Por Gerardo Delgado Silva
No
había habido en la historia de Colombia fenómeno igual o siquiera parecido, al
que estamos presenciando.
Evidentemente, el mundo entero
supo del fenómeno vergonzoso de la parapolítica, que tiene varios
parlamentarios sentenciados.
Nunca,
jamás, ningún partido había depuesto uno a uno los principios jurídicos que
tutelan la existencia del Estado.
El
signo de descomposición moral, está constituido por los avales a tantos
candidatos que tienen su alma dentro del código penal. Es un señuelo para comprometer el presente y
el futuro de Colombia, corromper la conciencia colectiva de la Nación y torcer
el rumbo histórico de un pueblo que siempre ha dado ejemplos enaltecedores de
dignidad y de grandeza.
Es
el momento en que el país debe reaccionar, asumir la personería de su destino
histórico y rescatar junto con el derecho los valores éticos que están siendo
pisoteados, en una monstruosa perversión de valores, similar a la que señalamos
de los parapolíticos.
Una
extraña complicidad de una parte de nuestros dirigentes con los paramilitares,
que están entregando a Colombia, maniatada a sus peores enemigos.
Se
requiere un frente unido de la Nación, de los colombianos de bien, contra la
dictadura de la delincuencia. Y estamos
en el instante preciso de iniciar esa gran cruzada patriótica.
El
ideal político aristotélico coincide enteramente con el de Platón en lo que se
refiere a señalar como finalidad principal del Estado un propósito ético.
Se
da el nombre de Política, al saber humano que se ocupa de los problemas de la
organización de la sociedad, del Estado, de los órganos, de las relaciones del
individuo con el Estado y todos los aspectos doctrinarios y técnicos relativos
al Gobierno y a su funcionamiento. A
todo eso se le ha llamado también Ciencia Política, o Derecho Político. Desde que se empezó a examinar el problema de
las Constituciones escritas, y desde que aparecieron éstas, se habló también de
Derecho Constitucional, de suerte que todas las denominaciones se refieren a la
Política como disciplina científica,
jurídica y filosófica al mismo tiempo, vinculada siempre con la
sociología.
En
su acepción corriente se llama Política a toda actividad de grupos humanos
organizados, o de individuos aislados como finalidad es el ejercicio del
Derecho y el cumplimiento de deberes relativos al Gobierno, a su formación , a
su orientación, y a sus diversas manifestaciones,, y cuando se dice de alguien
que es un “político” o que se dedica a
la política, se quiere decir que se trata de una persona que interviene
directamente en la acción desarrollada por los partidos políticos, unas veces,
para obtener el Gobierno, otras para conservarlo y otras para vigilar su
funcionamiento desde el ejercicio de un cargo público representativo.
Los
individuos que están o estuvieron inmersos en hechos punibles y han sido
avalados para cargos públicos, en vez de aspirar al bien común, buscan su
beneficio particular, enormemente perjudicial para la Patria.
Muchos
de los individuos que han recibido el aval de los partidos, repetimos, no
tienen la conducta irreprochable del ciudadano que sobre pone patrióticamente
los intereses generales a los intereses particulares. Aún dentro de un mismo partido y en la línea
de un mismo programa ideológico, puede estar toda la gradación que va desde la
austeridad hasta la falta de escrúpulos o la inmoralidad, y los hechos
punibles.
Estos
avales los definen a dedo las directivas de los partidos. Unos partidos políticos aniquilados,
convertidos en tiendas de campaña electorales y nada más. Agencias del poder individual, por corrupción
del orden político.
Queremos
ver a la inteligencia colombiana contribuyendo al rescate del País, como ha
sido el propósito del Presidente. País
que está perdido por esa ineptitud de los partidos políticos, la corrupción
moral, los nuevos gajes del poder económico contaminado, la inseguridad, el
crimen, los desequilibrios económicos y la pauperización creciente de la
inmensa mayoría de nuestros compatriotas.
Que
la inteligencia colombiana alumbre al País, en medio de tantos apagones de
ideas, como en el llamado eufemísticamente Centro Democrático.
Nadie
puede negar de buena fe, que este grupo político contradice el ideal de
cualquier sociedad política. Son
enemigos de la Paz, al igual que algunos cavernícolas funcionarios
públicos. Y clamamos a la inteligencia
colombiana, porque bien sabemos que no está contaminada ni por el dolo, ni por
la corrupción, ni por la ineptitud que desangra al País.
No
fueron ciertamente las armas las que impusieron la resistencia en Francia y en
los países ocupados por el Nazismo – el corazón del Centro Democrático -, sino
el rigor patriótico de sus intelectuales.
Lo
que hace falta hoy a Colombia es una política de la inteligencia, como lo están
evidenciando los diálogos de la Habana.
La
Nación toda, está en la obligación de tener conciencia de que sin Dios, Ley y
Moral, no puede tener progreso.
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