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viernes, 9 de marzo de 2012

Uno de los efectos secundarios de la ciencia: Los Hackers


Por: Pedro Gerardo Tabares C.

Desde hace medio siglo hemos evolucionado tanto que las máquinas cumplen misiones casi incomprensibles, ya saliendo de la esfera terrestre a otros cuerpos celestes o también cumpliendo el automatismo que permite que equipos sofisticados recorran  el cuerpo humano para dar satisfacción a la salud.
A nadie escapa que esto se debe a la evolución del transistor. En el campo intermedio, surgió la presencia universal a través de los sistemas que como todos los grandes inventos  buscan beneficios que en oportunidades son inconmensurables. Surgió el Internet respecto del cual no es fácil medir su alcance e en el orden económico, cultural, social y en este último con la modificación total, de las costumbres, puesto que ya casi alcanza a la generación que toma decisiones con base en la cultura de tan importante avance en el beneficio virtual.

Han surgido las consecuencias que traen los grandes inventos que generalmente causan daño, pues el apoyo a la investigación se da con largueza sobre armas, y no se piensa en efectos secundarios cuando el resultado se pone en funcionamiento. Nos referimos a lo que se ha denominado como un vocablo no propiamente de origen castizo como la totalidad de los que señalan la técnica, que se denomina “hakers” que en sentido común equivale a quien tiene conocimientos avanzados en sistemas y está por encima de los programadores que se conocen, y por ello no tienen dificultad en penetrar a las máquinas que se consideran más protegidas para divulgar los archivos, en una vulneración que alcanza a efectos de mayor trascendencia que  los archivos en papel. Ampliación

martes, 26 de agosto de 2008

El director no se puede enloquecer

Fuente Nuevo Siglo

Colombia, miércoles 27 de Agosto de 2008

POR: HORACIO SERPA

Nunca hubo tanta polémica sobre el funcionamiento del Estado, ni tanta incoherencia. El país político está sobresaltado, y el país nacional alarmado. Son demasiadas las acusaciones, las aclaraciones, las mutuas recriminaciones, los señalamientos, los revires de toda clase y a todas horas. Tan delicada se ha puesto la confrontación entre el Gobierno Nacional y la Suprema Corte, que el tema del Congreso ha pasado a un segundo plano, siendo asunto tan grave. Aún así me he mantenido callado en mi grata atalaya de Santander.

Pero escuché al señor Presidente en una de sus asiduas réplicas, y debo decirle que no es verdad que a la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 se la hubieran tomado los narcotraficantes para que eliminara la extradición, como lo expresó por medios televisivos.
El señor Presidente conoció la situación del País en los meses anteriores a la Gran Asamblea. Recuerda, sin duda, los asesinatos de los candidatos presidenciales y los secuestros. Supo de los atentados, de las bombas, de las muertes de los policías, del terror que se pretendió imponer. La guerrilla mantenía su furia violenta y los paramilitares empezaban a aparecer. Y la pobreza y todas nuestras debilidades afloraban sin cesar.

En ese ambiente nació la Constituyente. Fue una ventana de escape. Entre los puntos de controversia surgió la no extradición, sobre la base de que los crímenes de los narcos se castigaran en Colombia y se abriera una posibilidad de convivencia. En la discusión pública la mayoría de los aspirantes ofrecimos eliminarla para encontrar esa salida. Prácticamente ya no existía para los sometidos. Pocos fueron contrarios. Colombia, casi totalmente, cerró filas sobre este punto.

Admiro a los que se opusieron, como Marulanda y Galán. Pero los que votamos para eliminar la extradición, lo hicimos responsablemente. Por mi parte, era clara mi posición sobre Escobar y el narcotráfico. Fui el Representante que sacó adelante la revocatoria de su inmunidad parlamentaria; fui el Ministro de Gobierno de Barco que lo declaró enemigo público número uno de los colombianos; fui uno de los tres Senadores que se opuso en la Comisión Primera del Senado a la reforma constitucional envenenada en la Cámara. Luché contra el artículo de punto final.

Tengo, pues, derecho y autoridad para reivindicar la transparencia de la Constituyente.
He visto al señor Presidente actuar con entrega y laboriosidad. Reconozco lo mucho que se ha avanzado en seguridad y tranquilidad. El país lo aclama. En América se le tiene por un líder muy importante. Pero anda en una polémica endiablada, frenética, innecesaria, inútil. Y esa Patria que ama, a pesar de sus esfuerzos, se puede lesionar.
Quien soy para dar consejos a una persona que ha demostrado tanta diligencia y liderazgo. No obstante, en esta época turbulenta y con la mejor intención, me atrevo a recordar el sabio adagio popular según el cual, "todo el mundo se puede enloquecer, menos el director del manicomio".
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