Trafugario
Aunque ustedes no lo crean, me
puse en la tarea dispendiosa de buscar el origen etimológico del nombre del
mono antropomorfo más peligroso del planeta de los simios. Donald Trump traduce
al español algo así como “Donando Trompadas”. Les ruego el favor que no tomen
esto como un cuento de ficción o como una opinión emitida por el Chapulín
Colorado porque de ninguna manera es así. Lo que aquí se escribe es el producto
de una investigación exhaustivamente científica, llevada a cabo en los
Laboratorios de Propulsión a Churrias, de la Nasa, EE UU de América. Así como
que habla el preclaro candidato con toda su candidez. Resultado de la
investigación: Donando Trompadas nació en una ciudad de los EE UU de cuyo
nombre nadie quiere acordarse. A una abrumadora mayoría, estadísticamente, le
da pánico. Este muchacho hizo la primaria en una vereda del lejano oeste, así
él diga que no porque por uno hablan son sus actitudes, y a los ocho años ya le
había adaptado dos cañones más a su escopeta de dos cañones. Es decir, le pegaba
con ambas piernas. Donando Trompadas también se hizo famoso porque a esa edad,
ya lo “esquizofrenizaba” el deseo perverso de tener tesoros, obtenidos a puño y
pata, cuchillo y machete, en cualquier lugar del planeta. Sus biógrafos han
llegado a pensar que pudo haber nacido en la vereda de Pueblo Arrecho, adscrita
al municipio de Güepsa, o en La Venta, Matemora o el El Polvero, en el pacífico
sur de Santander. Muy pacífico, por cierto. Algunos historiadores que lo
admiran (como a Lucifer) afirman que por el color de la piel y de su dorada
pelusa, Donando Trompadas podría llegar a tener una pesada carga genética no se
sabe a ciencia cierta si de Ario, de Eslavo o de caballo de carreras. No se
sabe. Lo que sí es verídico científicamente, es que en realidad, tampoco se
sabe si es por su bajo coeficiente intelectual, él sí se cree “hijo legítimo de
dios”, y de hecho su representante constitucional aquí en La Tierra. Otros
biógrafos más avezados todavía, afirman a pies juntillas que su madre lo
alimentaba juiciosamente con leche materna, pero el problema es que ella
ingería consuetudinariamente, caldo de alacrán, huevos batidos de Mapaná, jugo
de Tarántula y papas explosivas fritas. Y antes de acostarse bebía una copita
de una infusión de gasolina etílica o de ácido de batería. Esto afirman,
reitero, biógrafos que lo idolatran. El acendrado antisemitismo de Hitler, a
quien añora tanto Donando Trompadas, él lo convirtió en odio profundo hacia los
musulmanes, de quienes plantea, hay que matarles hasta la familia, y a los
latinoamericanos, más que todo de Méjico. Leyó desde niño a Marcial Lafuente
Stefanía, donde aprendió a disparar escopetas en pleno galope para matar indios
Pielrojas porque no le eran simpáticos. Como es racista con agallas de hiena,
en una ocasión una profesora del High School le preguntó por qué su
admirado Hitler había asesinado tantos judíos, y dizque él muy orondo le
respondió: “Porque no sabía de los negros”. También, cuando muchachito, era
asiduo lector de los cuentos del Doctor Mortis y nunca se perdió una película
de El Conde Drácula. Este tanático candidato presidencial de los EE UU fue
aficionado en su juventud al teatro clásico y en todas las obras que montó,
siempre desempeñó el rol de Jack el destripador. Dicen los periodistas que lo han
entrevistado, que Donando Trompadas de lejos parece que fuera una legítima
“coscorria”, pero que en cambio de cerca, no queda la menor duda. Stephen
Hawking le dice “pichurria”.
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