Colombia, miércoles 27 de Agosto de 2008
POR: HORACIO SERPA
Nunca hubo tanta polémica sobre el funcionamiento del Estado, ni tanta incoherencia. El país político está sobresaltado, y el país nacional alarmado. Son demasiadas las acusaciones, las aclaraciones, las mutuas recriminaciones, los señalamientos, los revires de toda clase y a todas horas. Tan delicada se ha puesto la confrontación entre el Gobierno Nacional y la Suprema Corte, que el tema del Congreso ha pasado a un segundo plano, siendo asunto tan grave. Aún así me he mantenido callado en mi grata atalaya de Santander.
Pero escuché al señor Presidente en una de sus asiduas réplicas, y debo decirle que no es verdad que a la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 se la hubieran tomado los narcotraficantes para que eliminara la extradición, como lo expresó por medios televisivos.
El señor Presidente conoció la situación del País en los meses anteriores a la Gran Asamblea. Recuerda, sin duda, los asesinatos de los candidatos presidenciales y los secuestros. Supo de los atentados, de las bombas, de las muertes de los policías, del terror que se pretendió imponer. La guerrilla mantenía su furia violenta y los paramilitares empezaban a aparecer. Y la pobreza y todas nuestras debilidades afloraban sin cesar.
POR: HORACIO SERPA
Nunca hubo tanta polémica sobre el funcionamiento del Estado, ni tanta incoherencia. El país político está sobresaltado, y el país nacional alarmado. Son demasiadas las acusaciones, las aclaraciones, las mutuas recriminaciones, los señalamientos, los revires de toda clase y a todas horas. Tan delicada se ha puesto la confrontación entre el Gobierno Nacional y la Suprema Corte, que el tema del Congreso ha pasado a un segundo plano, siendo asunto tan grave. Aún así me he mantenido callado en mi grata atalaya de Santander.
Pero escuché al señor Presidente en una de sus asiduas réplicas, y debo decirle que no es verdad que a la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 se la hubieran tomado los narcotraficantes para que eliminara la extradición, como lo expresó por medios televisivos.
El señor Presidente conoció la situación del País en los meses anteriores a la Gran Asamblea. Recuerda, sin duda, los asesinatos de los candidatos presidenciales y los secuestros. Supo de los atentados, de las bombas, de las muertes de los policías, del terror que se pretendió imponer. La guerrilla mantenía su furia violenta y los paramilitares empezaban a aparecer. Y la pobreza y todas nuestras debilidades afloraban sin cesar.
En ese ambiente nació la Constituyente. Fue una ventana de escape. Entre los puntos de controversia surgió la no extradición, sobre la base de que los crímenes de los narcos se castigaran en Colombia y se abriera una posibilidad de convivencia. En la discusión pública la mayoría de los aspirantes ofrecimos eliminarla para encontrar esa salida. Prácticamente ya no existía para los sometidos. Pocos fueron contrarios. Colombia, casi totalmente, cerró filas sobre este punto.
Admiro a los que se opusieron, como Marulanda y Galán. Pero los que votamos para eliminar la extradición, lo hicimos responsablemente. Por mi parte, era clara mi posición sobre Escobar y el narcotráfico. Fui el Representante que sacó adelante la revocatoria de su inmunidad parlamentaria; fui el Ministro de Gobierno de Barco que lo declaró enemigo público número uno de los colombianos; fui uno de los tres Senadores que se opuso en la Comisión Primera del Senado a la reforma constitucional envenenada en la Cámara. Luché contra el artículo de punto final.
Tengo, pues, derecho y autoridad para reivindicar la transparencia de la Constituyente.
He visto al señor Presidente actuar con entrega y laboriosidad. Reconozco lo mucho que se ha avanzado en seguridad y tranquilidad. El país lo aclama. En América se le tiene por un líder muy importante. Pero anda en una polémica endiablada, frenética, innecesaria, inútil. Y esa Patria que ama, a pesar de sus esfuerzos, se puede lesionar.
Quien soy para dar consejos a una persona que ha demostrado tanta diligencia y liderazgo. No obstante, en esta época turbulenta y con la mejor intención, me atrevo a recordar el sabio adagio popular según el cual, "todo el mundo se puede enloquecer, menos el director del manicomio".
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Quien soy para dar consejos a una persona que ha demostrado tanta diligencia y liderazgo. No obstante, en esta época turbulenta y con la mejor intención, me atrevo a recordar el sabio adagio popular según el cual, "todo el mundo se puede enloquecer, menos el director del manicomio".