Traugario Especial
Por:
José Ooscar Fajardo
Yo
no puedo asegurar que cuando el escritor ruso León Tolstoi escribió esta
singular novela, que se desarrolla en el suelo ruso, supiera que existía un
país en América Latina que se llamaba Colombia, que es poco más o menos el
Macondo de García Márquez, o el Manicomio más grande del mundo, de mi muy bien
lograda autoría. La guerra y la paz es una novela que hoy por hoy y dadas las
circunstancias sociales y políticas que vive el país, todo colombiano debería
leerla por obligación moral. Pero desafortunadamente nosotros no leemos, de
acuerdo con las estadísticas, ni siquiera dos libros per cápita por año, lo que
nos hace unos pobres infelices intelectualmente. En ciencias y matemáticas
somos los últimos, en índice de comprensión de lectura somos los últimos y en
la solución de problemas cotidianos somos los últimos. Muchas pichurrias, como
dicen ahora los estudiantes de universidad, y de los colegios ni se diga. La
universidad de Harvard dedica unos seis mil millones de dólares al año en
investigación científica. Nuestros gobernantes casi toda la plata, la que no se
roban, no todos, se la meten a la guerra, por lo menos hasta este momento. Y
hay gente que venera y adora la guerra hasta tal punto, que esta hace parte
arraigada de la cultura colombiana.
Yo
tenía la fe y la esperanza que el presidente Santos tendría la oportunidad
única y feliz de acabar con este flagelo que como a los enfermos de Lepra, nos
tiene podridos en vida. Hoy, desconcertado y preocupado hago este arqueo de
ideas. Si gana el expresidente Uribe la próxima vuelta de las elecciones, para
qué nombrar a Zuluaga si él va a ser una simple marioneta, lo primero que va a
hacer es romper los diálogos con la
guerrilla de las Farc y hasta aquí llegó la alegría. El tercer punto del
acuerdo, que ya estaba pactado, el abandono total del negocio del narcotráfico
en todos los sentidos por parte de las Farc, queda anulado. Recordemos que este
facilitaría el control por parte de la justicia colombiana y de la DEA, el
ejercicio del narcotráfico de gran escala. Pero la guerrilla, como tiene que autofinanciarse,
volverá entones a lo de antes y recuperará para la guerra los dos mil
quinientos millones de dólares anuales que le permitirán sostener la contienda
contra el Estado hasta que pasen otros cien años de soledad. Entonces
volveremos a la guerra total prolongada y los ríos de sangre, de lodo y de
mierda anegarán los campos colombianos como en los mejores tiempos de la
violencia de los años cincuenta.
Cómo
me sorprende que algunos sectores del pueblo sean tan indolentes. Cómo no
comprender que una guerra no le conviene a ningún ser de La Tierra. Sea liberal, conservador, godo,
cachiporro, judío, musulmán, machista, gay, fetichista, negro, blanco, “morao”,
desteñido por el vitíligo, católico, evangélico, eyaculador precoz, gran
masturbador, reproductor de fina estampa, mendigo, petrolero, azadonero y todo
lo que usted pueda imaginar, de ninguna
manera le sirve la guerra. Cómo siento su desilusión doctor Santos. Cómo no
entender que con la plata de la guerra, que son muchos billones de pesos,
podremos conseguir los primeros puestos en las pruebas Pisa para la educación y
ya no volver a ser los más yeguas del planeta. Cómo no entender que en Colombia
la gente se muere por falta de atención médica en los andenes a la entrada de
los hospitales y que eso se podría remediar con la plata de la guerra. La
guerrilla arreciará la guerra urbana por ser más difícil de combatir, y los
movimientos sindicalistas serán seriamente reprimidos. Y los que hacemos oposición,
tendremos que irnos a vivir a lo más profundo del infierno. Si Satanás nos
arrienda una covacha.
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