que no han dejado de expandir sus nefastas consecuencias, conocidas, pero no atendidas por el gobierno del cambio. Los alcaldes, muchos denostados injustamente por el gobernante, reclamaron respeto y contención en las desaforadas expresiones presidenciales, que permitan diálogos constructivos y una colaboración eficiente con el gobierno central. Los gremios concurrieron a las reuniones con la directora del Dapre, sin que ello apaciguara las diatribas, sindicaciones e insultos del presidente. Petro parece ignorar las exigencias de sostenibilidad que deben acompañar cualquiera estrategia que se pretenda ejecutar, y con ello afecta la autonomía que se le pueda conceder a Cristo en su difícil tarea. Nuestro Cristo mundano debe estar preguntándose como adelantar un acuerdo nacional en medio de repetidas agresiones a tan variados estamentos de la sociedad, que ensombrecen y conspiran contra el respeto mutuo que exige la capacidad de escuchar y concertar. Mantener dos discursos y lenguajes distintos y casi siempre contradictorios y ofensivos, puede favorecer la conservación de sus bases más radicales con miras al 2026, pero interfiere y conspira contra la misión confiada a Juan Fernando Cristo. Los cambios que el gobierno estima inaplazables para una Asamblea Constituyente, de por si improcedente, hacen improbable un acuerdo nacional si se prolongan los desafueros verbales hacia todas las fuerzas vivas del país. Un laberinto sin salida parece cernirse sobre el país condenado a vivir horas difíciles e inciertas. Sombrío porvenir se cierne sobre Colombia.

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