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miércoles, 13 de marzo de 2013

En el mundo se escribe sobre el presidente Chávez

Pelea de toche con guayaba madura
                                                    Horacio Serpa
Los hechos demuestran el liderazgo del Presidente Chávez. Han pasado nueve días de su fallecimiento y en todo el mundo se sigue comentando y escribiendo sobre el presidente venezolano. Cientos de miles de personas compungidas en las calles, 37 jefes de estado en el funeral, noticias e informes sobre “su vida y milagros” en todos los rincones del mundo. No se necesitan más pruebas: Chávez impuso un nombre, un estilo, un sentido social de la política.
Hay que seguir comentado sobre Venezuela porque ahora viene la elección para escoger al sucesor de Chávez. Ya existe uno designado por él mismo, Nicolás Maduro, quien se proclamó su hijo y aspira a ser ungido electoralmente dentro de pocas semanas. Lo va a lograr.
La política es impredecible, me consta. Y se dice que en política “lo único cierto es lo que ya pasó”. Pero este caso es la excepción que confirma la regla.
Conocí a Nicolás Maduro hace diez años, en Washington, cuando comenzaba su exitosa carrera en el Ejecutivo. Desde entonces lo he visto en primera línea, protagonista, combativo, Canciller, Vicepresidente, siempre al lado del comandante. Visible en los medios, comprometido con la revolución socialista del siglo XXI.
Mucho de bueno debe tener este carismático sindicalista de bigote, controvertido, contestatario, luchador, cuando pudo ascender a la cúpula del poder político y ser escogido por Chávez como su hombre de confianza. Por esta circunstancia, porque cuenta con lo que electoralmente significa el aparato gubernamental, porque se beneficiará de la estela sentimental dejada por la muerte del líder, pero también porque es capaz, tiene discurso propio, es una figura políticamente atractiva y cuenta con el apoyo de  la estructura de la “alianza revolucionaria”, será elegido Presidente.
Capriles “no es ningún pintado en la pared”. Tiene juventud, inteligencia, presencia en la política venezolana. Como candidato a la gobernación de su Estado derrotó a figuras consagradas del Chavismo. Si se ganó el apoyo de la Mesa de Unidad Democrática es porque vale mucho. Logró seis millones de votos compitiendo  con el propio presidente. Tiene coraje. No es fácil asumir una candidatura contra tantos signos adversos, en las actuales circunstancias.
Capriles sabe de política, única actividad en la que tiene validez la sentencia de Maturana: “perdiendo también se gana”. En política no es deshonra perder y Capriles, víctima ahora,  será cabeza de la oposición y  Presidente en un futuro próximo. ¿Cuándo? No se sabe, pero a partir de las siguientes elecciones las cosas serán diferentes.
Chávez seguramente se equivocó en algunos aspectos. Su estilo pudo causar rechazos y heridas. El modelo democrático que acogió dejó incógnitas y observaciones. Pero a estas horas esos argumentos no van a incidir en el desarrollo de la política real venezolana. Por decirlo de alguna manera, su muerte se convirtió en el último de sus éxitos políticos y su memoria será consagrada con la elección de Maduro. Después pueden pasar muchas cosas, pero hoy, embalsamado, es el más grande de Latinoamérica. 
Bogotá D.C., 12 de Marzo, 2013 Columna del Nsiglo

miércoles, 11 de agosto de 2010

El nuevo amanecer democrático

Colombia, miércoles 11 de agosto de 2010

HORACIO SERPA
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Colombia respira esperanza. La democracia esta robustecida y corren nuevos vientos de reconciliación interna e integración regional. El discurso de posesión del presidente Santos y los acontecimientos que se han desencadenado en sus primeros días de mandato, lo muestran como un líder capaz de cumplir sus propósitos de prosperidad democrática, fin de la polarización, consolidación de los partidos, solución del conflicto armado, seguridad urbana, desarrollo con equidad y respeto a las Cortes.
La primera tarea que se ha propuesto el Presidente Santos es el diálogo directo con su similar venezolano, Hugo Chávez, para superar la larga cadena de desencuentros de las dos naciones, que han afectado las relaciones hasta llegar a su rompimiento. La presencia del Canciller Nicolás Maduro en la posesión de Santos fue el anuncio de un cambio positivo en el rumbo de nuestra diplomacia.

Lo que parecía imposible hasta hace unos días, se convirtió de la noche a la mañana en realidad: un encuentro Santos-Chávez en Santa Marta. Los dos mandatarios tendrán sobre sus hombros la responsabilidad de doblar la página de los últimos ocho años, marcada por ataques personales y amenazas, y volver a empezar. Tendrán que construir una relación basada en la confianza, el respeto mutuo y el compromiso de la solución pacífica de las diferencias. El restablecimiento de las relaciones bilaterales, rotas de manera abrupta hace apenas unos días, será el primer paso hacia una nueva era de integración regional.

Colombia y Venezuela tienen enemigos comunes, que deben afrontar de manera conjunta: guerrilla, narcotráfico, pobreza, inseguridad. Y una frontera común viva y dinámica que reclama acuerdos para el libre tránsito de bienes, personas y capitales. Acuerdos que garanticen la seguridad en la frontera, pero también la certeza de que nunca se volverá a tiempos pasados de cierre de mercados y amenazas de guerra.

En las relaciones con Venezuela y con Ecuador, especialmente, el Presidente Santos nos ofrece nuevas posibilidades. Los hechos demuestran que es mejor el diálogo directo que las vociferaciones mediáticas. El país reclamaba ese cambio de rumbo. Y celebra que, bajo la directriz del Presidente y la ejecutoria de la Canciller Holguín, la frontera deje de ser un territorio caliente y se convierta en un lugar pacífico en donde hierva la hermandad bolivariana. Un proceso que apenas comienza y necesita mucha colaboración de parte y parte.

Colombia tiene hoy una nueva agenda internacional, propia de un presidente formado en la academia y con una amplia experiencia diplomática. Seguramente, en pocos días veremos encuentros similares que rompan paradigmas y construyan nuevas percepciones globales sobre nuestro país y nuestros intereses.

Es bueno recordar el mensaje del nuevo mandatario: la palabra guerra no está en su diccionario, ni la puerta de la paz está cerrada con llave. Lo que significa más trabajo en busca de la reconciliación y menos desgaste en la confrontación innecesaria y estéril. Un mensaje de esperanza en un país hastiado de la guerra. Ese es el nuevo amanecer que nos merecemos.

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