Fuente: elnuevosiglo.com > Colombia, miércoles 17 de diciembre de 2008
HORACIO SERPA
Las elecciones de 1998 marcaron el inicio del fin de la democracia en Colombia. Ese año las Farc decidieron el futuro del país e inclinaron la balanza electoral. Ayudaron a elegir un gobierno que generó la peor frustración que los colombianos recuerden, lo que permitió la consolidación del paramilitarismo.
Las elecciones de 1998 marcaron el inicio del fin de la democracia en Colombia. Ese año las Farc decidieron el futuro del país e inclinaron la balanza electoral. Ayudaron a elegir un gobierno que generó la peor frustración que los colombianos recuerden, lo que permitió la consolidación del paramilitarismo.
Gracias a los excesos del Caguán y la soberbia de las Farc, que durante tres años mantuvieron secuestrada la voluntad del país, los paramilitares crecieron, doblegaron o compraron a gran parte de la clase política, ganaderos, comerciantes y hasta académicos y periodistas que le vendieron su alma al diablo y se apoderaron de Colombia.
Así, en 2002, manipularon por la fuerza más de dos millones de votos. Lo han demostrado las autoridades judiciales y los centros de pensamiento, como la Corporación Arcoiris, en lo que se conoce como la parapolítica.
Lo han revelado, además, las declaraciones de los jefes de esas organizaciones criminales que certificaron pactos siniestros para refundar la patria, como los de Ralito, Chivoló y otros, que permitieron que Colombia se convirtiera en un paraíso fiscal del narcotráfico, en donde pudieron surgir, a plena luz del día, esperpentos como DMG, que se devoraron los ahorros de cuatro millones de compatriotas.
Lo demostrado por los hechos es que fui perseguido en las elecciones de 1998 por las Farc, y en las de 2002 por los paramilitares. La voluntad del pueblo fue burlada en dos ocasiones. He sido una víctima de esas organizaciones criminales y la democracia colombiana ha quedado lastimada sin remedio por tales operaciones en las que los fusiles y el dinero del narcotráfico se apoderaron de la política.
En marzo de este año, antes de ser extraditado por sus delitos de narcotráfico, Salvatore Mancuso dijo que los paramilitares habían votado en la primera vuelta presidencial de 1998 por Serpa, y cuando gané, decidieron cambiar de táctica y apoyar a Pastrana. ¡Qué falsedad!
Ahora, desde Nueva York, donde paga una pena por narcotráfico y no por sus delitos de lesa humanidad, Jorge 40, refrita la historia. Busca enlodar mi nombre y mi trayectoria política, cuando todo el mundo sabe que he sido víctima de paras y guerrilleros, y un luchador inclaudicable contra sus métodos y acciones.
En 1998 manifesté que no era yo el candidato del Mono Jojoy. Cuando en 2002 dije que los paramilitares se apoderarían del país para destruirlo, nadie me creyó. La historia me ha dado la razón. Los centros académicos y los jueces podrían demostrar esa realidad.
Por desgracia, la verdad sigue secuestrada. Faltan por revelarse nombres de personas vinculadas a las mafias que avanzaron en un proyecto político de extrema derecha y lograron fundar una paracracia, que infiltró las tres ramas del poder. La Corte Suprema de Justicia ha avanzado en la tarea de esclarecer la verdad, impartir justicia y correr las cortinas de esa podredumbre, pero falta todavía mucho por saber. La verdad tiene que aparecer
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