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domingo, 27 de enero de 2013

Pintela como quiera

                                                          TRAFUGARIO
                                                     Por: JOSE OSCAR FAJARDO                                                    
Este el de mi columna debiera de ser, a mi manera de pensar, el titular del editorial de EL TIEMPO del día 21 de enero que en realidad se titula así: A sepultar privilegios. Dicho artículo trata de una de las porquerías  más grandes de las que administrativamente ocurren en este país del sagrado corazón. Y es que La Corte Constitucional tiene que decidir, qué hacer con el Artículo 17 de La Ley 4 de 1992, norma agresiva, antidemocrática y grotesca que ha permitido que congresistas y magistrados se pensionen con el 75% del ingreso mensual promedio que devengaron durante su último año de labores, si a eso se puede llamarle así, sin considerar a cuánto ascendieron sus salarios previos y sus aportes. En uno de sus apartes el artículo dice así: “Por cuenta de esta disposición, sólo el año pasado el Congreso debió destinar $281 mil millones para cubrir las mesadas de menos de mil pensionados.
Pero vengan les reproduzco estas perlas para que ustedes felizmente puedan morirse de envidia tomándose una botella de guarito y escuchando el bolero ese que dice: “Que se mueran de envidia toditos...” Son: 626 congresistas pensionados con $19’998.021 cada uno. 196 magistrados pensionados con $18’640.667 cada uno. Son 11 expresidentes o sus viudas, que así lo hayan hecho muy mal, ganan $22’446.224 cada uno.  Otros 78 exfuncionarios “bendecidos de dios” que ganan cada uno $16’431.845. Como si esto fuera una idiotez periodística o chismografía de comadres rascadas de guarapo, EL TIEMPO del viernes 25 en la primera página titula así: Una bomba pensional de $467 billones en el Estado. Y afirma: “El costo total de pensiones vigentes a cargo del Estado va en 467.2 billones de pesos, dos veces y media el presupuesto nacional de este año”. Lo verraco es que los aportes de estos personajes no llegan al 40%. Ahora miren esta otra perla. De 22 millones de trabajadores que hay en Colombia, sólo se alcanzará a pensionar el 6%, unos 1.5 millones de ellos. A eso se le llama la bomba pensional.
Y observen esta última belleza para que aprendan qué, es “equidad”. Hoy hay 7.8 millones de pensionados y 8 de cada 10 de ellos recibe menos de dos salarios mínimos de pensión. Como ustedes bien pueden ver, apreciar y confrontar los datos que yo les estoy dando, entonces para qué irse al teatro a ver películas de terror. Para completar la dicha, un alto dirigente del fútbol colombiano dijo que, “los futbolistas colombianos son prostitutas con uniforme de futbolistas”. Eso que es un “distinguido dirigente deportivo”. Qué tal que fuera matarife, chofer de taxi o vendedor de raspao. Yo no entiendo es, por qué Colombia figura como uno de los países más felices del mundo. Si acaso porque, como es uno de los países donde más hay reinados y fiestas de todo, entonces la mayoría vive anestesiada de guarapo , chirrinche, jugo de tarántula, ácido de batería, zumo de mapaná y cabirol con calzones de loca.
Si porque de otra manera uno no se explica cómo carajos la gente se mama tantas injusticias y en verdad viven cagados de la risa. Porque en Colombia hay, entre tantas otras, reina de la marimba, reina de la guachafita (y eso es en casi todos los colegios y universidades y algunos entes del Estado) reina de la tángara y la perinola, reina  de la coca, del coco y de los estreptococos, además reina de los diplococos, reina delos patirrajaos, de los pendencieros, de los saqueadores del Estado y hasta de los periodistas. Y no digan que eso no es democracia participativa. 

miércoles, 16 de febrero de 2011

El costo de la paz

Miércoles, 16 de febrero de 2011

Por: Horacio Serpa

“La paz no será gratis para nadie…Habrá reformas fundamentales, o nanay cucas”, dicen las Farc en una acalorada respuesta a una columna de opinión que escribí hace quince días en este diario, titulada “El regreso de la paz”, mediante la cual le decía a esa organización que le manifestaran sí a la propuesta del Presidente Santos de sentarse a negociar, previa liberación de todos los secuestrados y el respeto a la población civil.

A través de Anncol, su agencia de noticias en Internet, esa organización guerrillera reconoce su repliegue estratégico ante la ofensiva militar de los últimos ocho años, comandada por los Presidentes Uribe y Santos. Y consideran que si el gobierno está proponiendo negociar no es por la derrota de las Farc, sino por las nuevas realidades nacionales e internacionales que, según ellos, llevan al Estado a pensar que “después de 11 años perdidos sin lograr la tan cacareada derrota de las “fart”, es mejor llegar a acuerdos con ellos”. (sic)

Alcanzar la solución política del conflicto armado interno es un anhelo nacional. El país ha intentado esa vía en varias oportunidades, durante las administraciones de Betancur, Barco, Gaviria y Pastrana. En unas ocasiones se ha tenido éxito y en otras se ha fracasado. Barco y Gaviria lograron la desmovilización de seis mil hombres y la convocatoria a la Constituyente de 1991, que fue un tratado de paz y sigue siendo el camino esencial para hallar la convivencia.

Las Farc, por desgracia, se burlaron del país y desaprovecharon el proceso del Caguán. Fueron tres años de esfuerzos fallidos. Todo el mundo puso los ojos en Colombia y hasta los hombres de Wall Street visitaron el Caguán para palpar la voluntad de paz de los insurgentes. Todos sabíamos que había que pagar un precio, pero no cualquier precio.

Y ese precio, que en los tiempos de Pastrana parecía subir con el paso del tiempo, se fue al suelo cuando esa organización decidió replegarse y volver a la guerra de guerrillas antes que firmar un acuerdo sobre derecho internacional humanitario. El país entró en la era de la seguridad democrática y las Farc en un pantano existencial, que las condujo a perder sus líderes históricos, que parecían intocables, a padecer deserciones masivas y el repudio general. Y sin embargo, las Farc no se han extinguido, siguen teniendo presencia en muchos municipios y son un factor de desestabilización. También se les sigue reconociendo una intencionalidad política, a pesar de que se les acusa de mantener vínculos con el narcotráfico.

Aún hay posibilidad de negociar. La puerta está abierta. No importa qué tan ácidos son sus comunicados o sus declaraciones, ni qué tan envalentonados estén sus comandantes. El país sigue esperándolos en una mesa de negociaciones. Y sigue dispuesto a pagar un precio por la reconciliación. Pero las Farc tienen que decir cuál es, porque en el Caguán nunca lo dijeron. Solo quedó en la memoria de los colombianos el portazo a la paz y la frustración que aún no se supera.

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