Por Horacio Serpa Uribe
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El
11 de septiembre de 2001 el terrorismo se apoderó del mundo. Aún duelen
las imágenes dantescas de las Torres Gemelas de Nueva York ardiendo,
luego de ser estrellados contra ellas dos gigantescos aviones civiles.
Aún lamentamos tantas vidas perdidas, tanto horror.
Desde
ese día el mundo no ha vuelto a ser el mismo. El orden internacional
sufrió un brusco cambio. Los organismos internacionales parecieron
estorbar a quienes tenían sed de venganza exprés. El mundo árabe se
volvió sospechoso. Hablar de paz una afrenta. Creer en la solución
negociada de los conflictos una estupidez. La paz mundial se vio
amenazada por los halcones del Pentágono, liderados por el presidente
Bush, que salieron en busca del enemigo extranjero e invadieron Irak y
Afganistán, que ha sido el peor error en muchos años, con sus altos
costos en vidas humanas, perdida de riqueza, poder y estabilidad global.
Los
resultados de esa cruzada no han sido los esperados. Estados Unidos es
hoy una superpotencia amenazada, en crisis económica e inestabilidad
política. Ha pagado caro su apuesta por la guerra. El enorme déficit
fiscal de la otrora superpotencia, solo se explica por haberse
embarcado en dos guerras perdidas, que se han chupado el presupuesto del
desarrollo y le han costado la vida a miles de soldados americanos.
El
11 de septiembre representa un punto de quiebre en la lucha contra el
terrorismo. La histeria vengativa que generó atravesó el globo y
entronizo a una derecha extremista, envalentonada y guerrerista, que
convirtió en enemigo a todo aquel que no comulgara con su credo, ni con
su cruzada.
En
Colombia fuimos víctimas de ese virus. Durante los últimos años vivimos
bajo la política del exterminio del adversario. Palabras como diálogo,
negociación, disenso, paz, fueron proscritas en un propósito que
convirtió la derrota militar del adversario y el aplastamiento de la
oposición en un objetivo vital de supervivencia.
El presupuesto militar se duplicó, se asedió a la
oposición, se chuzó desde el DAS a los defensores de derechos humanos;
se estigmatizaron las ONG y se persiguió a la prensa independiente; se
negoció con los paramilitares, pero se atacó a los promotores del
acuerdo humanitario. Nunca hubo espacio para hablar de reconciliación.
Colombia
fue el aliado carnal de Bush y adversario del vecindario. Se ataco en
Ecuador, se amenazó a Venezuela. La lucha contra el terrorismo casi mas
vista del mundo.
Diez
años después de esos terribles hechos el mundo es igual de inseguro y
no se ha derrotado al terrorismo. Aunque Bin Laden está muerto y han
caído los jefes de las Farc, hablar de lucha contra el terrorismo como
eje de la política internacional suena caduco. Hoy todos hablan de
prosperidad, progreso, entendimiento, diálogo, integración, lucha contra
la pobreza y la exclusión, y medio ambiente.
El
11 de septiembre arde en la memoria. Pero siguen sin resolverse las
preguntas centrales de la humanidad: ¿cómo derrotamos el hambre? ¿Cómo
alcanzamos la paz global?