Por: José Oscar Fajardo
La noticia decía así: “Por segundo año consecutivo
Colombia se ubicó en el 1er puesto como el país más feliz del mundo, según el
barómetro global de felicidad y esperanza 2014”. Y posteriormente anunciaba que
el 86% de los encuestados decían ser los más felices del mundo y que sólo el 2%
aseguraba sentirse infelices. El 11% afirmó que ni de lo uno ni de lo otro
sentían algo. El promedio mundial de felicidad es del 60% y a Colombia lo
siguen la isla Fiyi, Finlandia, Argentina y Arabia Saudí respectivamente. Es de
tener en cuenta que países tan desarrollados como Italia está en el puesto 55;
Portugal en el 57; Grecia en el 59 y Francia, entre otras, potencia nuclear y
una de las cunas de la cultura, en el 63. Lo que yo quisiera saber es, cómo se
define la felicidad siendo un ente tan subjetivo, y además, que variables se
aplican para medirla. Porque lo que es Colombia, en ese caso, confieso que a mí
me deja perplejo. Yo sé que las estadísticas son aleatorias pero la verdad es
que no me explico un país asediado por la guerra desde hace más de cincuenta
años que le ha dejado miles y miles de muertos, de viudas, de huérfanos, de
expoliados, de delincuentes, de analfabetos y de prostitutas, jura ser el más
feliz de la tierra. Según el PNUD, más de diez millones de colombianos de los
44 que hay en el país están en la franja de la física pobreza y varios millones
de ellos, por debajo de la línea de miseria con menos de un dólar per cápita por
día. ¿Y son felices?
Un país que gasta más en guerra que en educación, donde
la investigación científica es casi cercana a cero y donde según las pruebas
Pisa para la clasificación de la educación, entre 65 países estudiados estamos
en el puesto 63, ¿por qué carajos se muere de la risa? Cómo acontece eso en un
país donde su empresa industrial más representativa y que es el motor del
desarrollo nacional, Ecopetrol, en el año de 2012 factura 15.4 billones de
pesos en utilidades, la ciudad sede, Barrancabermeja, cuenta con las peores
aguas consumibles para la gente y los cordones de miseria y prostitución ya son
aberrantes, eso sin contar lo demás. Y
lo peor de todo es que ni siquiera hay una carretera decente entre esta ciudad
y la capital del Departamento, cuando debiera existir una autopista por lo
menos de dos carriles. Eso me sirve para recordarles que Colombia ya hace dos
años pasó de la barrera del millón de barriles diarios en la producción de
petróleo, lo que lo pone en la lista de los superpetroleros pero para que se lo
lleven las multinacionales porque en ninguna parte del país y sobre todo en
Barrancabermeja, donde está la mayor refinería de la región, no se ve el
resultado de esta riqueza. ¿Entonces de qué es que ríen los colombianos y por
qué somos los más felices?
Yo creo es que en Colombia la felicidad la miden desde la
óptica de los reinados de belleza, de las ferias y fiestas, desde los altos
índices de drogadicción y alcoholismo, desde la violencia callejera e intrafamiliar,
desde un sanguinario sistema de salud, desde la mediocridad de la educación,
desde la exportación de ladrones y prostitutas, desde las quemas de pólvora
populares y tal vez desde la misma
felicidad que produce el no tener preocupaciones por la declaración de renta, por
los impuestos de los carros, por el predial, por el PIB o finalmente por la
caída del dólar y de las exportaciones.
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