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domingo, 2 de junio de 2013

El PIN un año después

                                                              TRAFUGARIO
Por: JOSE OSCAR FAJARDO
Hace exactamente un año y cuando se realizaba en ese entonces la IV Convención Departamental del Partido de Integración Nacional PIN, yo escribí una columna a la cual le puse como título “El renacer de convergencia ciudadana”, porque desde cuando eso ya se planteaba la posibilidad de que el PIN retomara el nombre de pila que lo vio nacer. Hasta el viernes en la noche que yo escribía esta columna, seguía con el mismo nombre. En ese entonces el PIN tenía algo así como 15 congresistas y con poco más de 1 millón de votos, se constituía en la cuarta fuerza electoral del país. Poseía entonces la capacidad de decidir quién era quién, para el lado que terciara políticamente. Yo comenté en aquella ocasión que el fundador del partido había sido Luis Alberto Gil, un locuaz exmaestro de escuela y exmiembro del M19, orgullosamente nacido en Barbosa Santander, lo que yo en mis relatos literarios llamo El manicomio más grande del mundo. 
Y también conté con orgullo que de allí era oriundo, tanto como el anterior, Angel Alirio Moreno Mateus, quien a la postre fungía como presidente nacional del partido, elevado cargo que aún conserva hasta hoy. Repito que los nombro con orgullo porque son dos muy destacados barboseños por su trabajo político a lo largo de sus vidas. Es obvio que del doctor Angel Alirio puedo hablar más porque lo conozco mucho más. Empezó desde muchacho haciendo reportería periodística para un diario regional, pero rápido se dio cuenta que aparte de su enorme bagaje cultural para ejercer el periodismo, también tenía desde su estructura genética y su andamiaje personal, excelsas cualidades para incursionar con fuerza y frenesí en el mundo de la política. El sabía que tenía buena pegada política, como se diría en el argot boxístico, porque su facilidad de expresión aunada a sus lecturas de historia de la política y de los partidos políticos que movían los hilos del poder en el país, le proporcionaban de hecho la preparación intelectual necesaria para ganarse un puesto en la vida de su pueblo y posteriormente, que ese puesto y esa historia se volviera nacional. De él recuerdo mucho sus enconados debates en el concejo de Barbosa y su capacidad oratoria y dialéctica para defender sus conceptos personales y políticos. Combinaba con pulcritud de farmaceuta una apropiada expresión corporal con la cantidad exacta de efusividad verbal, con lo que en la mayoría de ocasiones dejaba, con amplio margen de ventaja, fuera de combate a sus contrincantes políticos. Después se hizo abogado y completó su dicha. Ese era exactamente el brebaje de tigre barboseño que le faltaba para llegar hasta donde está hoy. 
La última vez que nos vimos fue en una conferencia de prensa que dio dos días antes de empezar la convención del PIN que termina este domingo. En esta ocasión le pregunté: Cuál es la posición del partido que usted preside respecto a los diálogos de Paz en la Habana. Así me respondió sin ambages: “Nosotros siempre hemos sido respetuosos de las leyes y de la Constitución Nacional, y en efecto toda nuestra actividad política estará alinderada por las normas vigentes para el ejercicio de la política en todo el país”. Debo acotar que el doctor Angel Alirio Moreno Mateus, por su investidura política en el PIN a nivel nacional, partido del cual es presidente, es hoy el político más destacado de la provincia de Vélez. No quiero decir con esto que no hayan otros protomachos políticos de esta región. Quiero decir que para mí, reitero, para mí, es el más importante. Como que es presidente de un partido a nivel nacional.

jueves, 11 de noviembre de 2010

El M-19 ha cumplido la palabra

Miércoles, 10 de noviembre de 2010

-------------------------------Por Horacio Serpa
La historia de Colombia se partió en dos cuando el M-19 decidió tomarse el Palacio de Justicia con la intención de juzgar al Presidente Belisario Betancur y lo que recibió fue una respuesta descomunal de la Fuerza Pública. Lo que estaba planeado como un hecho mediático pleno de espectacularidad, terminó como la mayor derrota militar y política de esa guerrilla, pero también en un estigma para el gobierno y los militares, hoy encarcelados y juzgados por la Justicia.

El Holocausto del Palacio de Justicia es el acontecimiento más doloroso de nuestra historia en la segunda mitad del siglo XX. Las imágenes de la sede de la justicia en llamas aún hacen estremecer al más fuerte y enlutan el alma de nuestra democracia. Sobre todo porque 25 años después nadie conoce la verdad de lo ocurrido. Solo se sabe que murieron fusiladas y calcinadas más de cien personas, fueron desaparecidos los once empleados de la cafetería y la Corte Suprema de Justicia fue arrasada por la intolerancia.

El Presidente Betancur ha guardado desde entonces un prudente y respetable silencio, que ha significado su retiro voluntario de la política partidista. En estos días nuevamente se han hecho toda clase de declaraciones con ocasión del 25 aniversario de esa tragedia. Se han pronunciado con especial acento altas dignidades de la justicia, para aclarar que el indulto otorgado al M-19 quedó sin validez jurídica, de acuerdo con lo señalado por el Tribunal Superior de Bogotá, el cual dictaminó que esa guerrilla cometió delitos de lesa humanidad.

Ante dicha situación hay que preguntarse si el país va a enterrar el proceso de paz con el M-19, que permitió la desmovilización de ese grupo y su reincorporación a la vida civil. Una iniciativa que jalonó procesos de paz con otras guerrillas y permitió la desmovilización de cerca de seis mil compatriotas, así como la convocatoria de la Constituyente de 1991, a la que con acierto se le denominó “el camino de la paz”.

Un proceso de reconciliación que permitió un nuevo pacto social y político, y la creación de una estructura constitucional para la participación, la inclusión social, la democracia, la solidaridad, la integración y el entendimiento.

El M-19 ha cumplido su palabra empeñada. Nunca ha renunciado a los acuerdos, por más alta que se haya puesto la marea política en su contra. Ni los asesinatos, desapariciones, atentados y amenazas a sus dirigentes, ni la persecución de sus liderazgos por parte de los intolerantes, los han hecho devolverse al monte. Siguen siendo ciudadanos que actúan en todos los escenarios políticos como gobernantes, directores de partidos, congresistas, defensores de derechos humanos. Personas que renunciaron para siempre a las armas para defender libremente sus ideas.

Juzgarlos como criminales de guerra por los dolorosos hechos de hace 25 años, en los que murieron todos los asaltantes, sería un error imperdonable contra quienes han honrado su palabra y compromiso con la paz. Hacerlo sería enterrar para siempre la posibilidad de la convivencia.

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