sábado, 7 de febrero de 2015

Día del periodista

                                                                     Trafugario
Por: José Oscar Fajardo                                                               
Empiezo por afirmar que ser periodista en Colombia es tan peligroso como ser policía, juez, sindicalista, o árbitro de fútbol. Lo que pasa es que los periodistas les llevamos a los otros, en el índice de peligrosidad, unas arracachitas más: que para una mayoría esta profesión es denigrante. No me pasó a mí pero es como si me hubiera pasado a mí, y aunque resulta cómico, en el fondo es un una sutileza humillante. Un amigo periodista egresado de una universidad de Bogotá me contó muerto de la risa que estando en la sala de la casa de su novia esperándola para iniciar su visita formal, un hermanito de su amada, de unos siete años a lo sumo, entró al recinto con un hermoso gato angora en sus brazos. Cuando mi amigo periodista le pidió que le permitiera acariciarlo, el niño dio un salto hacia atrás y le gritó: no porque usted lo pela. Cómo así, le dijo mi amigo. Sí, le contestó el muchachito. Porque mi mamá le vive diciendo a mi hermanita que se “abra” de usted porque no es más que un pelagato. Claro que él me contó en medio de risas pero yo en el fondo pude notar su desencanto. 
Claro que también comprendí que la señora, suegra de mi amigo, no estaba tan lejos de la cruel realidad. Pues salvo de un combito no muy grande de “ilustres y afamados”  periodistas, una abrumadora mayoría de comunicadores sociales, con título universitario a no, ejerciendo el periodismo con los brazos partidos, devengan su salario de otras profesiones, unos, otros, del diálogo del rebusque de lo que se atraviese en el camino. Los peores no devengan salario y se ven abocados a poner la totuma.  Y dizque el periodismo es el cuarto poder. Me muero de la risa. Y pensar que todo lo que ocurre en la ciudad, en la región, en el mundo, se sabe casi que al instante y toda la humanidad se beneficia de ello. Y el periodista, mamando. Los lectores sabrán perdonar mis escatológicos términos pero la verdad duele como el ácido en la llaga. Ojalá en las reuniones se trataran los temas de la vivienda de los periodistas, de la seguridad de los periodistas, del salario de los periodistas, de la salud de los periodistas, de la familia de los periodistas, de los dolores de los periodistas, de las tristezas y de las noches negras de los periodistas y no por el peligro de su profesión, sino por su paupérrima economía de desprotegidos estatales.  Pues siendo uno de sus “aparatos fundamentales”, al Estado le importa un carajo la situación económica de los periodistas.  Salvo unos privilegiados, repito, que meriendan en vasijas de porcelana china. Y en más de una ocasión, al periodista se le cancela su trabajo con su propio asesinato. Y pensar que Graham Greene, García Márquez, Truman Capote, por sólo nombrar unos, siempre afirmaron que el periodismo es el oficio más bello del mundo. Y uno se pone a analizar y en el fondo se da cuenta que, en verdad, el periodismo, si no es la más bella, es una de las más bellas profesiones del mundo. Y una de las que más se sirve la humanidad entera.
¿Qué ocurre con la profesión? Pues en la física olleta, salvo en algunos casos, repito. ¿Quién es el culpable, el Estado o los periodistas? Yo propongo a Sherlock Holmes para que lo investigue. Lo cierto es que desde que dieron de baja las tarjetas profesionales “en virtud de la Constitución Nacional”, en Colombia es periodista hasta un loro veleño, a lo mejor Parasicólogo-mentalista que dice hablar inglés, arameo y  alemán.

2 comentarios:

  1. Holas: Quiero decirle al columnista, que en cambio, mientras está 'rajando del oficio' por qué no cambia y sigue en otra actividad más luchativa. O es que no se siente capaz de hacerlo.

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  2. Y, por qué si es tan malo ser periodista Ud sigue haciendo ese oficio. Pues cambie y no se queje tanto.

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