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viernes, 22 de mayo de 2015

COMPORTAMIENTO PROCAZ

Por: Gerardo Delgado Silva
Es tanta la importancia de la justicia, que hasta la monarquía teocrática le rinde homenaje y le paga tributo desde los más antiguos tiempos.  “El rey que castigue a los inocentes y deje impunes a los culpables – dice el código de Manú - , se cubre de la mayor ignominia y va al infierno”.  Y cuenta la Biblia que Salomón cuando Dios le dijo: “Pide lo que quieres que yo te dé”, contestó: “Da, pues, a tu siervo corazón dócil para juzgar a tu pueblo, para entender entre lo bueno y lo malo”.  Heródoto refiere el caso de Deioces, que llegó a ser rey de los medos por la rectitud de sus fallos. 
Y es que indubitablemente, la justicia consiste en aplicarla interpretando fielmente su letra, con arreglo al sentido moral que constituye su espíritu.  Por eso toda la justicia reposa en los principios éticos de carácter fundamental, que contiene la Constitución, y que fijan al Derecho su verdadero sentido.
Es que tenemos que tener fe en la justicia, en los Magistrados que la representan, porque de no ser así, más próximo estaría el abismo insondable que nos amenaza desde los vendavales injuriosos del anterior presidente contra la Administración de Justicia.
Desde esa época, surgió la ignominia del Señor Uribe Vélez, con sus furias propias del haberno, vejando, y conspirando abiertamente contra la justicia, que fue para los griegos un regalo inapreciable de los dioses.
Clasificada por Radbruch, entre los valores absolutos, como el bien, la verdad, la belleza.
Escandalosas y paranoicas manifestaciones de inconformidad del Señor Senador Uribe Vélez, en contra de la Corte Suprema de Justicia, por las sentencias condenatorias contra los Ex – ministros Sabas Pretelt y Diego Palacios, como también contra el  ex –secretario Alberto Velázquez por los delitos de cohecho que condujeron a su re- elección presidencial en el año 2006.  Sentencias indubitablemente proferidas con sujeción al Imperio inexcusable de nuestro orden jurídico.  Fundadas esas sentencias en los preceptos básicos, sobre los cuales se asientan los principios del bien, del derecho, y de la justicia en nuestra patria,  de acuerdo con el sentido moral vigente, esto es, tal como los concibe la conciencia social del pueblo y los expresa, con mandato el legislador.  Cuando un ciudadano viola esos preceptos legales, sobreviene la reacción del Estado, osea, la sanción. 
Maggiori nos dice que: “la lucha contra la delincuencia es lucha por el mantenimiento de las condiciones de la vida civilizada y por la promoción de una moral más alta”,  “aquel súmmum bonum que es el fin último de la convivencia humana”.
Ese turbión ominoso contra la justicia, evoca la ignominia que viene desde su gobierno y refleja con acusadora precisión el aquerenciamiento con tantos delincuentes, - Jorge 40, quien conformó con sus numerosos paramilitares, lo que denominó  como comandos electorales -, un suceso sin órbita.  Ahí están los genocidios, llamados eufemísticamente “falsos positivos”.
Estas escandalosas y paranoicas manifestaciones del Senador Uribe, son un febricitante vértigo de culpa, porque no entiende, ni quiere entender, ni puede entender, el respeto que se debe al Estado Social de Derecho, cuya protección pacífica corresponde a los jueces, la esencia misma de la Democracia.  Una de las más tristes tragedias de la Patria.
La historia nos ha demostrado plenamente, que la peor desgracia que puede acontecerle a un pueblo, es no respetar la administración de justicia, que entre nosotros es impartida por los jueces en nombre de la República, y por autoridad de la Ley.  La más sublime de todas las dignidades, que puede tener el ser humano.
Quiere el Señor Uribe Vélez sacralizar las prácticas degradantes y repugnantes de quienes fueron sus funcionarios evidentemente corruptos, declarándolos víctimas inocentes de una conspiración de la justicia, y concretamente de la Corte Suprema.  Ha inaugurado el Señor Senador, la nueva edad de la mentira.  Cree malintencionadamente que con afrentar a jueces, magistrados y fiscales, soluciona el problema delictual de sus electores parapolíticos que ya están sentenciados y de sus subalternos sin principios, que conmoverá a la Nación por generaciones.
Es fácil explicar esta clase de iniquidades contra nuestra administración de justicia.  Bien se advierte que al ignorar el don de la justicia, sin controlar su ira y desmesura y porque no está a su alcance jurídico, el Senador Uribe no podía, ni puede analizar el acervo probatorio de los procesos en forma racional o discursiva, es decir, con una actividad lógica y dialéctica, como lo haría un jurista, sino desviando su significación como lo hacen los rábulas del derecho.   
Episodio como los otros, de desprecio por el país y la democracia.  Imposible de concebir en otros tiempos.  Aquellos de Uribe Uribe, Herrera, Eduardo Santos, Darío Echandía, Alfonso López, Gaitán, los dos Lleras, que en medio de la tempestad mostrando su hombría de bien y nutrieron con la savia ideológica de su pensamiento el discurrir histórico de la nació.  Fueron sin lugar a duda guardianes insomnes de la moral pública y la justicia.
¿Es una causa noble que inspira al Senador?, Jamás.  Una causa noble no puede por definición amparar comportamientos indignos.
Como se vé, en el gobierno del Señor Uribe se le dio cumplimiento a la sentencia de los romanos: “ La corrupción es  lo mejor de lo peor”.
Ante la avilantez del Senador Uribe, el Doctor Jaime Arrubla quien fuera brillantísimo Magistrado y Presidente de la Corte Suprema en el año 2010, expresó ante el acontecer de estos días, del Senador Uribe contra la Corte: “Es una infamia”.

martes, 9 de octubre de 2012

Comportamiento humano

Por Pedro Gerardo Tabares C.
En el desarrollo de las actividades ordinarias, es fácil encontrar cómo se comporta el ser humano. Pero habrá de clasificarse para ello, en un sin número de posibilidades que corresponden a las actitudes  de las personas en la sociedad, y de ahí que pueden encontrarse orientados por el altruismo, el servicio a los demás guidados por  su concepción de la bondad, el alcance de su propia convicción de ser excepcionales en el entorno, considerándose  transformadores por excelencia hasta convencerse que su concurso es indispensable e insustituible  y llegan a  reclamar e imponer la  sumisión de los demás con la convicción que no habrá quien pueda orientar el bienestar general sin su concurso.
Pueden dividirse  entre los que buscan obediencia, y  aquellos que consideran necesario imponer la sumisión, todo dentro de  orientación de criterios que seguramente sean los que les permite su existencia dentro de la egolatría, afirmando que gracias a su presencia se llega al perfeccionamiento de la sociedad.
Los que mandan y le obedecen pierden la noción del tiempo en la vida, en cuanto a su existencia y alcanzan la convicción de  su mesianismo para convencerse dentro de la perfección, que deben  cumplir la misión que el destino les encarga, porque están llamados a otorgar a otros la anhelada felicidad, con la convicción de que nadie los superará frente a las metas del altruismo a que consideran estar llamados a satisfacer las necesidades ajenas, todo ello con la convicción que nadie pueda  sustituirlos porque el Estado los llama a proponer los grandes derroteros.
En la otra faceta se orientan los que consideran la obtención del bienestar sin acudir a sacrificios  para  obtener satisfacciones económicas que redundan en consecuencias de lo que considera bienestar, sin examinar cuales los mecanismos para obtenerlo.
 Y finalmente aparecen los que no consideran necesario tener claro el ancestral valor del  trabajo, unido al  altruismo y la visión de mejorar, pues se convencen que no necesitan bienes, sino que debe permitírseles  holgura en un mundo en que todo lo que los rodea está dirigido para distinguirse de los demás.
Pero al margen están los que padecen de abulia en el curso de su vida, generalmente acuden a ingerir o usar sustancias alucinógenas con diversas consecuencias, pues no solamente los que llegan a la decrepitud las usan, así quienes se lucran con exceso. no lleguen a utilizarlas.
Todos inmersos en tratar de dilucidar  diferencia entre la luz y las tinieblas que cotidianamente debemos soportar.
Sin embargo unos y otros buscan atesorar sin medida  sin comprender para que sirve cualquier exceso o definir que constituye la felicidad.

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