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sábado, 27 de abril de 2013

Difícil dirección hacia la paz

                              Por: Pedro Gerardo Tabares C.
Los pronunciamientos en contra de la paz y la orientación hacia ella, con sus utópicos, pero necesarios apoyos, presentan las consabidas causas de enfrentamiento que los momentos históricos traen.
No hay pueblo en que la política haya influido con tan aguda divergencia, que se mantenga en el tiempo indefinidamente la aceptación de acuerdos o de imposición unilateral que acepte cualquiera de las partes, máxime cuando los comportamientos de una de ellas debe reconocer como contraria a la sociedad existente sus actuaciones y que por esa circunstancia causa graves traumatismo en la economía, las relaciones interpersonales, el dominio territorial que conlleva a calificativos muy pero que en nada práctico beneficia su pronunciamiento para el núcleo social en que se tornan pragmáticos.
Quienes han perdido batallas, se les ha truncado en atentados o aún vencido en batallas, no siempre con lo que se han pagado sus equivocaciones han sido sanciones que los elimine, sino que hasta han regresado al seno de una sociedad que los ha esperado para cambiar de alguna manera la concepción de la maldad.
Por eso cualquier radicalismo impide solucionar graves conflictos, y nuestro país no es ajeno a esa situaciones, por lo cual quienes no tienen dirección material de los acontecimientos con sólo su percepción y agudeza de pensamiento se tornen en orientadores decisorios de todo aquello cuya concepción es totalmente diferente, hasta el punto que que impida que haya nuevas propuestas, cuando las precedentes no han tenido acogida, y por ende sin resultados.
El pensamiento humano tiene aristas que quizá no se alcanza a comprender, cuando repudiamos una concepción, pero ésta se aplica quitándole alguna variante de la que el pensador que la entronizó modifica el conglomerado social con su aceptación, y aún en las democracias se modifica diametralmente la manera de pensar en una sociedad determinada, como se puede observar a cada momento.
Quienes por su calidad de intelectuales, directores de masas, intérpretes de pensamiento religiosos, o cultores de anquilosadas teorías que consideran válidas, pueden intervenir para morigerar sus candentes ataques, dejando un mínimo de criterio a quienes tienen decisión, claro está que con su aporte mesurado para buscar ese rótulo que ha sido la incógnita difícil de encontrar a través de los tiempos: la paz, que teóricamente está incluido en la Constitución Política Colombiana.

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