Tomado de la Fundación Atlas
Los
controles de precios
Por: Gabriel Boragina
Los controles de precios son
una de las consecuencias de la inflación. Se trata de una medida política que
los gobiernos adoptan para tratar de "solucionar" un problema que
ellos mismos han creado, es decir, la inflación, cuando la solución real pasa
por el hecho de que los gobiernos no emitan dinero, ni manipulen la tasa de
interés.
Los precios son las señales
que guían al mercado:
"Por esto es que resultan
contraproducentes los controles de precios. Pongamos un caso dramático.
Supongamos que se trata de un laboratorio de productos farmacéuticos que vende
un producto que resulta esencial para salvar las vidas de cierta población en
la que se ha propagado una plaga. Si el gobierno impone precios máximos (es
decir inferiores al precio de mercado), lo primero que ocurrirá es que se
expandirá la demanda puesto que un precio inferior permite que un número mayor
de personas puedan adquirir el bien. Ahora bien, si sacamos una fotografía del
instante en que se controlaron precios, debemos tener presente que no por el
mero hecho de que aparece un número adicional de demandantes automáticamente se
incrementará la oferta. Por tanto, en ese primer momento, habrá un faltante
artificial, es decir, habrá un número insatisfecho de personas que tienen la
necesidad más el poder de compra y, sin embargo, el remedio no se encuentra
disponible."[1]
Es más, la oferta no se
incrementará, sino que, por el contrario, se contraerá, en razón del precio
político que representa el precio máximo. La creación de esta demanda
verdaderamente artificial, lo único que logra es hacer que el precio de mercado
del producto controlado sea cada vez mayor. Es decir, empeora la situación de
esos mismos nuevos demandantes. Sigue el Dr. A. Benegas Lynch (h):
"En un segundo paso se
observará que, debido al precio máximo, los márgenes operativos resultan más
reducidos, lo cual, a su vez, hará que los productores marginales (los menos
eficientes, pero eficientes al fin según los precios libres) se retiren de esa
actividad. Esto es así debido a que los nuevos precios artificialmente
impuestos estarán pasando una señal en la que se lee que esos productores
marginales se han convertido en ineptos para seguir en ese renglón. Cuanto
mayor la diferencia entre el precio de mercado y el precio político mayor será
la cantidad de oferentes que serán persuadidos a retirarse. Esta contracción
agudiza el faltante artificial con lo que aumenta la cantidad de frustrados que
deberán discriminarse según el criterio de los que llegaron últimos a la cola,
los más débiles para pelearse o lo que fuere."[2]
Con ello, se afecta a tanto a
productores como a comerciantes del renglón. Como se observa con toda claridad,
se produce un doble perjuicio, tanto del lado de la oferta como del lado de la
demanda. En suma, todos pierden a raíz del congelamiento de precios.
"Aumenta más aún el
problema si nos detenemos a considerar lo que ocurre a continuación: el sistema
de señales hace que se alteren las prioridades de la gente ahuyentando
productores actuales y potenciales del área en la que requiere atención para
combatir la plaga. Supongamos que antes del establecimiento del precio máximo,
debido al urgente requerimiento de la droga en cuestión, los márgenes en esa
área eran del siete por ciento y que el de las camisas era del cinco por
ciento. Ahora que se impuso el precio político en el producto farmacéutico
digamos que el margen operativo se redujo al cuatro por ciento. Veamos lo que
ocurre. Mirando las señales de precios los operadores serán engañados ya que
las prioridades se alteraron artificialmente. Ahora aparecen como prioritarias
las camisas y en segundo término los remedios de los que hablamos (o tercero,
cuarto, según el nivel en el que la autoridad política establezca el precio o
más bien número). En resumen, con esta política se produjo una escasez
artificial y se logró ahuyentar inversiones del área con lo que, en definitiva,
se habrá matado a más personas."[3]
Por obra de "un
economista desconocido llamado Ludwig Erhard [que] fue nombrado director
económico de las zonas ocupadas por los norteamericanos y los
británicos"[4], el despegue de la Alemania de posguerra se debió a la
derogación de los precios controlados :
"La revolución de Erhard
se llevó a cabo en dos fases. En un primer momento, el 20 de junio del 48, se
creó una nueva moneda, el marco alemán. Al día siguiente, mercancías que habían
desaparecido porque la gente no confiaba en la moneda volvieron a aparecer. El
segundo paso fue más difícil. Erhard sabía que el efecto de la reforma
monetaria sólo perduraría si el marco reflejaba el precio verdadero de los
bienes y servicios. Eso significaba abolir el racionamiento y los controles de
precios, algo que no había sido aprobado por las autoridades aliadas. Aun así,
el 24 de junio Erhard siguió adelante con su plan. Los beneficios fueron
inmediatos. El dinero reflejaba su verdadero poder de compra. La gente perdió
el miedo a vender mercancías y las colas desaparecieron. Los incentivos
empresariales se volvieron una realidad, y así comenzó la extraordinaria
prosperidad alemana de la posguerra."[5]
En otras palabras, el camino
inverso de la prosperidad económica es precisamente aplicar precios controlados
a los bienes y servicios. Ello garantizará en muy poco tiempo una fenomenal
crisis, y en poco tiempo más la pobreza y miseria más generalizada que pueda
concebirse. Máxime si se tiene en cuenta que esta, sólo en parte es una de las
pésimas medidas que toman a diario los gobiernos de nuestros días. Sobre todo
en la Latinoamérica populista de los Kirchner en Argentina, Correa en Ecuador,
Morales en Bolivia y el comunismo castrochavista venezolano.
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