Pelea de toche con guayaba
madura
Los hechos demuestran el
liderazgo del Presidente Chávez. Han pasado nueve días de su fallecimiento y en
todo el mundo se sigue comentando y escribiendo sobre el presidente venezolano.
Cientos de miles de personas compungidas en las calles, 37 jefes de estado en
el funeral, noticias e informes sobre “su vida y milagros” en todos los
rincones del mundo. No se necesitan más pruebas: Chávez impuso un nombre, un
estilo, un sentido social de la política.
Hay que seguir comentado sobre
Venezuela porque ahora viene la elección para escoger al sucesor de Chávez. Ya
existe uno designado por él mismo, Nicolás Maduro, quien se proclamó su hijo y
aspira a ser ungido electoralmente dentro de pocas semanas. Lo va a lograr.
La política es impredecible,
me consta. Y se dice que en política “lo único cierto es lo que ya pasó”. Pero
este caso es la excepción que confirma la regla.
Conocí a Nicolás Maduro hace
diez años, en Washington, cuando comenzaba su exitosa carrera en el Ejecutivo.
Desde entonces lo he visto en primera línea, protagonista, combativo,
Canciller, Vicepresidente, siempre al lado del comandante. Visible en los
medios, comprometido con la revolución socialista del siglo XXI.
Mucho de bueno debe tener este
carismático sindicalista de bigote, controvertido, contestatario, luchador,
cuando pudo ascender a la cúpula del poder político y ser escogido por Chávez
como su hombre de confianza. Por esta circunstancia, porque cuenta con lo que
electoralmente significa el aparato gubernamental, porque se beneficiará de la
estela sentimental dejada por la muerte del líder, pero también porque es
capaz, tiene discurso propio, es una figura políticamente atractiva y cuenta
con el apoyo de la estructura de la
“alianza revolucionaria”, será elegido Presidente.
Capriles “no es ningún pintado
en la pared”. Tiene juventud, inteligencia, presencia en la política
venezolana. Como candidato a la gobernación de su Estado derrotó a figuras
consagradas del Chavismo. Si se ganó el apoyo de la Mesa de Unidad Democrática
es porque vale mucho. Logró seis millones de votos compitiendo con el propio presidente. Tiene coraje. No es
fácil asumir una candidatura contra tantos signos adversos, en las actuales
circunstancias.
Capriles sabe de política,
única actividad en la que tiene validez la sentencia de Maturana: “perdiendo
también se gana”. En política no es deshonra perder y Capriles, víctima
ahora, será cabeza de la oposición y Presidente en un futuro próximo. ¿Cuándo? No
se sabe, pero a partir de las siguientes elecciones las cosas serán diferentes.
Chávez seguramente se equivocó
en algunos aspectos. Su estilo pudo causar rechazos y heridas. El modelo
democrático que acogió dejó incógnitas y observaciones. Pero a estas horas esos
argumentos no van a incidir en el desarrollo de la política real venezolana.
Por decirlo de alguna manera, su muerte se convirtió en el último de sus éxitos
políticos y su memoria será consagrada con la elección de Maduro. Después
pueden pasar muchas cosas, pero hoy, embalsamado, es el más grande de
Latinoamérica.
Bogotá D.C., 12 de Marzo, 2013
Columna del Nsiglo