Trafugario
Por: José Óscar Fajardo
A raíz de los sucesos
producidos como muestra única de unidad nacional, dada la advertencia de la CPI
de tener jurisdicción para juzgar a Colombia ante la nueva arremetida que
prepara Nicaragua, cualquier compatriota mínimo queda sorprendido ante este
hecho sin precedentes. Que todos los partidos políticos hayan enfilado sus
alfiles contra la tal Corte sin ninguna condición, es como para no creerlo así
a la bulla de los tarros. Lo mismo ocurrió con los gremios económicos, con las
agremiaciones sindicales y con todos los inconformes del país como si en
realidad todos nos tapáramos democráticamente con una sola cobija. De tal
manera yo llego a creer que en cualquier rincón del mundo están pensando que en
Colombia ha surgido una nueva democracia. Pues es inocultable que la CPI lo
único que consiguió fue una unidad nacional que no se veía desde los tiempos en
el gitano Melquíades llevó el imán a Macondo. Si así fuera todo de verdad. Pero
de todo sueño uno tiene qué despertar. Pues por esos mismos días, para no decir
que el mismo día, las manifestaciones y cadena de protestas en las principales
ciudades del país reclamando justicia social, hablan de unos mil trenes en
contravía. En los periódicos se leía que Colombia ya no era el país más feliz
del mundo porque eso se había comprobado en las encuestas que realiza un
organismo mundial. Pues Colombia no es como Macondo porque el pueblo de los
Buendía es demasiado lírico y tiene a Remedios La Bella y a Amaranta y a José
Arcadio y además es una aldea demasiado alegre. En cambio la Colombia no ficción
es amarga y demasiado triste. Cómo no va a ser triste un país donde en el
proyecto de Reficar se diluyen en el infinito como lo hizo Remedios La Bella en
Cien años de soledad, cuatro mil quinientos millones de dólares, plata
suficiente para reparar toda la salud y toda la educación de los colombianos, y
no obstante todo el pueblo está “coprofagiado” de la risa. Y un tarado, a nivel
nacional sale a decir en la revista Semana que no hay que reparar en el
sobrecosto del proyecto, “sino en los fantásticos beneficios que esa enorme obra le trae al país”. Y lo
verraco es que todos vuelven y sueltan la carcajada y se quedan muertos de la
risa. Y en un periódico regional aparece la noticia que la Fiscalía se toma la
Gobernación de Santander para averiguar por todas las atrocidades de la
anterior administración y ahí sí no hay el consenso departamental para que
castiguen al responsable. Lo mismo ocurrió en todos los departamentos y en
todos los municipios del país y de nuevo todos muertos de la risa. A mí
personalmente me gustaría y vería más lógico que, esa unidad nacional se diera
en torno a resolver los verdaderos problemas de los colombianos, o por lo menos
a tratar de resolverlos. Cómo sería de bacano, por solo decir algo sin ninguna
mala intención, que humanizaran la justicia, la salud, la educación y el
derecho al trabajo. Con eso no más dejaríamos de ser un poco menos antropoides.
O premodernos. Es que ya cogieron la maña de echarle la culpa de todos los
problemas administrativos y de corrupción, al fenómeno del niño. En La Guajira
desviaron el río Ranchería para favorecer una empresa extranjera y a una
tracamanada de empresarios “prostatíticos” dejando a los Wayú alevosa y
criminalmente sin una gota de agua y dijeron que se había secado por el
fenómeno del niño. Ñerda cuadro, la vaina está tesa y todos muertos de la
risa.
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