Amigo Bernardo Socha:
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José Mojica. Foto: elregio.com |
José Mojica, el Presidente
constitucional de Paraguay, es un anciano venerable, un antiguo guerrillero que, amando tanto su vida se la
jugó por la utopía, por la justicia, por la igualdad,por la libertad, por la
comunidad, por construir una sociedad que le reconozca los derechos a todos; en
suma se jugó la vida para buscar la
felicidad de su pueblo y, desde luego, su propia felicidad.
Ahora,ya anciano, cargado de
años y de experiencias enriquecedoras, JOSE MOJICA, gobierna a su país desde su
humilde "chacra", su pequeña granja que comparte con su mujer de toda
su vida, sus animales domésticos y unas
cuantas vacas; ha renunciado a gobernar desde los palacios, desde las casas de gobierno
diseñadas y construidas a propósito para mantener alejados a los gobernantes de
las angustias y las necesidades reales de los ciudadanos que deben dirigir y gobernar.
En los foros internacionales,
esos lugares a donde acuden en tropel los gobernantes de los países del mundo
para exhibir sus flaquezas y sus vanidades y atender solícitos las directrices
y las ordenes de sus emperadores, JOSE MOJICA, ese viejo guerrillero jubilado
se ha convertido estrella fulgurante al cuestionar y poner en el tapete, con
sus ideas sencillas, su ejemplo de vida y su
humildad, las debilidades, las
contradicciones, las falencias y las falacias del modelo económico vigente.
JOSE MOJICA, contrariamente a
las ideas y estrategias de dominación y explotación del modelo neoliberal, predica
y aplica en su país verdades subversivas, cotidianas y elementales y, así, dice
que los seres humanos (la sociedad), debemos dirigir la economía, la producción
de bienes y servicios, el mercado, la globalización; enseña que la meta de la
economía jamás puede ser el lucro, la acumulación y la avaricia sino la
felicidad humana.
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Reinaldo Ramírez |
Como en los viejos tiempos,
los tiempos de las leyendas y las profecías, los seres humanos de hoy debemos
decidir entre la opción de oir la voz de JOSE MOJICA y poner en práctica sus
enseñanzas o seguir aplicando la antigua solución para acallar a los profetas:
crucificarlo para que evitar que su prédica cuestione nuestras conciencias.
Vale la pena empezar por oir
su discurso.
Atento saludo,
Reinaldo Ramírez