miércoles, 7 de mayo de 2014

Pérdida inconmensurable

                                   Por Gerardo Delgado Silva
A pesar de mis limitaciones, procedo a pergeñar estas líneas sobre la figura más brillante de las letras universales de la generación de “los nuevos”: Gabriel García Márquez. El rostro afligido de la patria es el grito de dolor de todos los colombianos, que no somos indiferentes a la dignidad humana.
Sus palabras y sus letras preclaras transidas de patriotismo, ardientes de fe y esperanza por nuestros mejores destinos resuenan continuamente en sus obras, desde “La hojarasca”;”El coronel no tiene quien le escriba”; “Los funerales de la mama grande”; “Un día después del sábado”; “Crónica de una muerte anunciada”, y otras como convocatoria a la solidaridad colectiva para la defensa de los grandes principios que han enriquecido la historia espiritual de Colombia y el mundo.  Orientadas a hacer de la dignidad humana el centro de la vida individual y las relaciones sociales.
En la prosa de Gabo se admira la perfección de la forma: esa limpidez, esa ternura, esa maestría, esa gracia, ese sello de inconfundible encanto, tierra famosa por sus insignes modeladores del idioma, lo colocan entre los primerísimos escritores de todos los tiempos, nada menos que EL NOBEL DE LITERATURA. Pero en Gabo hay algo más que el dominio del arte de la palabra.  El es el pensador de pensamiento fuerte, propio y beligerante, que expresa sus ideas, pésele a quien le pese, con valor civil; era dueño de una de las más sólidas y extensas culturas humanísticas que hayan aparecido en las letras americanas, y su vocación sobre todo asunto de la actualidad intelectual es completa.  Hizo su camino solo, con grandes ideales y en su vida nadie ha encontrado escoria sino condiciones excepcionales de fuerza espiritual revestido de una inmensa autoridad moral y de simpatía humana.  Con la impavidez de su transparente existencia, supo engrandecer nuestra esperanza y darle un empujón heroico a nuestro destino. 
Sepamos ser sus fieles herederos espirituales, dando un estremecido testimonio de amor a su memoria esplendorosa para Colombia.  Fue un faro de dignidad, de entereza que alumbró al país en medio de tantos apagones.  En otras palabras en medio de la aridez del desierto de ideas y pensamiento, le surgen a Colombia algunos oasis que pueden contribuir, y obviamente como Gabo, contribuyen, a darnos una visión distinta de lo que en realidad es nuestra patria, sus perspectivas humanas y sus sentimientos.  No se trata de evasiones, o de puntos de escape, sino de un comportamiento que hunde sus raíces en los valores del espíritu como habíamos anotado y enlaza a las generaciones actuales con una tradición intelectual que nos honra y enaltece. 
Se trata con las obras de Gabo, que han contribuido al rescate del país, del trascender de la cultura al alcance de todos y de un acto de conocimiento y reconocimiento, a nuestros grandes valores con el consiguiente beneficio para millones de lectores, nacionales y extranjeros. 
Porque, para nadie es un misterio, que desde el gobierno anterior, vive Colombia una de las épocas más difíciles de su historia.  El orden público anarquizado por la prepotencia del terrorismo en una cualquiera de sus formas de intimidación, ya se trate de guerrilla, de paramilitares o de narcotraficantes.  Corrompido el orden moral por el mal ejemplo que vino de arriba por mandatarios anteriores (los falsos positivos, agroingreso seguro, interferencias ilegales a diversos personajes de la patria, etc.) y que se extendió como una mancha de oprobio por la nación, contaminada por una siniestra mafia de la que hacen parte políticos locales, flor de la sociedad, funcionarios corruptos y grupos parapolíticos.
Los partidos políticos aniquilados, convertidos en tiendas de campañas electorales, y no más.  Es inevitable aludir al partido nuevo, llamado “Centro Democrático”.  ¿Cuál será el concepto de pureza, que inicialmente se denominó: “Puro Centro Democrático”?.  Donde el Señor, Álvaro Uribe impone el dominio de su persona individual sustituyendo las ideas.  Aquí sólo hay motivos particulares, en vez de aspirar al bien común, anhelando subsumir al país en las repugnantes manos del nazismo.  Enmascaran viejas codicias ligadas a los parapolíticos,  cuyas desastrosas consecuencias están a la vista.  Es indubitablemente el desfallecimiento moral. Es decir, quieren  llevar a Colombia lentamente con los ojos abiertos hacia el precipicio.  
Es elocuente, por el contrario, el remanso espiritual de las magistrales obras de Gabo, dedicado a hacer la luz en el desorden que nos rodea y a entonar un canto de esperanza a la vida.  Pero esa vida que debe tener una razón, un objetivo, un incentivo, una meta escondida como en nuestro Premio Nobel que le permitió perseguir y amar la excelsitud.  Para nosotros representa una satisfacción profundísima leerlo y nos inunda como ya lo hemos señalado, un halo de bienestar indescriptible.  En estos momentos de dolor por el fallecimiento de Gabo, resulta más repugnante, como señal del acelerado deterioro del país, recordar los hechos punibles cometidos por una pandilla de personas en esta ciudad, persuadidos de ser expresión de la decencia, años atrás, que sustrajeron de la biblioteca Gabriel Turbay, las obras del eximio Gabo, junto a la de autores como Marx y otros, para incinerarlos luego, en el Parque de los Niños. Horrendo y ominoso comportamiento, que avala el superyo criminal de sus autores y el mas negro y triste espectáculo de rechazo a la bondad, tolerancia y justicia, de la cual Dante dijo que era “una virtud al servicio de otros”.
El mundo entero tiene la certeza de que toda la genial obra de Gabo, es un acto vigoroso de solidaridad y de fortaleza moral, en torno a los motivos más valiosos y enaltecedores de la especie.

                                                                                                              Escrito para Bersoahoy.com

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